En kioscos: Abril 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

Gusanos tipo Botticelli. Por Jorge Norambuena M.

Desde hace ya un par de años tengo lombrices, comúnmente conocidas como gusanos, en una compostera para que realicen un proceso llamado compostaje. Estos “gusanos” transforman los restos orgánicos en humus y nutrientes para la tierra. Hemos pasado por tiempos buenos y tiempos malos, pero al final se trata de un pasatiempo ameno que promueve la observación calma. Algo que llama mi atención es que las lombrices funcionan como un organismo en conjunto bastante organizado: tienen sus sistemas de apareamiento, de economía, de organización social y de cuidado de los huevos, y hasta discusiones y peleas cuerpo a cuerpo se pueden ver.

Guardando proporciones y escalas, cuentan con una forma de sociedad no tan distinta a aquella en la que vivimos, con actividades funcionales y autorregulatorias semejantes a las nuestras. Sin embargo, aunque en esto podría uno encontrar similitudes con la humanidad, los seres humanos no somos gusanos, y algo que marca principalmente la diferencia es que no hemos visto gusanos escribiendo, pintando cuadros o componiendo música. Por mi parte, al menos, yo no he visto gusanos haciendo arte.

Mis lombrices en tiempos “complejos” tienen distintos sistemas de cuidado de su sociedad: se sacrifican las mayores en pos de las nuevas generaciones, bajan el ritmo de consumo, vuelven sobre lo ya trabajado para sacar el máximo provecho a los residuos. Encuentran formas de sobrevivencia, pero insisto, no hacen arte; aún no me he topado con un gusano fotógrafo, un gusano bailarín ni un gusano pintor, uno tipo Botticelli.

Como raza humana, en tiempos de pandemia, podemos decir que también tenemos mecanismos para regularnos y sobrevivir como sociedad. Pero ¿qué hacemos con aquello que nos hace ser humanamente humanos y no gusanos? Planteo esta pregunta, derechamente: ¿Qué hacemos con las y los artistas?

“Economistas” y “sobreviventistas” encontramos hasta en la caja del compost, podría contarles, pero ¿qué pasa cuando los artistas no tienen recursos para seguir produciendo humanidad? ¿Cómo seguimos, entonces, diferenciándonos claramente de una compostera?

Podrán los gusanos enseñarnos a reorganizar nuestra economía con el fin de sobrevivir a una catástrofe, pero no nos van a enseñar sobre teatro ni sobre cine; no nos ilustrarán acerca de literatura ni danza; no podrán instruirnos en fotografía ni pintura. Y estas expresiones, consideradas muchas veces inútiles a la vista de funcionalistas o sobrevivientes, son las que nos hacen diferentes de otras especies (a menos, y ahí cada quien con sus gustos, que alguien quiera ser más gusano que humano, quién es uno para juzgar).

Y quiero acentuar el valor “inútil” del arte, de ese arte que no sirve para nada, más allá de que pueda ser capitalizado. ¿Qué sería de nuestras sociedades sin gente que invente, que cree, que sueñe y nos lleve más allá de lo aparentemente ya dicho, de lo meramente funcional, de lo solamente mercantilizable, de lo netamente “útil”? ¿qué seríamos sin nuestras y nuestros artistas?

Sí, nuestros y nuestras artistas. Porque debemos considerar que los artistas que no “sirven” en tiempos de “sobrevivencia” quizás no nos dan precio, pero son los que, desde su inutilidad, nos devuelven nuestra humanidad, nos dan valor, por ejemplo cuando nos hacen vibrar con una imagen, con un museo, con un grafiti, con un paso de danza o un buen baile. Humanidad, y no en el sentido de la bondad o de una moralidad esperada, sino en el sentido de brindarnos aquello que nos aleja de los gusanos.

¿Qué haremos o cómo haremos para que nuestra humanidad no se pierda por un ideal de sobrevivencia y principios economicistas? ¿Cómo se considera esto en nuestro país, si ni siquiera se ve como un problema?

Dichosos los que hemos podido seguir leyendo, escuchando música, creando, bailando, danzando. Dichosos los que han podido seguir promoviendo la lectura, regalando libros, contando cuentos, pintando murales, haciendo canciones con esa guitarra olvidada, con ese pandero viejo, porque ellos, aunque mucho cariño les tengo a los míos, no serán gusanos.

Ya lo dije, hay gusanos eficientes para sobrevivir, procrear, organizar e incluso para pelear (nunca he visto, quiero recalcar, gusanos torturando a otros o disparando a los ojos; ser gusano no es ser miserable), pero no hay gusanos artistas. Qué hacemos hoy, en tiempos tan difíciles y tan supuestamente de sólo sobrevivencia, para que nuestros artistas no perezcan, para que nos mantengan viva la tan frágil humanidad que aún nos queda. Hay tantas cosas que matan y el arte no mata, dice el fotógrafo chileno Luis Poirot, y en épocas de tanta y tanta muerte creo que necesitamos pensar como sociedad, en forma seria, en esto: ¿Cómo hacer para ser más que solamente gusanos?

Compartir este artículo