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Hambre, o el castillo de naipes. Cuarentena 1 (47 años) Por Ana María Devaud

Antes de la pandemia, mucho antes del 18 de octubre; durante y después de la dictadura, se fue gestando de manera forzosa y luego confabulada un sistema basado en el miedo y las armas que pronto se vistió de marketing e ignorancia, con el favor de una mordaza constitucional tejida con prolijidad. Gracias a este instrumento se desmanteló al Estado en todas sus formas de incidencia: salud, educación, previsión, empresas, industrias. El slogan fue y es: el libre mercado es más “eficiente” para un país moderno que necesita “crecer”. Basados en esta “promesa”, donde grupos conscientes se mantenían en la perplejidad o la incredulidad, el sistema continuó su orondo camino hasta convertirnos en súbditos de reyezuelos que conquistaron para sí el mar, la tierra, los bosques, los caminos, los ríos, la nieve y el agua. Muchos y muchas, algunos ingenuamente, adhirieron a este espejismo de riquezas y bienestar al que se ingresaba con una tarjeta (parecida al pedazo de vidrio que los conquistadores cambiaban por oro), y que le permitió a los más pobres comprar cosas, a costa de sus vidas. Eso se llamó “índice de superación de la pobreza”. Pero en realidad se trataba de un mecanismo muy similar, en mayor escala, a las pulperías de las minas salitreras, donde el dinero transformado en fichas, en este caso tarjetas, cumplía un ciclo que inevitablemente terminaba en los bolsillos de los dueños.

Al mismo tiempo, de manera inteligente y coordinada fueron convirtiendo a los “representantes del pueblo” en parte de esta maquinaria. Es así como el Congreso se fue transformando en una excelente fórmula para acallar conciencias rebeldes. Las votaciones “democráticas” se transforman en una válvula de escape para mantener el rumbo. Durante un corto tiempo, la ciudadanía puede desfogar su frustración eligiendo a candidatos cuyas ofertas les hacen albergar la esperanza de mejorar sus precarias condiciones. Con el paso del tiempo descubrimos que el lugar que reúne a estos representantes se ha convertido en un gran torbellino que engulle cualquier buena intención, donde el dinero asignado, auto asignado y las prebendas, parecidas a los privilegios de una monarquía, representan un bozal de dominio capaz de silenciar cualquier idea o señal de reivindicación popular. Algunos entran a este lugar, financiados y mandatados para defender los intereses de sus dueños.

Otros, otorgándoles el beneficio de la duda o ilusamente, creen poder hacer factibles las demandas reales, pero a poco andar los vemos absortos en la burocracia y enredados en los tentáculos del sistema, que solo deja pequeñas ventanas, especie de migajas, que no tocan los privilegios del reducido grupo reinante. Y de pronto, aquellos en los que cifrábamos esperanzas de cambios profundos se empiezan a convertir en señores reposados y “prudentes”. Prudencia, peligrosa palabra que hoy ha mutado en favor del privilegio. Los “representantes” en vez de pensar, “ante ciertos acontecimientos o actividades, en los riesgos posibles que estos conllevan, para no producir perjuicios innecesarios”, yo agrego, a sus representados, terminan perjudicándolos, y lo peor, justificando lo que en otros tiempos era motivo de escándalo en “pos” de sostener una “democracia” cuyo fundamento constitucional contiene raíces dictatoriales.

Y el diablo empieza a comprar almas, pero además los invita a su territorio para compartir sus festines fomentando “arreglos” o “acuerdos” que legitiman lo que en vez de democracia se ha convertido en una verdadera trampa, una especie de secuestro de la sociedad civil que en estos momentos no tiene ningún estamento de poder real que dé respuesta a sus peticiones y reivindicaciones, es decir, que los represente.

CUARENTENA 2

18 O y VIRUS

Sorprendentemente, para algunos, el tejido social no estaba totalmente destruido. Sí, bien la perplejidad, la incredulidad, la comodidad y el cinismo atrapó a muchas y muchos, algunas organizaciones de toda índole continuaron su trabajo, inclusive sin el sostén de sus representantes. Organizaciones invisibilizadas y silenciadas por los medios de comunicación tradicionales, pero vivas.

Alimentadas por las injusticias, desigualdades y escándalos de colusiones y robos, se empiezan a acumular energías poderosas. Esta verdadera olla a presión estalla el 18 O con un carácter juvenil y alentador. Reconociendo y admirando esta fuerza y valentía que nos inyectó el deseo de unirnos, también debemos reconocer a aquella vanguardia compuesta por movimientos nunca extintos, o nacidos al alero del mismo sistema: movimientos estudiantiles, movimientos feministas y de trabajadores. En este sentido las marchas por la educación; las históricas marchas del 8 de marzo y especialmente las tomas feministas de universidades, son algunos de los antecedente cercanos e inspiradores del 18 O. Sin duda, las y los jóvenes son protagonistas de este levantamiento. Entonces, la rebelión social es la manifestación de varias organizaciones a la que adhiere el pueblo no organizado pero frustrado y deprimido que no soportó más el silencio.

Los medios, en un comienzo sorprendidos, dan cuenta de los discursos de líderes poblacionales de excepcional claridad y calidad, especialmente mujeres. Se organizan foros que dan voz al movimiento social para exigir un cambio estructural indispensable y urgente. Por supuesto muy pronto los medios son acallados, para dar paso a una represión sin precedentes desde la dictadura sangrienta. Una represión brutal que involucra la muerte, mutilación y abuso de muchos jóvenes. Una deuda presente y vigente.

EL VIRUS

Pues bien, esta sensación de crisis y al mismo tiempo de alivio, donde el feminismo deja su huella con un mensaje profundo, a través de la intervención de Las Tesis, que traduce magistralmente la rebeldía frente a un sistema opresor, especialmente para las mujeres, da la sensación de estar en el camino correcto. Esta mezcla de ímpetu en medio del espanto de una represión brutal une a la ciudadanía por meses. Pero todo es interrumpido por un extraño virus. Un virus que obliga a tomar el camino de vuelta a nuestras casas. Algunos creyeron que el virus “salvaba a Chile” de un cambio rotundo, pero no. El sistema, a pesar de sus esfuerzos por convencer con discursos vacuos, muy parecidos a la publicidad de bancos y casas comerciales, empieza a desnudar su gigantesca inoperancia y fragilidad. En tres meses se derrumba la economía y el Estado debe responder. Quienes pontificaban acerca de los grandes beneficios de la privatización, con intrincadas teorías financieras y económicas, son completamente incapaces frente a una crisis real, que no responde a sus voluminosas teorías, donde el Estado como ente destinado al Bien Común, no es necesario. El Estado a estas alturas convertido en tesorero de las arcas llenas del dinero de todes, que generalmente, a través de tercerías bancarias, van a dar a inversiones privadas, se convierte en el santo de todo tipo de peticiones y por supuesto los hijos predilectos del sistema empiezan a rogar, impúdicamente, una ayuda “solidaria” que llega con rapidez a empresas de monstruosas ganancias beneficiándolos con la posibilidad de despedir a miles de trabajadores, mientras ellos se repartían escandalosos botines, nuevamente, con el favor de una Constitución espuria que permite legislar en favor de estos verdaderos depredadores.

Pero el discurso oficial empieza a usar, en sus medios, palabras olvidadas, y nos acercamos a arengas calificadas en otros tiempos de “comunistas”, que ahora en boca de los tecnócratas se escuchan extrañas y forzadas. Pero hay una palabra que aparece y jamás imaginaron ni en las peores proyecciones de este reino infeliz. HAMBRE. ¿Hambre, después de apenas tres meses de pandemia? No, por supuesto que el hambre siempre existió, solo que en sus manifestaciones más sutiles, tapado por la tarjeta mágica o con la precariedad de trabajos que alcanzan para comprar comida barata para un día. Por supuesto, ahora sin la tarjeta y sin trabajo, el hambre explota como un gran vómito en la cara de los patriarcas. Así, el peor gobierno de la historia reciente, intenta tapar los hoyos de este bote (que mostraban como un transatlántico), con bonos y ayudas en shows transmitidos profusamente. En este escenario los medios tradicionales, a estas alturas más cercanos a un circo, siguen su triste e infame destino ahora en busca de culpables; porque después de esta debacle y para no tocar el sistema, sus privilegios, sus riquezas y sus representantes, tienen que encontrar el chivo expiatorio: los grandes culpables de la pandemia son el pueblo y su desobediencia. El desastre del sistema y de la gestión “es culpa de las personas desobedientes” que no se quedan en sus casas…” agreguemos, hacinados y sin comer. Por último, algunas frases, de parte del ministro de salud Jaime Mañalich, son la guinda de la torta ante la ineficacia y desplome de este sistema inhumano: “Se nos cayó el castillo de naipes”. “No sabía el nivel de hacinamiento y pobreza que viven muchos chilenos”

El momento es absolutamente claro: el sistema neoliberal tiene a la mayor parte de nuestro país atrapado en la miseria y castiga con mayor furor a las mujeres. Un sistema patriarcal, destructor, violento e inoperante Hoy, además, patético en sus esfuerzos mentirosos y descarados por salvar sus privilegios, cuyos fundamentos están en una Constitución que permite la existencia de estas enormes desigualdades y que ha protegido el saqueo de ecosistemas completos.

El feminismo, junto a muchos movimientos sociales, se encuentra actualmente en plena actividad, denunciando y reflexionando, pero totalmente invisibilizado por los medios tradicionales. Es hora de apoyar, solidarizar con el pueblo masacrado por la represión real y simbólica, a través de las únicas voces que van quedando: las redes y los medios alternativos.

Cuando nos volvamos a encontrar (parafraseando a la canción) no seremos las mismas y los mismos y seguramente no querremos volver a esa normalidad que nunca debió ser, porque nunca nos debió parecer “normal” la miseria que ha quedado al descubierto.

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