Una vez más como ha sido desde antiguas lunas, la frontera sur de nuestro territorio nacional, se consterna, se horroriza y llora acumulando rabias milenarias en la sangre que tiene ganas de convertirse en fuego. Una vez más el sicariato inquisidor y patronal muestra su verdadero rostro. A la usanza de las practicas más abominables del colonialismo inquisidor y el estado chileno que al igual que Israel con la Palestina que nos duele, pacificó la Araucanía para apropiarse del territorio bajo la estrategia donde la guerra de exterminio garantizaría la paz que colonos y gobernantes requerían.
Bajo este teatro operativo, simbólico y hegemónico, observamos una estrategia más o menos estable en los últimos 500 años. La Ñuque recibe el llanto impotente de los ningunos alimentando un caudal de fuego que reclama justicia frente a la hoguera de la lamgen en llamas.
Secuestrada por un puñado de asesinos despreciables que no satisfechos con la usurpación de la tierra, la cultura y la vida de aquellos que paradójicamente son los habitantes históricos de la forestal pradera en la que han convertido nuestro bosque nativo, y el robo desvergonzado de los cursos de agua con el que alimentan sus cultivos y ganados al servicio de su ambición siniestra. A Julia la queman, como si la misma muerte no fuera suficiente para pagar su atrevimiento.
Sin embargo, sabemos que el GOPE y la tropa castrense no irrumpirán en el fundo a punta de tanquetas, balazos y allanamiento. Porque, aunque quieran convencernos de que “las instituciones funcionan; garantizando igualdad frente a la ley”, no somos iguales, porque históricamente así lo han construido desde hace siglos. Porque al mapuche que quema camiones en un acto de reivindicación y legitimo ejercicio de control territorial, le meten cuatro balazos por la espalda, como a Catrileo o Catrillanca, mientras en esta causa el noticiero insiste en problematizar la filtración del expediente, entretanto los restos de Julia aún humean, en el patio de sus asesinos.
La infamia horrorosa de este crimen, no se reduce a un conflicto de tierras o medioambiental como nos intentarán hacer creer. Muy por el contrario, es la respuesta históricamente desplegada por la clase dominante contra todo aquel que amenace su infinita voracidad de riqueza y lucro. Sin duda el impulso que le ha dado al clasismo y la xenofobia del fan club del KKK criollo es parte de los discursos de odiosidad y superioridad de los Kast y los Kaiser de cada territorio, hoy también excitados por la homicida impunidad de Trump y su empeño por hacernos creer que es el dueño de todo lo habitado en el planeta, repartiendo bombas a todo el que perciba como una amenaza a su planeta.
Hoy duele con rabia, desprecio e indignación la Lamgen Julia Chuñil y el fuego que apagó sus restos. El fuego ha pedido la palabra y en el territorio que habito y que sé, le pertenece a ellos, aprendí que desde hace siempre este pueblo habla con pillanes y un antiguo me dijo a partir de todo lo descrito, que tal vez es hora de despertar la palabra de los ñem que lo habitan.
Marco Silva Cornejo
Académico en el Walmapu
