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La decoloniedad como perspectiva otra al desarrollo sustentable. Claves para una participación ciudadana local. Por Felipe Barrios Valdés, Patricio Moyano Ponce y Carlos Olivares Sepúlveda

Durante el último período de la historia contemporánea se han expresado diversos sucesos coyunturales de grandes transformaciones tanto a nivel país, como internacional. Donde de hace décadas la sociedad entró en lo que Arruda (2010) define como una crisis civilizatoria, cuyo sistema económico capitalista de corte neoliberal ha llevado a la humanidad a una precarización de la vida, agudizando las desigualdades e injusticias, como también la degradación de los ambientes por el extractivismo de la naturaleza reduciendo considerablemente la vida de las especies.

Dentro de este marco de crisis, trae consigo un drástico cambio ideológico (político, económico, social y cultural) en las sociedades, ejerciendo por sobre ellas un modelo colonizador dominante, que, por consecuencia se transforman en sociedades subalternas, produciendo un descentramiento de la identidad ciudadana, es decir que “la cultura de la fase actual de la modernidad consume bienes entendidos como “valores signos” (Fair, 2008, pág. 243), que se traducen en alienación, por lo que la ciudadanía se encuentra sujeta al paradigma del sobreconsumo y el individualismo por sobre la solidaridad y el colectivismo. Chile, en este caso no es la excepción frente a este panorama al ser la cuna del neoliberalismo ya que garantiza toda inversión que tenga capital de carácter transnacional. Cabe resaltar que no es casualidad que este haya sido el primer país en implementar la nueva doctrina del capitalismo, convirtiéndose en uno de los países más desiguales del mundo. Debido a esto, se puede inferir el trasfondo de la detonación del estallido social del 18 de octubre del 2019, dejando entrever la inconformidad y malestar ciudadano ante el modelo imperante materializado en la Constitución del 80.

Esta coyuntura abrió instancias de participación y discusión frente a un proceso constituyente generado por la ciudadanía en este llamado “despertar” que cuestionó los acuerdos tomados por la clase política, la que en vez de avanzar hacia una real democracia participativa ha perpetuado el modelo político-económico de la dictadura que llevó a la misma crisis social. De esta manera, es imperativo analizar dicho proceso desde miradas “otras” como lo es la pedagogía decolonial, que invita a repensar y cuestionar este “despertar” de la ciudadanía en clave contrahegemónica planteada desde los oprimidos, quienes develan la disfuncionalidad del sistema.

El desarrollo sustentable (en adelante DS) es considerado por las Naciones Unidas como una estrategia para dar una posible solución a esta crisis, que supone garantizar el bienestar social y económico de la población basado en la protección del medioambiente “para satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras, para satisfacer sus propias necesidades” (ONU, 1987, pág. 37). En este contexto, la educación decolonial es el eje fundamental para entender los efectos de la interrelación economía-medioambiente, principal articulador y modelador de las sociedades. La educación es el instrumento por el cual las nuevas generaciones pueden amparar esta concepción de igualdad social en concordancia con el medioambiente y la economía. De esta manera, dicho escrito cuestiona en qué medida el DS puede ser usado como una herramienta que fomente la formación ciudadana en clave ético-política desde nuevas perspectivas de pensamiento.

Teniendo estos antecedentes se insta a que el proceso educativo cree instancias en las cuales se plantee una crítica desde un posicionamiento epistemológico contrario a los actuales estándares pedagógicos que limitan el accionar docente-discente, viéndose expuesta a la tecnocracia o saberes expertos implicados desde la neutralidad. Sin embargo, el Currículum Nacional se posiciona de manera rígida o de forma superflua con temas asociados al DS (Berríos y González, 2020), los cuales debiesen ser abordados de forma política (cuestionamiento, discusión y reflexión) y no moral (por medio de eco gestos), por tanto, no se crítica ni se pone en duda la idea de desarrollo.

En relación a una concepción teórica de la sustentabilidad como un discurso político, los Objetivos para el Desarrollo Sustentable (ODS) no solamente plantean el abordaje del cuidado medioambiental, sino que también a la justicia social y económica. Como evidencia de aquello, es que la política que lleva este sistema es una que no se preocupa por el medioambiente, siendo abrasiva y violenta. Ya que esta idea de desarrollo se relaciona con un crecimiento económico, pues como dice Harvey, esta no posee una ética y plantea una propia, sustituyendo las anteriores en temas de forma de vida y relaciones sociales, puesto que todo se traduce al mercado, el consumo y su dominio imperante, primando el extractivismo y la acumulación por desposesión.

Es por esto que consideramos que las diversas temáticas relacionadas al desarrollo sustentable entre ellas la participación ciudadana, debiesen ser abordadas desde la perspectiva decolonial que implique un tratamiento controversial del concepto, construyéndose como un discurso político hegemónico del cual se tiene desconocimiento, visualizándose por la ciudadanía desde las perspectivas económica, natural y social. Por consiguiente, se fomenta una noción despolitizada de los sujetos, por tanto, existe una pérdida del poder ciudadano (Jickling & Wals, 2008). Esto se reflejó en la negativa del Estado chileno a firmar los acuerdos internacionales como el de Escazú, el cual pretende dar mayor eficacia a la defensa medioambiental y los derechos humanos transgrediendo y contradiciendo el Acuerdo de París.

Asimismo, tampoco se considera el impacto que tiene como herramienta educativa para la reducción de las desigualdades, como el aseguramiento de condiciones comunes que permitan una correcta aplicación de las satisfacciones humanas para una vida digna asociadas a la inclusión social y cultural, bienestar socioeconómico y la participación ciudadana (Larraín, 2002). En consecuencia, el abordaje de la sustentabilidad no se trabaja más allá de lo moral e individual, pues se plasma en ecogestos, por lo que la ciudadanía no tiene espacios colectivos de diálogo ni deliberación en diversas materias relacionadas con el DS.

Entonces, es importante reconsiderar una repolitización del DS como del concepto de ciudadanía, pero abordadas desde la realidad local-global y no al revés como se propone desde el Norte Global. Estos espacios deben ser multidimensionales, es decir el territorio donde la ciudadanía confluye y se identifica considerando sus formas de convivir, pensar y existir, como también priorizando otros saberes no científicos marginados e incluso olvidados (populares, cosmovisiones indígenas, historia desde abajo, género, memoria oral y escrita, entre otras) por el discurso hegemónico para que entren en diálogo con la ciencia moderna, esto se conoce como ecología de saberes propuesta por Boaventura de Sousa Santos (2013), que permiten incorporar la realidad local en la práctica educativa y ciudadana transformándola en una auténtica educación libertadora para la formación de una nueva ciudadanía. Dicho esto, es que se debe propiciar un desarrollo de la ciudadanía desde una postura crítica, es decir formular una respuesta contrahegemónica a lo ya establecido por el discurso colonial por medio de lo que análogamente menciona Giroux (2006) sobre una real participación ciudadana, la cual se entiende como un proceso ideológico donde nos experimentamos a nosotros mismos, como nuestras relaciones con los demás y con el espacio en que nos desenvolvemos, y que, en el espacio de la comunidad educativa se hace parte en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Por lo tanto, es necesario crear una conciencia moral nueva, que se enfoque en la consideración de todos los seres y sus respectivos contextos, “eco”, por medio de la deliberación, conocimiento y adquisición de deberes ciudadanos, “ciudadanía”, desde una formación temprana: “el núcleo de la ética medio ambiental se abre la discusión sobre la existencia de deberes no recíprocos y asimétricos, vale decir, deberes que se tienen sin que exista un derecho correlativo” (Urzua, 2013, pág. 179).

De esta forma, es de vital importancia aplicar la sustentabilidad desde otras nociones, la que implique un cuestionamiento contrahegemónico considerándola como una herramienta de transformación del paradigma pedagógico. Generando nuevos abordajes teóricos para la controversialidad del concepto tomándolo en cuenta como discurso político para re-politizar la formación ciudadana y más aún en este contexto donde se aproxima el proceso constituyente.

Entonces ¿cómo abrimos un espacio dialógico que permita cuestionar al DS de manera sistémica, holística e integrada con tal de promover una formación ciudadana activa-participativa en el contexto educativo local?

Para llevarlo a cabo, es que se deben considerar “otras” formas de conocimiento, de ahí la relevancia de la pedagogía crítica decolonial que sirve como una herramienta para cuestionar, problematizar y reflexionar sobre el saber tradicional y su imposición, proveniente desde la colonialidad del poder eurocéntrica, por tanto, toma distancia sobre lo hegemónico. De este modo, la sustentabilidad mirada desde lo decolonial como razón epistémica puede dar paso a una formación ciudadana que sea consciente de su papel en la sociedad. De no ser así, solo se transforma en un concepto que aboga por la imposición del progreso como valor de crecimiento por sobre otros aspectos de la vida, individualizando y responsabilizando al hombre-objeto de la degradación ambiental, como también despolitizando su rol social, por ende, el ciudadano deja de serlo como tal y en su reemplazo entra la lógica del consumidor. Es así, que la educación para la sustentabilidad se debe trabajar y redefinir desde un constante cuestionamiento digno del ejercicio pedagógico crítico considerando a los actores sociales por medio de, como diría Habermas (1987) un “pacto ciudadano”, dicho pacto debe ser propuesto desde el Sur, el cual se encuentre dentro de un marco democrático de carácter dialógico multicultural con base en el respeto, apoyo mutuo, solidaridad y reciprocidad que sepa hacer frente al discurso hegemónico fundado desde la colonialidad del poder, del saber y del ser, donde el plebiscito de octubre sea una de las tantas herramientas de organización para establecer una asamblea constituyente popular.

Por lo tanto, los saberes que han sido mencionados están correlacionados con el propósito de fomentar una ciudadanía activa que busque la discusión y relación en pos de una sustentabilidad, que surjan necesariamente como una alianza política-social que desacople el sesgo economicista del DS, el extractivismo y la intensificación de las desigualdades sociales, pues son el principal obstáculo para lograr dicho objetivo.

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