Sobre Santiago, entre la Región Metropolitana y la Región de Valparaíso, rodeado de glaciares blancos y cubiertos o de roca, está el distrito de cobre más grande de Chile. Se trata de un yacimiento compartido entre Los Bronces de Anglo American y División Andina de Codelco, cuyas reservas equivalen a una Chuquicamata y media.
Esta materia evidencia un sensible vacío normativo, aún no regulado, y que Chile requiere poner al día en el contexto internacional, así como en el marco de la grave situación de cambio climático que nos afecta a todos. Más allá de consideraciones ambientales se trata de una cuestión de civilidad o decencia mínima.
Es por esta razón que el Senado aprobó en general el Proyecto de Ley de Glaciares con 33 votos a favor, cero en contra y seis abstenciones, encontrándose hoy en la Comisión de Minería para su discusión en particular. Frente a esto Prokurica, a la sazón Ministro de Minería, amenazó señalando que esta ley afectaría 34.556 empleos y creaba una falla fatal a 5 proyectos, entre los que destacan Andina y Teniente de Codelco, Pelambres de Antofagasta Minerals y Los Bronces de Anglo American.
El propio Codelco acaba de enviar un alarmante oficio al Senado advirtiendo que, si avanzaba el proyecto en su estado actual, “el desarrollo futuro de la industria se vería afectado en 40 por ciento, especialmente en la zona centro” y que motivó la votación de la senadora Allende permitiendo actividades mineras en ambientes periglaciares y permafrost, es decir y conforme al proyecto, en glaciares de roca, que corresponden a la inmensa mayoría de glaciares de esa zona.
En este tema hay que distinguir lo esencial de lo accesorio. Evidentemente es preciso resguardar los ambientes periglaciares que corresponden a espacios o ambientes que se encuentran cerca o casi del dominio glaciar y que corresponden tal como en las áreas protegidas, a una zona de amortiguamiento o buffer cuya extensión debe evidentemente ser fijado para estos efectos por la ciencia.
Pero los aspectos centrales más acuciantes en minería, son la remoción de glaciares de cualquier tipo para extraer mineral, y el material particulado que producen las tronaduras, que precipita y se deposita sobre los glaciares blancos, provocando su derretimiento. Además, es preciso precaver el depósito de lastres o estériles (residuos mineros masivos) sobre los glaciares de roca, ya que en el verano al derretirse la nieve que se acumula sobre éstos, causa un proceso de lixiviación dentro de los mismos y temperaturas de hasta 40C° lo que los derrite, originando así las denominadas aguas azules, aguas de contacto o drenajes ácidos altos en sulfatos de cobre.
La trampa del proyecto está también en el concepto de “permafrost”, que corresponde a un tipo “de suelo o roca con una fracción permanentemente congelada, con hielo y materia orgánica”, y que el proyecto clasifica como glaciar de roca, en circunstancias que no lo es. No se trata de suelos congelados tales como los de la Tundra Rusa o de Groenlandia. Esto no obsta a su valor ya que evita la liberación de CO2 y CO4 a la atmósfera. En efecto, cuando el permafrost es removido como en este caso, se descongela y el carbono almacenado se libera a la atmósfera, en forma de dióxido de carbono y metano, principalmente. Por esta razón, el rápido deshielo del permafrost resulta un grave peligro para la acción climática.
Ahora bien, los glaciares en términos estrictos se clasifican en blancos y de roca o cubiertos, correspondiendo estos últimos a un glaciar “subterráneo”cubierto con material detrítico. Pero ambos son glaciares, ambos están vivos y en permanente movimiento tanto en sus zonas de alimentación como de ablación y son los que aportan agua a nuestra cuencas, en especial en los períodos de estío prolongados y agudos. De hecho cifras conservadoras de investigaciones de varias universidades concluyen que su aporte en el río Maipo fluctúa entre un 14%(año muy húmedo) y un 44% en años muy seco. En el caso del río Aconcagua aportan hasta un 34% en las cabeceras de la cuenca en verano, y un 16% a 22% aguas abajo. Además existen los glaciares rocosos que efectúan un gran aporte de agua, hasta un 30% en la cuenca alta en años de estío prolongados tale como ocurre actualmente.
¿Cuáles son entonces los puntos focales que se omiten y son fundamentales? El primero, en gestionar los horarios de tronadura, lo que es perfectamente posible, como ha demostrado la operación de la División de Ministro Hales que, respetanto el Plan de Descontaminación Atmosférico de Calama, evita aquellas horas en las que la dirección del viento inexorablemente arrastrará el material particulado sobre zonas de protección, y que en el caso de la alta montaña corresponde a glaciares blancos, generando con esto un derretimiento acelerado de los mismos, tal como ha ocurrido con el glaciar Olivares Alfa, que ha disminuido en al menos un 75% de su superficie. Segundo evitar la remoción de los mismos, desarrollando proyectos de minería subterránea sin impacto en superficie, con un método de caserones abiertos con relleno (sublevel stoping with backfill), tal como lo ha comprometido Anglo American en el caso de los Bronces Integrado. Tercero, establecer como medida de mitigación la conservación de glaciares de roca, en depósitos cubiertos (especies de cooler), lo que hasta la fecha ha sido rechazado por los ejecutivos mineros argumentando su alto costo, ya que implica dedicar camiones especialmente destinados a estos efectos, afectando supuestamente la producción.
Y cuarto, destinar recursos suficientes para mayores estudios, por ejemplo el desvío de avalanchas con sistemas de zanja-muro de tierra, con lo que se pretende derechamente regenerar glaciares.
Y finalmente considerando que los glaciares son una fuente de agua dulce permanente, compensarlos con un efecto positivo y equivalente. Esto es con desaladoras y bombeo a cordillera, que transporten los mismos caudales afectados por las operaciones mineras en la zona central del país, lo que indefectiblemente ocurrirá a futuro, dada la escasez hídrica cada vez más aguda y las demandas de los agricultores de la región.
No se trata por tanto del fin de la minería como tampoco la destrucción de los glaciares. Hay que separar la paja del trigo y evitar los dobles estándares. Es posible seriamente resguardar los glaciares que nos pertenecen a todos los chilenos, asumiendo los costos económicos que esto significa, es decir internalizando las consecuencias futuras de las actuales decisiones.
Eduardo Astorga
Doctor en Derecho
Profesor de Derecho Ambiental