Hace unos días, explicando desde la geopolítica crítica qué es la democracia, se señalaba que la misma podía ser entendida como una “herramienta conceptual-una idea-un valor-un régimen político” arraigada/o desde occidente por medio de su problematización constante (para mejorarla, se supone) con su correspondiente ejecución en cualquier país, que, en más de una oportunidad, se enarbolaba con mezquinos intereses nacionales, a propósito de intervenciones diplomáticas, militares, comerciales, entre otros que gestionaron y gestionan, sobre todo los países del centro global.
Inmediatamente un estudiante, indicó que dicha afirmación iba a contrapelo de lo que ocurría, por lo menos en el mismo occidente en general y, en Latinoamérica en particular, respecto de que la misma igualmente gestionaba el “desaparecimiento de personas”, a propósito de la vulneración de los derechos humanos y las promesas no cumplidas en materia de derechos sociales (falta de trabajo o precarización del mismo… proyectándose a salud, educación y un largo etc). Su afirmación intentaba hacer el punto en la comparación con los regímenes autoritarios (dictaduras y otros), ya que, la valía de la misma estaba tan disminuida (la democracia), que desde ahí se explicaba la admiración al fenómeno Nayib Bukele en El Salvador (y otras expresiones políticas como Jair Bolsonaro, Donald Trump y ahora último la irrupción de Javier Milei en Argentina, como candidato a la presidencia), que, con discursos y acciones autoritarias, igualmente, se iban prestigiando (los autoritarismos). Por supuesto, Chile estaba incorporado en ese análisis crítico-estudiantil.
En la misma sesión una estudiante, reaccionando a la afirmación de que la democracia no aseguraba necesariamente el cuidado de los derechos humanos y cumplimiento de la promesa de más calidad de vida en un marco de Estado de Derecho, como observó el otro estudiante (no implicó soslayar la afirmación de su compañero), indica una simpleza que, por simple, se desdeña, pero visibilizó una realidad y verdad insoslayable. Lo que hoy se vivencia, en lo que a desprestigio de la democracia se refiere, es, en parte, el resultado de los fallos que la misma incuba en tiempo y espacio en países o regiones. Ante ello, lo que dejó en claro su intervención, es que no porque el régimen democrático no cumpla promesas, es igual a abrazar planteamientos autoritarios de cualquier signo. La democracia que falla, se arregla con más democracia, es lo que usualmente se lee y escucha.
A propósito de los 50 años de conmemoración del golpe de Estado Civil-Militar, el cruce argumental expuesto nutritivamente para la clase, se hace pertinente en el entendido que nunca se debe renunciar a la democracia en condición de valor, herramienta, régimen o idea, muy por el contrario, se debe estar siempre monitoreando sus fallos (querer hacerlo) en el afán de fortalecerla y conectarla con las personas en sus realidades territoriales, simbólicas y materiales, ya que en el entendido que ello se logre, existen mayores y mejores oportunidades para hacer más asertivos los remediales a los fallos de este ideal. Lo anterior, en definitiva, implica centrar el ejercicio democrático en la persona humana, en su integralidad existencial.
Varias y varios han insistido desde una perspectiva teórica y filosófica que la democracia es una promesa siempre dinámica y, por tanto, siempre perfectible (inacabada), teniendo la condición de positiva, en la medida que sea la persona humana la centralidad de su ejercicio y ajuste (implica bien común). Luis Pacheco Pastene, reparó en ello de manera sistemática, cuando indicó que lo que debía colocarse en valor, en cuanto enfoque democrático, era y es, la Democracia Solidaria, implicando la humanización del régimen democrático.
Concretándose ello, es que existiría oportunidad de fortalecerla e impedir que situaciones de injusticias múltiples que se dan en una sociedad, a propósito de vulneración de derechos humanos, o brechas socio-materiales-territoriales (empleo, derechos sociales y otros). El logro de política pública en diseño y ejecución bajo este enfoque, impedirían esos avances contra-humanos (vulneración de derechos, brechas e inequidades socio-territoriales de todo tipo) y, así, contra-solidarios.
José Orellana Yáñez, Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Académico de la Carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia Humanismo Cristiano