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La cultura coreana, en el presente chileno. ¿Tan cerca y tan lejos? Por Hernán García Moresco y José Orellana Yáñez

Por estos días es común escuchar hablar de series, programas, comidas, música, actores o, gestos sociales, entre otros elementos que caracterizan la cultura coreana.

Sin ir muy lejos un candidato a Gobernador presentaba, hace unos meses su campaña con un gesto al cruzar el dedo índice con el pulgar, en forma de corazón. Sumemos a esto la proliferación de locales de comida coreana en Chile, donde se destaca el kimchi. Para que decir en la música, el K-pop está desde hace años promocionado diversos estilos musicales como pop, rap, EMD, rock o R&B y su último elemento más promotor: las series de televisión (con gran éxito de audiencia).

Los llamados K-dramas, o su traducción… dramas coreanos, han alcanzado una gran popularidad, no solo en Chile, sino a nivel mundial, principalmente por la diversidad de géneros, con desarrollos inesperados en los desenlaces, según indica la crítica respectiva, sumado a la promoción de valores familiares, de respeto a los mayores, combinando la emoción y el romance, además. Distintivo es, el desarrollo de una fuerte orientación hacia la familia y lo colectivo, por sobre lo individual.

Claramente, estos últimos elementos centrales en la vida coreana son contradictorios con aquellos que promocionan nuestros medios locales, a través de los reality shows, donde prima y es exacerbado el individualismo, la traición, la descalificación, en general comportamientos negativos.

Cuando hablamos de la cultura Coreana, nos referimos a Corea del Sur, una democracia liberal con una población electoral cercana a los 44 millones de personas, donde eligen un parlamento unicameral de 300 miembros y cuya principal agrupación política es el Partido Demócrata (Centro izquierda), con 171 escaños electos en mayo del 2024. No obstante, han vivido la destitución del presidente Yoon Suk Yeol, producto de su controvertida declaración de ley marcial y fue electo, pasados 60 días de la destitución, el militante del PD Lee Jae-myung.

Esta asimilación cultural en Chile ya la hemos vivido. Basta recordar que hace años comenzó la peruanización de la gastronomía, previamente se vivió lo mismo con la comida china y luego particularmente con el sushi. La cultura chilena se ha visto influenciada por el avecinamiento de distintos orígenes de personas que han legado tradiciones diversas, entre ellas, la culinaria.

Asimilamos una parte de su aporte (descrito en términos generales y positivos), pero nos falta sumar valores positivos, nos falta incluir el respeto a lo colectivo por sobre lo individual, a la espiritualidad, el valor de la familia. Nos falta asumir los errores públicamente, más que llenarse de excusas (caso Javier Etcheberry), actuar con la dignidad del cargo (caso Monsalve), hacer que primen las éticas positivas de la profesión y la persona (Caso Hermosilla, sueldo Cubillos), buscar influenciar producto de los lazos familiares (Casos Caval, Casa de Salvador Allende y Convenios), usar el uniforme como excusa para defraudar al estado (Casos Pacogate, recientemente Fach y Militares del norte) y, todos aquellos que buscan usar el poder en beneficio propio, normalizando las prácticas irregulares, erosionando la confianza de la ciudadanía en instituciones como es el reciente caso que involucra a la jueza Irene Rodríguez.

Nada dice que comiendo kimchi implicará cambio en: dejar de usar licencias médicas fraudulentas para salir de vacaciones o, que el ciclista o conductores de Scooters sean más respetuosos con los peatones, o bien, que los conductores de motos respeten las señaléticas o que los vecinos dejen de resolver sus diferencias con armas de fuego, o finalmente, que el vuelto de la compra del pan sea el correcto, entre otros innumerables casos.

No es solo la dimensión de poder o su acceso, lo que hace prevalecer querer actuar al margen de la ley, saltarse la fila o alcanzar estatus sin recorrer el camino adecuado. Se ha transformado en una práctica más allá del estatus social o la ubicación laboral, es una cultura que está permeada por la carencia de ética y respeto. Todos piden (pedimos) respeto, pero no está asimilado donde comienza, cómo se debe resolver.

A pesar de todo, los barómetros latinoamericanos indican que tanto Chile como Uruguay son los países con mayor percepción de transparencia institucional.

El mensaje está en lo cotidiano, en la relación entre las personas, en el actuar diario que, hasta hace un tiempo atrás, se basaba en el respeto y hoy, poco se ve de aquello (ceder el asiento en el bus, por ejemplo). No se trata de culpar de ello a los programas de educación básica/media, o al aumento de deserción escolar o baja formación de docentes para los distintos niveles. Más bien pareciera que la búsqueda de privilegios, a todo nivel, es más fuerte. Y es difícil de combatir cuando las historias de televisión profitan de la meta y, por lo tanto, quienes no alcanzan se llenan de rabias, frustraciones, rencores y/o temores.

Sabemos que una sociedad aspiracional, en la dinámica actual del crimen organizado aparentemente permeando las instituciones (de delincuencia de cuello y corbata y también en las esquinas), suma miedos; permitiendo en Chile que populistas de derechas (o de donde provengan) puedan promover una estrategia electoral. En el pasado reciente, otros usaron la desesperanza y las frustraciones para llegar al gobierno.

¿Cómo se resuelve esto en la actual cultura chilena? Comiendo más wantán, sushi, kimchi o buscando combinar adecuadamente una propuesta económica de gobierno y sumando una carga de principios positivos para mejorar las relaciones sociales en Chile (tolerancia, solidaridad, inclusión, otros). Lo uno sin lo otro, no está en las culturas más antiguas de la humanidad. Debemos sumar el respeto en el lenguaje, en la familia y en el trabajo.

No solo de indicadores económicos, se vive en sociedad.

Hernán García Moresco, Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica. Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH

José Orellana Yáñez, Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Integrante del Centro para el Desarrollo Comunal Padre Hurtado.

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