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“Hogar” o la búsqueda de un sentido de pertenencia. Una novela de Fernando Mena. Por Rony Núñez Mesquida

1.- Délano y Mena: La construcción de una memoria.

“El balneario de Quintero es una pequeña península que, si uno salta de roca en roca y camina por sus playas, se puede rodear en una sola mañana”. De esta forma, Poli Délano nos introduce en su texto “Memorias neoyorquinas” ( Editorial Seix Barral, página 117, 2009), en el ejercicio de una niñez de un joven aspirante a escritor que retorna intempestivamente a un Chile natal, del cual sólo conservaba la tradición oral de sus antepasados, sus padres en este caso, al cual retorna, cual viaje hacia una provincia lejana donde apenas se atisbaban para él imágenes encapsuladas en forma de poemas de Neruda.

Con este texto en la memoria, me encamino al encuentro del escritor Fernando Mena, quien en el Centro Cultural Casa Estación (hermosa reutilización de la antigua Estación de Ferrocarriles), la misma que Poli recuerda de sus vagabundeos estivales. En ella presenta su libro “Hogar” (Editorial Kindberg, 2016). De la franca conversación y posterior lectura, se atisba no sólo la conexión entre ambas obras, sino la búsqueda sincera, quizás autobiográfica a ratos, con que Mena imprime a la historia de su personaje principal, Manuel, nacido y criado en aquella bahía, en Ventanas, frente al puerto de Quintero, y de quien escapa hacia otro ensoñación, también porteña, el puerto de Valparaíso. En palabras de Cristóbal Gaete “Esta novela capta la alienación de la población flotante ilustrada de Valparaíso, la melancolía del insondable interior de las provincias que lo miran, el despabile que significa la miseria iluminada de los cerros”.

A este comentario, agregaría, que la miseria interna de la que comenta Gaete a propósito del texto de Mena, que el hilo argumentativo se desarrolla en torno a la miseria interior que el protagonista experimenta, a sus cortos treinta años, basado en lo que las supuestas convencionalidades sociales te imponen: ya tener a esas alturas una situación económica en consolidación, familia, hijos etc. Respecto de los cuales Manuel siente que no posee ninguno de ellos, y que su existencia se encuentra en una permanente deriva.

Mena dentro de las cavilaciones de su personaje o alter ego así lo expresa: “Es jueves y hoy tienes la entrevista de trabajo, pero no te levantarás. No irás. No quieres ver esa plástica dentadura de nuevo. Te quedas acostado y piensas en Antonia, lo cual te hace acordarte de lo motivador que era que hubiera alguien que te recordara lo que tenías que hacer y que, con cariño, te lo exigiera cuando no querías hacerlo”.

Manuel, de esta forma, choca frente a un inconformismo y ansiedad, donde su profesión de profesor hace patenten no sólo sus angustias, sino que desarrolla las dificultades y adversidades de una profesión absolutamente incomprendida en su función y valor en nuestra sociedad: la del docente y su importancia para cualquier sociedad que aspira a un desarrollo que trasciende lo meramente material, que forma personas y ciudadanos comprometidos con su país y no meramente consumidores.

2.- Valparaíso arde entre fuego y desgarro.

La novela, mezcla de géneros entre el narrativo y la crónica, donde escritores como Roberto Bolaño y Enrique Vila-Matas se entrevén en la estructura y la construcción del argumento, como si fueren una música de fondo que acompaña las páginas del libro, ágil en su lectura, no se abstraen de su entorno; de tal manera que la novela incorpora vivencias de infancia y las conecta con el presente del personaje en un interesante flash back intermitente donde los motivos constantes se desarrollan. Tal es el ejemplo del último gran incendio en Valparaíso, ciudad donde habita Manuel y cuyas aguas que la bañan, son quizás el único bálsamo a su angustia y desamores, pues la melancolía del puerto, pero también sus alegrías, alimentan el corazón de los porteños, enamoramiento a ritmo de milonga y tango.

Mena así expresa su estado de ánimo frente a la tragedia de sus cerros queridos: “Llegas al colegio el lunes en la mañana y las clases están suspendidas. El incendio ya es noticia en el mundo entero y tú estás ahí parado, en medio de esos pasillos sin estudiantes. No eres amigo de nadie. Al director lo viste brevemente en la mañana y no te saludó, iba apurado. Los docentes y secretarias siguen encerrados en la sala de profesores, compartiendo un desayuno, mientras ven por el matinal de algún canal de televisión a la modelo de turno, con falsa preocupación, comentando los pormenores del desastre.

Termina por desaparecer la incertidumbre de tu contrato, ya no te importa el trabajo. Te desespera estar en el sinsentido de mirar la lluvia de cenizas en completa inmovilidad. Tienes una sola certeza: no quieres estar ahí. No puedes quedarte ahí parado y cumplir el horario del día tomando desayuno, viendo televisión o esperando al director, que de seguro anda en alguna reunión en la municipalidad con las autoridades, oponiéndose a que destinen el colegio como albergue.” .

La crítica al sistema y la desazón son elocuentes y el inmovilismo de la catástrofe confronta al protagonista con su búsqueda: “Sales del colegio sin decírselo a nadie. Sabes que no volverás. Sabes que estás mandando el único trabajo que tienes a la conchadesumadre. Buscarás otra cosa en lo que sea. Da lo mismo. Ya no lo soportas. No estás para convertirte en un profesor o educador que ve a los alumnos como números.” Es decir, bajo la construcción del argumento y la historia, subyace un manifiesto personal, que da cuenta del compromiso del autor con una visión particular y comprometida, que, sin necesidad de domiciliarse específicamente, sí da cuenta de la preocupación con una realidad poco feliz, y que impulsa la búsqueda constante de un sentido de pertenencia que estimule o de un sentido o significado alterno a una vida limitada por sus propias inseguridades y limitaciones.

3.- Roberto Bolaño y Fernando Mena: Diálogo entre buhardillas.

En el libro inédito “El Espíritu de la Ciencia Ficción” (Editorial Alfaguara, 2016) escrito por Roberto Bolaño a comienzo de la década de los ochenta, según lo retrata en su prólogo, Christopher Domínguez Michael, un joven autor en ciernes (Bolaño), comienza el desarrollo de los temas que darán ese sello tan propio del mundo y literatura del gran novelista chileno (a mi juicio el mejor del siglo XXI en este país). De esta forma, el prologuista nos expresa: “En la ciudad y en sus vidas todo lo importante parece suceder en ese momento mágico y efímero que separa la noche del día, en ese filo en el que el amor puede tornarse desamor y toda obsesión puede ser el germen de un futuro éxito”. La inestabilidad y fragilidad de los personajes, que marcan una novela iniciática, al igual que “Hogar”, marcan para ambos autores un viaje quizás sin retorno por los recovecos de la literatura y la realidad.

“La vida no es una novela. Al menos eso es lo que a ustedes les gustaría creer”, es la frase que inicia la alucinante novela de Laurent Binet: “La séptima función del lenguaje” (Editorial Seis Barral, 2015). En efecto, Mena acomete al embrujo de dicha dicotomía, por la cual los conflictos y deseos del protagonista lo conducen por derroteros sin ninguna planificación previa. Tal como acometen los personajes de la cosmovisión de un Bolaños joven, donde las preocupaciones del aquí y el ahora se superponen a cualquier convencionalismo, el encuentro de un camino propio, donde literatura y realidad se confunden y que Mena en la escritura de “Hogar”, le abre la puerta a dicha sujeción.

Recorriendo el D.F recuerdo vívidamente observar desde la calzada, la buhardilla donde Bolaño contemplaba el ocaso por sobre los edificios entre el ruido de los carros y el gentío que se agolpa a la salida de los trabajos, en las paradas de autobuses, en los puestos de comida rápida. De esta misma manera, la novela concluye mirando al océano, en un refugio nuevo, observando el horizonte bajo el bullicio del puerto que jamás descansa, lo que, a mi libre interpretación, me permite concluir que son ambos textos en cierto sentido parientes en sus ansiedades y desvelos, y que la semilla de Bolaño fue sembrada en fértil campo entre jóvenes escritores lo que en caso de Mena se agradece.

Como escribiera Derrida: “Intérpretes hay por todas partes. Cada uno habla su lengua aunque conozca un poco la del otro. Las argucias del intérprete son muy amplias y nunca prescinde de sus intereses”. Y este humilde intérprete vislumbra y agradece las páginas de “Hogar” como el estreno de espero sea la primera de varias novelas que permitan: tal cual reza la dedicación del libro de Fernando a quien escribe estas líneas, la bienvenida a un hogar común: la literatura realizada con la sinceridad de las olas.

Rony Núñez Mesquida
Analista, Escritor y Observador Internacional.

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