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Innovar es la consigna. Por Alicia Gariazzo

Cada cierto tiempo aparece en nuestro país algún dirigente político que habla de la economía del conocimiento o de la necesidad de innovar. Un tiempo hablaron de clusters, porque Michael Porter estaba de moda, pero sin conocer a cabalidad lo que la aplicación del concepto significaba en nuestra economía. El ministro Eyzaguirre, como Ministro de Hacienda, hizo alguna publicidad al respecto, pero de ello nunca más se supo. Sus ideas no consideraban que las empresas chilenas también fabrican sus insumos en el Asia, porque es mucho más barato allá, al contar con mano de obra casi esclava, y porque las Zonas de Procesamiento de las Exportaciones los liberan del pago de todo tipo de impuestos. Todas estas publicidades de nuestra clase política corresponden al reality en el que están envueltos. Sea porque se tiende más a la publicidad que a las acciones concretas, o porque el Estado tiene limitaciones constitucionales para interferir en la economía, en Chile no existe una economía del conocimiento. El Estado invierte poco en innovación, se producen muy pocas patentes y seguimos pagando millones en propiedad intelectual al primer mundo. No se crea el Ministerio de Ciencia y Tecnología prometido y funcionarios vinculados a la investigación científica salen a protestar a las calles por falta de recursos. Pero las soluciones no se encuentran necesariamente en gastar más, sino por lo menos en desarrollar una mínima coordinación entre lo ya existente, ya que actualmente hay un sin número de innovaciones y desarrollos tecnológicos en el sector privado concentrados en las empresas respectivas sin aprovechamiento de las economías externas, sin coordinación entre ellas mismas y menos entre el área pública y privada.

Además de la coordinación, es imprescindible la planificación, y la de la educación juega un rol fundamental, porque esta no es un bien de consumo, ni puede regularse libremente por las leyes de la oferta y la demanda, especialmente cuando no existe transparencia.

Xavier Sala i Martin, economista español y profesor de la Universidad de Columbia, opinó en el caso de la educación, que el sistema tradicional está entrenando a los niños para hacer lo mismo que hoy hacen los robots. Cree que justamente hay que enseñarles las cosas que los robots no pueden hacer: ser creativos, ser críticos, ser curiosos. En ese sentido, cree que "el enfoque del debate en Chile está equivocado". "Concentrar los esfuerzos a la edad universitaria no va a resolver el problema de fondo" porque "si uno no recibe educación primaria, lo demás no sirve", agregó.

La derecha le teme a la planificación y a la injerencia del Estado, pero es imprescindible que haya un ente que explique a los jóvenes por una parte, y al personal dedicado a la educación, a los colegios, a las universidades, por otra, cuales son los oficios y profesiones que el país necesita, para algo tan simple como encontrar trabajo. Sin querer perjudicar el negocio de la educación privada, este no será sustentable en el mediano plazo si está produciendo profesionales que no van a ser aptos para satisfacer las necesidades de la industria, o no van a ser requeridos por esta.

Por ejemplo, hoy mismo no sabemos si nuestros sistemas educacionales están formando profesionales y técnicos para el uso, arreglo y desarrollo de drones, aunque estos ya se usan en los sectores minero, vitivinícola, agrícola, ganadero y aún en la construcción para realizar mapeos, planimetría y termografía de terrenos. Se ignora el número exacto de drones existentes en el país, solo sabemos que cada uno pesa nueve kilos, pero desde que se publicó la normativa DAN 151 en abril del 2015 que regula la utilización de aeronaves a distancia, hasta hoy, ya hay 132 aparatos registrados. Los drones han agilizado etapas, aumentado competitividad y seguridad y, por supuesto, han eliminado la mano de obra que cumplía sus funciones para requerir otra diferente que los maneje, mantenga y repare.

No solo drones funcionan en nuestro país, hay tecnología digital en cientos de actividades y esta se desarrolla más día a día. Por ejemplo, una multinacional española, con una inversión superior al millón de dólares, ha anunciado en Chile la instalación del primer data center local, el cuarto a nivel mundial, con el que ofrecerá servicios de cloud computing para todo el Cono Sur. Hay infinitos ejemplos del desarrollo tecnológico que vive Chile, pero que jamás son comentados ni por la clase política, ni por los noticieros especializados. Siguen anclados en los 90 y se refieren a la pérdida de empleos como sinónimo de crisis cuando ello también puede significar un mayor desarrollo, modernización y aumento de la productividad. Pero, venga de donde venga, el desempleo no es bueno y hay que preocuparse de enfrentarlo, pero no con respuestas facilistas como dar garantía a los empleadores para que creen empleo, lo que es falso e inútil o, esperar que aumente el precio del cobre. Hay que enfrentarlo comenzando por la educación, especialmente porque hay una reforma educacional en marcha.

Nuestro sistema educativo funcionó para la era industrial, que requería la hiper especialización, porque cada uno debía ser una pieza sustituible de la misma maquinaria. En la era de la innovación y de la robótica esto ya no es verdad. Se necesita gente capaz de pensar de forma distinta en un mundo pleno de innovación. Como lo definen el ex Ministro del Trabajo de Bill Clinton, Robert Reich, y el sociólogo español, Manuel Castells, los mercados laborales en la economía global se estructuran con trabajadores “autoprogramables”, también llamados “analistas simbólicos” y con trabajadores “genéricos”. Los autoprogramables son profesionales altamente calificados que utilizan el conocimiento como materia prima y reciben una muy buena recompensa económica por ello. Son bilingües y la mayoría cuenta con estudios de postgrado. Los genéricos, con bajo valor agregado, se agrupan en dos categorías:

1. Trabajadores de servicios rutinarios de producción, como los obreros de fábricas y los telefonistas, cuya labor puede realizarse desde cualquier parte de la tierra, prueba de ello son las Zonas de Procesamiento de las Exportaciones, ZPE, hoy completamente radicadas fuera de Estados Unidos.

2. Trabajadores de servicios en persona, como los cajeros, administrativos, taxistas, camareros, quienes, según el sociólogo Anthony Giddens, protagonizan la “macdonalización” del mundo.”

En Chile, la educación entregada en los barrios de menores ingresos, produce los trabajadores genéricos que no requieren una educación de calidad. Los trabajadores subcontratados por obra o faena, las temporeras de la agricultura, las trabajadoras que desconchan los mariscos, las obreras de la salmonicultura, las trabajadoras a domicilio que reciben pago por pieza, todos los que ocupan puestos temporales con bajos salarios y condiciones precarias. La educación entregada en los barrios de mayores ingresos no es mucho mejor que la anterior, pero mejora en las universidades y prepara a los autoprogramables que terminarán sus estudios en Europa o Estados Unidos para ocupar los cargos de alta tecnología que requieren expertos modernos.

Como se puede ver, la discriminación en la educación impide al país aprovechar todas las capacidades intrínsecas de todos los chilenos. Se condena a la desaparición y al anonimato a los Neftalí Reyes y a las Lucila Godoy, como ocurre en toda sociedad segregada como la chilena. Segregada por barrios, por belleza, por plata, por región y por educación.

El Estado no solo deberá invertir en innovación, sino deberá asumir la responsabilidad de preparar a todos los chilenos para los nuevos desafíos de una economía digital que generará cada vez menos puestos de trabajo. Deberá ser capaz de diseñar planes educativos que permitan desarrollar las inteligencias naturales, desde la educación básica. Las capacidades de inventar y emprender comienzan a aparecer desde la infancia. Deberá crear todo tipo de estímulos para los más capaces, con becas, maestros adecuados y la creación de centros de estudios por comuna concentrados en invenciones.

Deberá diseñar con audacia políticas que impulsen la solidaridad y permitan orientar el ocio y la desocupación hacia la innovación y el emprendimiento

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