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La Barca de los Conjuros de Alejandra Ziebrecht. Por Hans Schuster

La Barca de los Conjuros de Alejandra Ziebrecht, Ediciones ContraMaestre, Editores Confabulados SpA, Impresores: Gráfica LOM, Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, Convocatoria 2018, Santiago, 168 páginas. Poesía chilena.

Cuando la crónica se transforma en verso hasta las sombras más oscuras hablan de poesía amorosa, porque son las astillas de las barcas las que recorrerán las páginas de los siglos, aunque estén recién encalladas, se enterrarán en las uñas del libre albedrío y no quedará otra que seguir leyendo, porque te verás atrapado en la palabra exacta. Esa que te dejó sin aliento y se revuelca sola como si fuera un alevín de soledades que intuye marejadas, así de rápido se cae en las premoniciones y en los conjuros, porque la palabra Barca, es un objeto ritual, en especial del pueblo nación Wounaan, pueblo indígena que habita en las cuencas del bajo San Juan, municipios del Litoral de San Juan, Istmina y Pizarro; el río Curiche, municipio de Juradó, en Colombia; y en la Comarca Emberá-Wounaan, entre Colombia y Panamá (cuyo canal la codicia de Trump quiere para sí, al igual que Groenlandia y Gaza) estos pueblos indígenas son conocidos también como Wauna, Waunana, Chanco o Noanamá, (recordemos que hoy, 21 de febrero, es el día internacional de la lengua materna, y hoy existen aproximadamente más siete mil lenguas vivas y se calcula que más de la mitad desaparecerá en éste siglo) desde tiempos inmemoriales que el pueblo nación Wounaan vienen tallando en madera la balsa por un Jaibaná (líder espiritual), para hacer frente a la desgracia, las enfermedades y la muerte, y son rituales de gran importancia y algunos de varios días. Para el pueblo nación mapuche Wampo es la embarcación del árbol ahuecado, que cumple distintos fines de pesca y traslado, en algunas comunidades, antaño, en algunas localidades el difunto también allí emprendía el viaje hacia mar adentro. En la cultura occidental está Creonte, traspasando las almas cuando los cuerpos llevaban una moneda en cada ojo, o bajo la lengua ese era el pago, luego vendrá el memorable Pedro Calderón de la Barca con su sabiduría ante la vida como un frenesí. “¿Qué es la vida?: una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Dicho así no suena tan occidental, porque no es coincidencia, de que las culturas primitivas europeas también, al igual que los pueblos naciones amerindios, vean en los sueños una proyección del futuro y de la vida, las runas, por ejemplo, significan misterio, susurro o secreto en las lenguas germánicas, y aunque muchos las utilizan como una forma de adivinación era un sistema de lectura para ayudar a comprender situaciones, lanzándolas para contestar preguntas, pocos conocen el origen y la explicación de esta curiosa, antigua y lejana tradición mística, que tiene que ver con caracteres alfabéticos que existen desde hace más de 2.000 años y fueron creadas y utilizadas por los vikingos como una forma de cultura escrita. Dicho de otra forma, las runas son las letras del alfabeto rúnico que sirvieron como medio de comunicación en varios pueblos germánicos, así como en los pueblos norgermánicos, de los que descendían los vikingos. Y había algo de misticismo y ensoñación, pues la lectura de las runas también podía aparecer en sueños, y los espíritus se hacían presente para acompañar a sus descendencias frente a momentos de decisiones cruciales. Desde entonces, los antiguos escandinavos las consideraban como un medio de comunicación con los dioses y los espíritus y solían ser un recurso de adivinación parecido al oráculo en la mitología griega. Con el auge del cristianismo y su imposición de que la adivinación por medio de las runas eran prácticas paganas que servían como medio de comunicación con lo maligno, fue perdiendo en parte su tradición. Actualmente, y gracias a la libertad de culto y pensamiento en gran parte de las culturas occidentales, las runas son estudiadas y utilizadas como medio de adivinación, conocimiento y evolución personal. Algo similar ocurre con los “chamanes” de los pueblos originarios que son capaces de leer la orina, el huevo en la vasija de agua, lanzar huesos pequeños o caracoles, por nombrar algunas formas.

Vamos al libro de Alejandra Ziebrecht, podríamos pensar que lo invocado como conjuro es algo más que una fórmula mágica que se recita, escribe o se dice para consumar actos asombrosos. Se utiliza para invocar a una divinidad, un creador o creadora, para hacer un artificio, un engaño, una pieza literaria para exorcizar o ahuyentar el mal, tanto externo como interno, de allí que Alejandra nos invite en su PREFACIO (4 poemas) con un epígrafe de Juan Carlos Onetti- ya veremos que será mentado varias veces, a modo de autor-personaje que convive en el poema-novela, con la hablante junto a otros, como Gatsby personaje y Fitzgerald como autor-personaje, y así comienzan a mezclarse la literatura con la realidad. Luego viene la OBERTURA (16 poemas) con un epígrafe de la propia Alejandra Ziebrecht, entonces la hablante pone en duda o intenta ocultarla, dado que apenas usa las siglas A.Z., y esta segunda parte, trae reminiscencias de la década del ‘90, mencionando el film basado en la historia del piloto Húngaro que muere de disentería (El paciente inglés) que se conjuga con “El laberinto de la Soledad” de Octavio Paz, entonces vemos como van apareciendo personajes y autores/as literarios, la obertura es un acercamiento a la búsqueda de identidad, que la hablante sabe que posee, al menos en materia literaria, de allí las descripciones del Cuarto, y aparece Virginia Woolf y Giacomo Leopardi, para exaltar la pasión, el espacio romántico, la amorosa ideología atormentada del intimismo elegíaco, que se contrapone con Chinaski (personaje creado por Bukowski, que también asume su rol de autor-personaje), para contrarrestar con la realidad cruda, ese realismo sucio que sin adornos- sino hubiese puesto la ese sería fatal- termina escuchando a Wagner, y acusan a la hablante de nazi, mientras ella les revolotea sus ancestros judíos para apaciguar los versos de la novela en construcción y de la cual se nos dice que la escribe otro. La otredad, en el delirio de la prueba, pone a Berkeley frente al Quijote, ambos en los extremos del delirio, el primero ante los hechos y el segundo ante la locura, aunque en la lógica de los supuestos, la literatura será siempre un doble engaño, un espejismo en la seguidilla de espejos, de allí que vengan a conversar Emily Brontë, Ernesto Sábato y la Mona Lisa, en tanto en esta Odisea ya habían comenzado los naufragios.

La tercera parte PRELUDIOS (24 poemas) con un epígrafe de F. Scott Fitzgerald, y los personajes y autores-personajes entre ellos Kavafis, La Mona Lisa, Albert Camus, Meursault (Personaje de El extranjero) el Asperger quien como sabemos mata al árabe, hasta aquí el texto da cuenta de la indiferencia, mientras conversa con Margarita (Duras) y Virginia (Wolf), estos preludios de asombro y de dolor apelan a la memoria de la escritura occidental del último siglo con sus gritos de fracaso y ese ruido de cuchillos que escriben con furia en la carne del poema, por eso llega la cuarta parte NOCTURNOS (17 poemas) con un epígrafe de Constantino Kavafis, mientras se pasea la sombra de Chopin y tose y ahora es Idea Vilariño, la ensayista y crítica literaria Uruguaya, la que habla con la hablante como también Magdalena la sufriente por la pasión de Cristo en el madero y Milan Kundera, ante ese dolor aún más insoportable, porque las relaciones de pareja se ven siempre entre conflictos y contradicciones, de allí tanto conjuro, y esa levedad estética y sórdida al mismo tiempo en la trama (Pero ni Kundera ni la hablante de Ziebrecht, hacen mención a Nietzsche, que es quien desde siempre pone los puntos sobre las íes, mientras la vida se sucede para en una sola vez perder su peso) tal vez por eso aparecen Blake, Rilke, Cortázar, La Maga, Rocamadur, Horacio, Leopardi, Van Gogh; Pizarnik, y entonces el espejo se multiplica con las dos Alejandras, y ya se confunden los cuartos propios e impropios, se confunden la crónica de la novela y los versos y anversos que siguen fluyendo, a ratos más pausados para llegar al ADAGIO (18 poemas) y la nostalgia gotea su tortura de abismos insomnes, acá el epígrafe es de Clarice Lispector, la escritora Ucraniana Brasileña, cuya vida también fue otra temporada en el infierno y terminó quemada y con su mano amputada, pero siguió escribiendo y entonces hablan Genet y Wilde, y hay una oscuridad tierna por la pasión en lo salvaje y hay momentos para escuchar a Silvia Plath, la poetisa del trastorno afectivo bipolar, y aparecen Donoso, Ginsberg, Henry (Miller) y Anaïs, entre la seguidilla de espejos y engaños la literatura sabe dónde los personajes se transforman pero los autores y autoras siguen siendo los mismos, los espejismos atribulados en los espejos echan de menos a Joyce (que nunca es nombrado), pero si la literatura rusa que entra al galope con carruajes negros perlados al látigo de Dostoievski, Raskólnikov, Tolstoi, y antes o entremedio hablaba Alejandra con Pasternak, con Rulfo: y la pierna de Rimbaud se va pudriendo de a poco, porque los textos son como muñecas rusas, uno encaja dentro de otro ante la gran novela que se escribe en verso y la aventura de la Barca es la misma repetida entre los siglos, sólo que cambian los conjuros y quienes los invocan, porque hay otros ocultos en lo no dicho, y se cierra la novela-poemario con; “Y nadie podría descifrar a los que allí habitaron” (pp.164) y la hablante tiene razón, los versos son también conjuros populares, y hay una novela velada, entre tanto personaje que cruza los puentes de cada página y en plena popa algún lector, abrirá los brazos hacia el cielo literario en la atiborrada Barca de los Conjuros, con una sonrisa incierta, se trasladará un grito en plena noche, dirán que ya es suficiente, que la política global del calentamiento ideológico no vale la pena porque todo se irá al infierno de la codicia (Milei es un último cripto-ejemplo), y es cuestión de esperar, nuevos incendios e inundaciones, porque los cíclopes dueños del dinero tienen su propia barca y los conjuros son siempre con sangre de los pueblos. Alejandra Ziebrecht nos pone ante el espejo literario con un destino lapidario, mientras las llamas del dolor amoroso vienen desde el cuarto y los estantes y casi no nos hemos dado cuenta que estamos ante una obra de síntesis que sortea géneros literarios mientras vuelve a la música atormentada del sentido, o lo sentido y sin saber cómo hemos navegado compartiendo los conjuros.

 

Hans Schuster, escritor.

 

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