El genocidio que hoy se ciñe sobre tierras palestinas, pone en evidencia la imbricación colonial, patriarcal y capitalista que sitúa al Estado de Israel como punto de enclave del occidente geopolítico en oriente medio. Pensando y situándome desde los feminismos descoloniales, no puedo dejar de analizar el aparato político que busca la limpieza étnica y la erradicación de un pueblo, a partir de distintas estrategias y tecnologías de guerra que, ponen en evidencia como señala Rita Segato, la superinflación de la masculinidad hegemónica, blanca, racista y burguesa. Más aún, observar el patriarcado en zona de guerra, nos lleva necesariamente a visibilizar las múltiples formas de violencia que se imprimen en los cuerpos de las mujeres, niñas y cuerpos "feminizados" en Palestina.
Cuestionar la violencia sexual como un arma de guerra que busca el sometimiento de un pueblo, mediante la violencia directa hacia las mujeres. En este sentido, la violación, el control y el sometimiento inscrito en el cuerpo de las mujeres expulsa a la mujer, como establece Jean Franco, de lo social y de la humanidad reforzando la estructura patriarcal.
Sin embargo, cuando tal violencia viene acompañada del Estado, sus instituciones, el ejército y grupos de civiles organizados interpela traer a discusión el concepto de violencia política sexual abordado por Jocelyn Maldonado. La violencia política sexual evidencia la imbricación capitalista-patriarcal con razones instrumentales. Por tanto, reflexionando para este 8M sobre el genocidio en Palestina desde los ataques del 7 de octubre del 2023 en Gaza, y movilizada por una mirada descolonial, se transforma en un compromiso político visibilizar a las mujeres palestinas que han perdido a sus hijos, denunciar la violencia sexual, simbólica y burguesa del ejército israelí y enrostrar la impunidad internacional en la erradicación del pueblo palestino. Comunidad internacional que opera desde mecanismos políticos patriarcales en beneficio del reforzamiento de un sistema neoliberal que, ante y sobre todo, precariza la vida.
Según los reportes de AlJazeera el 70% de las muertes corresponde a mujeres y niños, hasta la fecha 20.800 personas han perdido sus vidas. La evidencia de la limpieza étnica del pueblo palestino en las corporalidades de mujeres y niños, deja las marcas de la guerra en la imposición de las jerarquizaciones sexo-genéricas, esclareciendo las relaciones de dominación y poder que sustentan en las estructuras patriarcales. Y pese a tales violencias, las mujeres palestinas resisten trabajando en hospitales, cuidando la vida en condiciones que refuerzan las violencias sobre la reproducción social, son quienes alimentan a sus hijos e hijas antes que a ellas mismas, quienes hoy tienen partos entre balas y muertes, quienes denuncian con sus rostros las violencias y quiénes gritan a las feministas del mundo para que las vean.
Según el reporte de enero de ONU mujeres, alrededor de 3.000 mujeres se han convertido en jefas de hogar, lo que tensa los conflictos y desigualdades provenientes de los roles de género, la autonomía económica, el trabajo remunerado y el trabajo de cuidados. Como feministas la invitación siempre es a cuestionarnos desde dónde estamos mirando y, porqué olvidamos que las mujeres no somos un grupo homogéneo, al contrario, la raza, la clase social, y el género siguen siendo elementos constitutivos de nuestras diferencias.
Francisca Rodó Donoso – Doctora en Ciencias Sociales