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La dignidad también es para la pedagogía. Una poética del receso. Por Juan Alejandro Henríquez Peñailillo

Ad portas de cumplir cuatro meses de cuarentena, a días de la muerte de los poetas Efraín Barquero y Pablo Guíñez y a un día del natalicio de Pablo Neruda, recordamos cómo la generación de los ’50, pero también de los ’70, ha dejado un importante legado sobre la articulación entre lo social, la Política y la poesía, como ya lo hiciera primero la gran poetisa Gabriela Mistral (quien también fuese la primera cónsul chilena y que un 07 de julio fuese trasladada en dicho rol a Madrid, dicen que sin sueldo).

¿Qué tenían en común? Obviamente no me refiero a la poesía solamente…sino que, a la educación y sus estudios de pedagogía, profesores y profesora que tenían latente lo escrito por Terencio hace 2.000 años “Nada de lo humano me es ajeno”.

Además, recién se ha recordado aquel discurso donde se consigna el día nacional de la dignidad por la nacionalización del cobre, importante hito antisistémico, mismo sistema que tiene a la educación como bien de consumo y no como un derecho.

El derecho a la educación es un derecho humano reafirmado por el sistema internacional suscrito por el Estado chileno, pero también es parte de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), lo que nos invita a pensar sobre el verdadero rol de la educación en el desarrollo de un país y sus naciones que lo componen.

Dicho desarrollo es, primero social y luego económico, no al revés. Por ello, me resulta urgente afirmar que la dignidad nacional no la da el cobre, sino los y las habitantes, profesionales de la salud en pandemias como las del “mejor sistema de salud del mundo”, trabajadores y trabajadoras que recorren las calles en cuarentena y, también, los profesores y profesoras de nuestros niños, niñas y adolescentes.

Cuatro meses de clases a distancia, de cientos de horas para probar conexión y volumen de una grabación a utilizar como material pedagógico, de desconexiones provocadas por la brecha digital o por las distanciadas aulas virtuales rurales, también por las promesas no cumplidas de las grandes compañías de banda ancha, fibra óptica y wi-fi de alta tecnología, o no tanto. Dolor de cabeza, cansancio visual, la ergonomía descuidada, contratos sin horarios, comidas recalentadas, hijos e hijas saludando en sus pantallas, capacitación obligada y acelerada, largas caminatas para acercar y devolver materiales.

Diversas organizaciones docentes, como REPROFICH (Red de profesores/as de filosofía de Chile) por ejemplo, han propuesto y defendido la necesidad de un #RECESOPEDAGÓGICO.

Aun así, en una nota publicada por El Mostrador, el MINEDUC ha dicho que le preocupa más el cumplimiento del calendario escolar. Eso significa que la salud mental de los profesores y profesoras no es prioridad, tampoco la de sus estudiantes y las familias que acompañan. Dijeron que no quieren que un receso se transforme en vacaciones, pero sí se pueden adaptar las acciones, incentivando capacitaciones (más horas frente a una pantalla), repaso y quedar al día en las materias (¿y dónde está la priorización curricular?) o asistir a reuniones programadas (más dolor de cabeza). Sí, también se necesita de forma imperiosa un receso al modo de unas merecidas vacaciones. Así nace una poética del receso, desde la dignidad nacional de la educación, desde el descanso como un derecho, desde no dejar como algo ajeno lo Humano. Cuando la Educación deje de ser entendida como un bien de consumo y pase al sitial de ser un Derecho, entonces, humanizaremos el Estado y su Ministerio.

RECESO Y PANDEMIA
Pocos metros nos encuadran
Teclas suenan sin mediar
Miradas desconectadas que ya no ven
Humanidad apagada por el desdén
Escucha, escucha bien
Mi receso es tu progreso
Mi descanso es mi derecho
No es regalo, es tu deber
Educamos el nosotros
Colectivos que tejemos
El saber es un abrigo
Dignidad, a ello me obligo

Juan Alejandro Henríquez Peñailillo
Profesor de Filosofía
Máster en entornos de enseñanza y aprendizaje mediados por tecnologías digitales
Autor de www.filopoiesis.cl

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