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La autonomía de los pueblos originarios/indígenas como problema epistemológico. Por Marcos Valdés

Advertencias a modo de introducción

Una advertencia que hay que hacer de entrada, es que esta es una reflexión en voz alta. No constituye un paper académico ni investigación científica en tanto tal. Con suerte, es una sistematización o compilación del material producido por el autor sobre el concepto de la autonomía de los pueblos originarios/indígenas que se ofrece como columna de opinión. Otra advertencia de rigor que hay que transparentar, es que buena parte del material de esta columna, es resultado de conversaciones y discusiones con mi buen amigo y colega Eduardo Curín que dieron origen al texto citado más adelante, pero que además forman el núcleo sustantivo de esta columna, lo que explica que en algunas partes de este texto se opine en conjunto. Vayan para él, mi respeto y gratitud. Con todo, esta columna de opinión es de mi entera responsabilidad.

Abriendo la discusión

La autonomía de los pueblos originarios/indígenas como problema epistemológico fue el título de una ponencia que presentó Valdés en un encuentro internacional de estudiantes de Sociología en la ciudad de Iquique el año 1994. 5 años más tarde, Curín y Valdés publicaron el texto titulado “A los intelectuales; o, de cómo resulta necesario repensar la cuestión mapuche. En Pueblo indígena: Desarrollo y Autogestión. Pérez, Sandra, comp. Instituto de Estudios Indígenas, Universidad de La Frontera. (2000)”, en donde los autores agregaron un paso más a la finalidad de producir teoría sobre el concepto que intenta desarrollar esta columna de opinión.

Pasado ese tiempo, una somera observación sobre la producción del concepto de autonomía, permite afirmar que dicho concepto no ha seguido un camino de construcción en Chile tal que se pueda utilizar para definir los predicamentos que aquel desafío implica. Básicamente porque, en general, los intelectuales orgánicos indígenas han abordado la problemática más bien, desde el punto de vista de la praxis, por lo que no es posible encontrar muchas propuestas teóricas respecto del concepto de autonomía, pero tampoco se vislumbra muchos esfuerzos de la intelectualidad no indígena asalariada por desarrollar o levantar siquiera la discusión al respecto.

Así las cosas, esta evidente falta de contenido teórico (o su continuidad) tuvo un punto de quiebre que chocó frontalmente con la realidad. En efecto, una de las grandes confusiones producidas en la convención constitucional que dio origen a la propuesta de Nueva Constitución I (en adelante NC1), fue precisamente el concepto de autonomía, su enfoque y consecuencias, dejándose a la discusión de su definición y alcance una eventual legislación posterior que normara tal concepto.

Esto supuso una doble consecuencia negativa: por un lado, se confundió, deliberada o ingenuamente, el concepto de autonomía con el concepto de libre determinación. Esta falta de erudición en los representantes indígenas y sus aliados en las deliberaciones del proceso NC1, rebeló el gran vacío teórico tal que una vez que los ciudadanos chilenos se vieron enfrentados a la decisión democrática de aceptar o no la NC1, le dieron un feroz portazo. Por otro lado, esta ambigüedad conceptual (en este caso y otros), instaló la percepción en la ciudadanía que los pueblos originarios/indígenas gozarían de dobles derechos o de derechos exclusivos y/o excluyentes respecto de los/as ciudadanos/as no indígenas.

Tal como puede apreciarse en la argumentación anterior, la definición y construcción conceptual es de necesidad crucial en cuanto a debate democrático se refiere. Y lo que se intentará hacer en lo que sigue, será procurar acortar las distancias comunicativas y tratar de procesar el concepto por lo menos de un modo tentativo. Nótese que este esfuerzo es de largo plazo y no se resolverá ni con mucho con esta humilde columna de opinión.

Pero vamos a lo atingente

En primer lugar, se propone una escisión metodológica que permitiría definir de dos modos distintos la autonomía de los pueblos originarios/indígenas (en adelante, APOI); (1) del modo positivo, donde una posible definición tentativa de autonomía podría ser: Proceso de autoconstrucción social/cultural/político/económico/religioso en donde la capacidad autopoiética sobre sí misma es la que viabiliza su proyecto social, y (2) del modo negativo, es decir, definiendo lo que no es la APOI.

En nuestro caso, creemos mucho más honesto y acertado, técnicamente hablando, acercarnos al concepto según el último modo propuesto, es decir, intentar definir lo que no es la APOI. Esta escisión metodológica tiene la ventaja de que nos permite afirmar que, para el caso indígena, se posibilitará diferenciar la conjugación de la realidad y al mismo tiempo enfocar las necesidades de proyección y reconstitución de los derechos históricos de los pueblos originarios/indígenas de modo distinto a como se las categoriza desde la sociedad cristiano-occidental moderna.

Por cierto, y siguiendo el razonamiento anterior, la APOI, no podría expresarse en la homologación de las categorías analíticas que se desprenden de la racionalidad occidental y de la ciencia, en tanto los pueblos originarios/indígenas portan su propia memoria histórica e identidad cultural, que resulta al menos, divergente al someterlas a la comparación respecto de dicha racionalidad..

Una derivada plausible es que, los pueblos originarios reivindicarían un tipo de autonomía que es mucho mayor en cuanto a alcance o al menos que la engloba a saber: la autonomía epistemológica: Ciertamente, este tipo de autonomía plantea que el modo de conocer e interpretar del mundo y entorno en el cual habitan y se reproducen los pueblos originarios es tan válido como cualquier otro referente de conocimiento. Como corolario de aquello es posible afirmar que la APOI en tanto proyecto social se igualaría con la modernidad y sería tan válida como esta. He aquí el quid del asunto.

Pero abordemos otras aristas:

Los Estados nacionales, dada su posición dominante y hegemónica, a menudo muestran suspicacias muy activas frente a las demandas de la APOI. Como consecuencia de aquello, dichos estados frecuentemente manifiestan resistencia y reticencia frente a tales demandas, llegando incluso a manipular y tergiversar la validez y naturaleza de las reivindicaciones de los pueblos originarios/indígenas. Esta actitud refleja, en el fondo, temor a perder poder y territorio frente a poblaciones tradicionalmente marginadas.

Pero además, esta reacción suele ser vinculada erróneamente como aspiraciones secesionistas, independentistas o como intentos de desarticulación de la integridad de los estados nacionales.

Por cierto, la APOI no puede ser homologada a procesos secesionistas, puesto que estos procesos implican en general, la voluntad de un grupo menor de dejar de formar parte de un estado nacional para constituir uno nuevo o unirse a otro, formando una nueva entidad geopolítica. Responde a un proceso que busca articular un estado de cosas dentro de un mismo orden social con un eje de coordenadas jurídicas distintas del sistema madre siguiendo la lógica de un sistema político cerrado.

La secesión, no resulta viable en el caso de los pueblos originarios/indígenas, ni es pretensión deseable, en tanto los pueblos originarios/indígenas tienen modos de organización social anterior en su génesis al origen de la modernidad y la asunción y consolidación de los estados nacionales. Por otro lado, se ha de tener en cuenta que en no pocas ocasiones, la territorialidad histórica indígena involucra más de un estado nacional, por lo tanto, no es posible hablar de pretensiones secesionistas respecto del proceso de APOI.

Evidentemente, el concepto de APOI no debe ser relacionado con el de independencia, puesto que ello se vincula con la separación de unidades jurisdiccionales pertenecientes a un mismo espacio político de organización social de carácter imperial que deciden despegarse de la influencia o dominio monacal y frecuentemente es iniciada por agentes sociales pertenecientes a una misma casta social y, que en general pretenden justificar la creación de un nuevo estado nacional que garantice sus ambiciones acumulativas.

La APOI no es una lucha política y exclusiva de dicha esfera, puesto que la política no es un discurso independiente en tanto tal, ella (la política) se articula en relación con un discurso que es producido y que la contiene; la racionalidad moderna.

La APOI no será posible sino se entiende como la sumatoria de múltiples autonomías territoriales, múltiples focos, múltiples prácticas culturales entre otras. Esto implica operar varios problemas adicionales. Uno de ellos, quizás el de mayor importancia en términos estratégicos, sea dilucidar las condiciones de posibilidad real de implementación de la APOI (dejamos instalada la pregunta, ya que resolverla en esta columna de opinión escapa a nuestras posibilidades materiales).

La APOI trasciende el razonamiento cultural, para transformarse en una categoría epistemológica, en la medida que lo que contiene en su interior, intentan disputarle a los discursos que surgen a partir de la racionalidad moderna, el mismo espacio de autoafirmación. Agregando además que la diferencia cultural no puede quedar referida a una comparación o referencia sobre un otro, sino a una autoafirmación cultural e histórica distinta.

Afirmamos que la APOI no es igual a la libre determinación de los pueblos originarios/indígenas. En efecto, en América Latina, países como Bolivia, México, Nicaragua, Panamá y Perú han impulsado procesos que se han denominado de autonomía pero siempre dentro de la lógica de los estados nacionales cuidando de su integridad geopolítica y al interior de la racionalidad occidental. En realidad, estos procesos se pueden categorizar como procesos de libre determinación (o autonomía soft) y no necesariamente de autonomía propiamente tal, puesto que la autonomía (tal como la proponemos) no transita por la misma vereda que la lógica de los complejos normativos de las relaciones sociales ligados a la modernidad que deviene en control social moderno y de la cual provienen todos sus corpus institucionales; El ser indígena se relaciona con los hombres y el entorno de modo distinto que como lo hace la racionalidad occidental. En lo propiamente indígena no existe la separación entre el hombre y naturaleza, como existe en la modernidad, por mencionar de una manera simplificada el problema. A los pueblos originarios/indígenas no solo nos distinguen los temas de fronteras institucionales, sino otros igualmente complejos como la cotidianeidad, las relaciones sociales y el modo de producción. Una derivada sustantiva de lo anterior es que que no es deseable bajo ningún punto de vista, admitir argumentos que validen la idea de generar un estado dentro de otro estado o un estado diferente.

Ahora bien, dejando un poco de lado esta opción metodológica inicial, es posible afirmar que las coordenadas mínimas desde las cuales serían posible la implementación de los proyectos de APOI son, a lo menos, dos:

1) Territorio. Los pueblos originarios/indígenas reclaman para sí un territorio específico en donde habitaron ancestralmente. Estos territorios no necesariamente son reconocidos por los estados nacionales ni coinciden con estos en términos geopolíticos. Cabe hacer notar que territorio es distinto de la tierra, primero, porque el concepto de la tierra remite a una cuestión de mercado, puesto que por un lado, la “tierra” se transa en el mercado y por el otro lado, la tierra no connota necesariamente la idea de espacio territorial de reproducción cultural, filosófico, político, económico y espiritual. Segundo, el territorio no se transa en el mercado. Es un concepto geopolítico en que existen las condiciones materiales para la reproducción social, cultural y política de los pueblos originarios/indígenas.

La APOI no comporta sólo la recuperación física de tierra, puesto que a pesar de que ello es posible, no podrá zafarse de la imposición que representa la lógica moderna, el concepto de estado nacional y todos sus aparatos de organización cultural, social, política y económica, en otras palabras, el territorio es el que define la posibilidad de la APOI.

2) Control territorial. Este concepto aplica la idea que en cierto espacio de reproducción social, cultural y político, este debe ser administrado, tutelado y gobernado por los que ancestralmente ocuparon dichos territorios. El control territorial es un proceso de generación de administración efectiva sobre la definición de conocimientos, diseños, políticas y técnicas, con capacidad de selección de lo que es y no es necesario de implementar en la contingencia, acorde a los escenarios de la historia y la coyuntura, de modo de expresar la esencia dialéctica que caracteriza a los pueblos originarios/indígenas.

El control territorial como coordenada mínima presenta suficientes antecedentes empíricos y experiencia histórica acumulada. En ese sentido, existen sobrados elementos, razones y argumentos históricos para suponer que para iniciar procesos de autonomía es necesario el territorio y su control. Esto implica que se debe recuperar el control material de los espacios territoriales, sociales y culturales de los pueblos originarios/indígenas. Obviamente es más fácil decirlo que hacerlo. En efecto, no todos los pueblos originarios/indígenas están en condiciones de llevar a cabo procesos de recuperación territorial dado sus altos niveles de colonización y dependencia, por lo que el paso previo será avanzar en procesos de ingeniería inversa y de descolonización ideológica.

Desde esa perspectiva, más importante que la tierra, son los espacios territoriales, y por ello, es necesario analizar la factibilidad real de ejercer control territorial sobre esos espacios y que por supuesto no puede, ni debe darse en un plano meramente simbólico. De lo que se trata, es conjugar objetivamente las condiciones materiales de existencia ya sea de tipo filosófico, político, cultural y/o geográfico con su aplicación material y efectiva desde lo indígena, en donde el transcurso, proceso, rumbo y en última instancia su proyecto social, las pueda expresar de manera separada de la racionalidad occidental.

Se admite que este aspecto es controversial toda vez que muchos estados nacionales ven amenazadas sus fronteras nacionales en términos geopolíticos en la medida que potencialmente la exigencia de territorio y su control eventualmente podrían desarticular dichos estados nacionales. Pero como ya se ha afirmado con anterioridad, no es pretensión plausible la instalación de un estado dentro del estado o un nuevo estado, puesto que eso significa entre otras cosas, validar la racionalidad occidental.

Intentando conclusiones

En las últimas décadas, el concepto de autonomía de los pueblos originarios/indígenas (APOI) ha sido objeto de intenso debate y reflexión. Este diálogo comenzó a tomar forma en los años 90, cuando académicos y líderes indígenas empezaron a abordar la cuestión desde perspectivas tanto teóricas como prácticas con diverso alcance y resultados. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos iniciales, el desarrollo conceptual de la APOI, a lo menos en Chile, ha sido intermitente y, en gran medida, insuficiente.

Esta carencia teórica se hizo evidente durante el reciente proceso constitucional I. La propuesta de Nueva Constitución que surgió de dicho proceso reveló profundas confusiones sobre el significado y alcance del concepto de autonomía. Muchos confundieron el concepto con el de libre determinación, lo que generó malentendidos y resistencia entre la ciudadanía. Esta ambigüedad conceptual llevó a muchos a temer que se estuvieran otorgando "dobles derechos" o privilegios exclusivos a los pueblos indígenas, contribuyendo al rechazo de la propuesta constitucional.

Frente a esta situación, se propone un nuevo enfoque para abordar la APOI. En lugar de definirla por lo que es, se sugiere hacerlo por lo que no es. Así, se establece que la APOI no es equiparable a las categorías analíticas occidentales, no busca la secesión o la independencia, no se limita a una lucha política y no es sinónimo de libre determinación.

La APOI, en esencia, trasciende el ámbito cultural para convertirse en una cuestión epistemológica. Implica una forma distinta de entender y relacionarse con el mundo, que no se ajusta necesariamente a los paradigmas de la modernidad occidental. No se trata de crear "un estado dentro de otro estado", sino de reconocer y respetar formas ancestrales de organización social, cultural y política. Pero hay que decirlo fuerte y claro, sin pedir permiso ni solicitar la venia de nadie: la lucha por la APOI, es una lucha en contra de un tipo de racionalidad anclada en un discurso de poder que representa la racionalidad occidental. Razón por la cual, afirmo que la APOI es un problema epistemológico.

Según este criterio, la APOI es viable, en la medida que existen en el campo real 2 elementos fundamentales: el territorio y el control territorial. El territorio, más allá de ser un simple espacio físico o una propiedad comercializable, representa el ámbito donde se reproduce la cultura y la cosmovisión de los pueblos originarios/indígenas. El control territorial, por su parte, implica la capacidad de los pueblos originarios/indígenas de administrar y gobernar estos espacios según sus propias tradiciones y necesidades. Nótese que estos 2 elementos están directamente vinculados con otros 2 elementos: identidad y memoria histórica. Este es el paquete conceptual inicial para comenzar a viabilizar la APOI.

La APOI es un problema de a lo menos doble arista y por lo tanto requiere doble solución, por un lado, los estados nacionales y sus ciudadanos deben reconocer la factibilidad real de un proyecto social autónomo para los pueblos originarios/indígenas, y en segundo lugar, corresponde a los pueblos originarios/indígenas comenzar a construir decididamente las condiciones objetivas y subjetivas para lograr una correlación de fuerzas tal que sea posible la APOI.

Hasta aquí, se ha opinado sobre varios elementos controversiales y que se admite que requieren mayor desarrollo, pero no existen condiciones de posibilidad de desarrollar en esta breve columna de opinión. Pero para sintetizar se dejan enunciados y son los que siguen:

(a) La APOI no es igual a la libre determinación de los Pueblos Originarios/Indígenas. (b) La tierra no es igual a territorio. (c) La APOI reivindica un tipo de racionalidad distinta de la racionalidad moderna y reivindica su validez frente a esta.

Dejamos pendiente pronunciarnos respecto de la crítica que hizo José Marimán a Curín y Valdés en su libro “Autodeterminación. Ideas políticas mapuche en el albor del siglo XXI”.

También se deja pendiente pronunciarse sobre una pequeña nota de Fernando Pairican publicada en: Le Monde Diplomatique: edición chilena. Julio 2024, cuyo título es: “Pueblos originarios: en la búsqueda de caminos hacia la autonomía” y para finalizar, se queda en deuda respecto de la conceptualización y categorización de la “sociedad amoderna”, concepto clave e íntimamente ligado a la Autonomía de los Pueblos Originarios.

Marcos Valdés
Sociólogo
marcos.valdes@uc.cl

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