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IA: el nuevo jefe de campaña. Por Carlos Ojeda

La inteligencia artificial dejó de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en protagonista silenciosa de nuestras conversaciones, de nuestras búsquedas… y también de nuestras campañas políticas. En estas elecciones, la IA no solo redacta discursos o pule fotografías: fabrica multitudes, aplaudidores, gestos, relatos de éxito que jamás ocurrieron. Comunica, aunque no existan quienes la respalden.

El problema, sin embargo, no es la herramienta. Es la confianza. Porque todavía hay una línea muy fina —y cada vez más borrosa— entre lo que es real y lo que simplemente parece real. Para quienes trabajan en comunicación o tecnología, identificar una imagen alterada es casi un reflejo. Pero ¿qué ocurre con quienes no tienen esa “visión aguda”? ¿Qué pasa cuando la ilusión se confunde con la evidencia?

En el mundo corporativo, la IA ya es una herramienta instalada: automatiza procesos, multiplica ideas y acelera la producción de contenidos. Aprender a usarla es casi un nuevo requisito laboral. Pero cuando trasladamos ese mismo potencial al terreno electoral, la pregunta cambia: ¿estamos votando por propuestas… o por simulacros bien diseñados?

Vivimos en una era donde la duda se volvió una forma de defensa: “Es IA”, escribimos en los comentarios apenas una imagen nos genera sospechas. Y aun así, la tecnología sigue perfeccionándose para engañar incluso a quienes ya desconfiamos de todo. Las fotos ya no son el problema. Lo son los videos. La voz imitada. Los gestos que jamás sucedieron. El carisma generado por un algoritmo.

Imaginemos a un candidato que llena una plaza virtual, rodeada de un fervor inexistente. Si una sola persona lo cree, si un votante siente que ese apoyo multitudinario es real… entonces lo es. Porque la percepción también construye realidad.

La existencia de la IA abre puertas fascinantes, pero también plantea desafíos urgentes. Podemos crear nuevas formas de comunicar, sí, pero también nuevas formas de manipular. La democracia no solo se juega en urnas, sino en pantallas que no siempre cuentan la verdad.

Tal vez el verdadero acto de resistencia hoy sea este: preguntarnos quién habla… y quién programa lo que escuchamos.

Porque en tiempos donde lo falso puede ser más perfecto que lo real, cuidar la verdad es también cuidar el futuro que elegimos.

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