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La ciencia es política. Por Cristhian Almonacid Díaz

En las redes sociales suelen ocurrir debates sustanciosos. Uno de ellos tiene que ver con el tweet publicado el 1 de diciembre por el cientista político Patricio Navia a propósito de la incorporación de Marcelo Lagos al comando de Gabriel Boric: “El conocimiento cientifico (sic) no tiene colores políticos.

Cuando los científicos pretenden ponerle colores políticos al conocimiento y a la ciencia, dejan la ciencia y se pasan a la trinchera. Es su derecho como ciudadanos, pero no digan que están haciendo ciencia”. A este tweet respondieron varias personas de la red, pero una respuesta en particular llamó mi atención. Cristina Dorador, reconocida científica y actual constituyente por el distrito 3, responde citando el tweet de Navia: “La ciencia es política”. El debate, insisto, da para bastante y en mi caso quisiera aportar una perspectiva. El punto de partida se basa en dos prejuicios discutibles, el primero es que se suele confundir teoría del conocimiento con teoría de la ciencia. Y el segundo, es que la cuestión política se reduce al campo partidista. La expresión sucinta de Cristina Dorador, a mi modo de ver, resolvió estos dos prejuicios de un paraguazo y quisiera explicar cómo. Es una confusión igualar teoría del conocimiento y teoría de la ciencia.

Mientras la teoría del conocimiento, filosóficamente hablando, se preocupa de establecer las condiciones que posee la razón para la posibilidad de todo conocimiento (v.g. Kant), la teoría de la ciencia empírica se subsume a la teoría del conocimiento en la medida que desarrolla algunas de aquellas condiciones, siguiendo un método científico para alcanzar saberes basados en la evidencia.

Se pueden desprender desde lo dicho al menos dos cosas: primero, que la ciencia empírica no tiene a su haber todo conocimiento posible y, segundo, que la razón posee otras condiciones de posibilidad cognoscitiva que pueden aportar saberes en la ciencia. En este orden de cosas, por ejemplo, siguiendo la estela kantiana, Wilhelm Dilthey aportó la idea que entre las condiciones ineludibles de la razón se encuentra su condición histórica. Tal como lo expresa Gadamer en su texto El problema de la conciencia histórica: “Dilthey subraya que sólo podemos conocer desde una perspectiva histórica puesto que nosotros mismos somos ya siempre seres históricos”. Esta contundente apreciación filosófica nos lleva a comprender, por ejemplo, por qué la inteligencia artificial es tema científico en el s.XXI y no lo fue el s.XVI. Esto quiere decir también que una razón científica no transita en su momento histórico como elevada sobre sus pies sin tocar tierra firme. Toda persona científica hará ciencia y comunicará ciencia irremediablemente atravesada por la conciencia histórica de su razón.

Es aquí donde se abre mi reflexión respecto al segundo prejuicio, el hecho político no es igual a la cuestión partidista. Lo político tiene que ver con el desenvolvimiento histórico de la existencia común dentro de la sociedad. No hay actividad humana que pueda sustraerse a lo político, porque no hay actividad humana que pueda desarrollarse sin el sentido de alteridad. Hay ciencia porque hay alguien, y no nadie. Las ciencias en medio de la ciudad ponen su conocimiento a disposición de todas y todos. El conocimiento de la científica y el científico, se despliega mediante un compromiso con la humanidad que los constituye. Es irrisorio pensar que el saber científico se desarrolla de espalda a la sociedad, como si la ciencia estuviera destinada a quedar encerrada en la revista indexada, en un capítulo de libro o fuera desarrollada para el deleite de los gamusinos.

De manera que decir “la ciencia es política” es un acierto. Es una verdad que se despliega en la inevitable condición histórica de todo saber científico que está al servicio de la sociedad en la que está inserto.

Dr. Cristhian Almonacid Díaz, director del Magister en Ética y Formación Ciudadana de la Universidad Católica del Maule

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