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La discriminación de la mujer en Chile. Por Alicia Gariazzo

Antecedentes Históricos

La situación de la mujer en Chile y el rol que se ha adjudicado al género en nuestra historia, nacen, básicamente, de la ideología impuesta en el continente por el colonialismo español.[1]

Esta preeminencia valórica se hace más nítida al no encontrarse planteamientos, ni prácticas específicas opuestas. En los escasos testimonios existentes sobre nuestra historia pre conquista no se encuentran análisis sobre mujer y pareja en el mundo indígena.

Más aún, en la actualidad, es posible verificar que el maltrato de los mapuches a sus mujeres no es sancionado por la Ley chilena por “respeto a las costumbres de la etnia”[2].

De cualquier manera, fue tal la adscripción del mestizaje nacional a la ideología de los colonialistas, que es lícito concluir que el dominio español es la principal fuente de gran parte de los valores aún existentes en la sociedad chilena.

Aún así, las concepciones sobre hombres, mujeres y pareja se fueron recreando en el país con las ideas y experiencias europeas que llegaban en las diferentes oleadas inmigratorias. No obstante, básicamente, la cultura occidental y cristiana no trajo grandes cambios en las concepciones sobre la mujer en Chile. Ni siquiera los hubo desde el marxismo supuestamente revolucionario y agnóstico.

En los años 20 hubo discusión en ambos países sobre los derechos de la mujer. En España se logró el voto femenino antes prohibido y se legalizó el divorcio y el aborto, pero el triunfo del franquismo borró estos avances en 1937.

En Chile, en los años 20, se discutió el derecho de mujeres a votar, pero se opuso la izquierda y el radicalismo por las supuestas orientaciones conservadoras de estas.

Pese a ello, en 1934 se aprueba el voto femenino para las elecciones municipales y en 1949 el voto femenino en general, inaugurado con la elección de Carlos Ibáñez como Presidente de Chile en 1952.

En los momentos más álgidos de la lucha política en Chile, en los años 60, no se observa en los partidos, ni en los grupos políticos chilenos de inspiración marxista, ninguna preocupación por la discriminación de la mujer, incluso despreciando algunas ideas del socialismo utópico sobre sus derechos sexuales.

August Bebel escribía en 1867: “En la ejecución del amor será libre igual que el hombre. Enamorará o se dejará enamorar y cerrará el vínculo no por otras causas que las de su inclinación... En este aspecto, el socialismo no creará nada nuevo, no hará sino restablecer en un estado cultural superior y bajo nuevas formas sociales, lo que era generalmente válido antes de que la propiedad privada dominase la sociedad... La satisfacción del instinto sexual es asunto personal de cada uno; lo mismo que la satisfacción de cualquier otro instinto natural”.

Marx sostenía que la ideología de una sociedad era la ideología de la clase dominante, pero jamás habló del género dominante. Es notable que un crítico social como él no dedicara un minuto a ese análisis. Más aún cuando su amigo Federico Engels analizaba en el Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, en 1884, las conclusiones de los trabajos de Lewis Morgan.

Morgan, investigando las sociedades primitivas, demostró que el machismo y la monogamia nacen con la propiedad privada.

Antes de la instalación de las primeras formas de propiedad, la sociedad vivía en comunidades matriarcales, se permitía el ejercicio libre de uniones, separaciones, poliandria y poligamia. La madre definía la consanguineidad y el parentesco, reafirmándose la certeza ya ancestral de que la mujer es la que da la vida, la única capaz del amamantamiento y por tanto de la sobrevivencia del ser humano. En dicha sociedad no había violencia ni asesinato.

El hombre primitivo, cuando pasó de la guerra a la labranza, comenzó a valorizar la importancia de la mano de obra familiar y, por tanto, de la propiedad de la prole. Al disminuir las guerras, disminuía el número de los enemigos vencidos, es decir de los esclavos de los vencedores y se necesitaba mano de obra en los campos. El hombre, al ser dueño de la fuerza física y las armas, fácilmente pudo imponer la vida en pareja, apropiarse de los frutos de sus mujeres y hacer trabajar a sus hijos en la labranza. La fidelidad y la monogamia fueron determinantes en la nueva organización productiva.

Solo el hombre podía romper lazos y repudiar a su mujer, reservándose el derecho a la infidelidad. El Código de Napoleón lo concede expresamente “mientras no tenga a la concubina en el domicilio conyugal”. Si la mujer recordaba las antiguas prácticas sexuales y quería revivirlas, era sancionada o castigada como nunca antes ocurrió en la historia.[3]

Hasta fines del Siglo XX, predominaba en Chile la obligación de la mujer a la fidelidad y la plena libertad sexual del hombre, la aceptación del maltrato físico y el uso de la mujer en tareas domésticas y productivas de acuerdo a las necesidades del país. Todas costumbres importadas de la experiencia europea.

En efecto, en Europa, las mujeres jugaron diferentes roles de acuerdo a las exigencias del sistema. En las grandes guerras se las llamó a sostener la producción. Al término de estas, los hombres retomaron sus puestos de trabajo y nuevamente se valoró el rol de la mujer como madre sacándola de la producción.

Mijail Gorbachov, en pleno proceso rectificador post estalinista, al impulsar el ajuste económico, opinaba sobre las mujeres soviéticas:

“Al ocuparse de investigaciones científicas, obras de construcción, producción y servicios, o aún a actividades creativas, a las mujeres no les queda suficiente tiempo para realizar sus tareas diarias en el hogar (…). Por tal motivo, hemos desarrollado acalorados debates sobre lo que deberíamos hacer para que puedan volver a dedicarse a su misión puramente femenina.”[4]

Situación durante el Siglo XX en Chile Así, hasta mediados del Siglo XX, el rol de la mujer en Chile fue procrear, encargarse del trabajo doméstico y al cuidado de los hijos y el marido, jefe del hogar y proveedor.

El hombre mantenía a la familia por lo que podía tener varias mujeres e incluso familias paralelas abiertamente. Las llamaban la “casa chica”.

A comienzos de siglo, aún las mujeres en Navidades pedían perdón a sus esposos por su mal comportamiento durante el año.

El dueño del fundo tenía derecho a desvirgar a todas las inquilinas que quisiera en el día previo a la boda de estas, ejerciendo “el derecho a pernada”.

El campesino tenía muchos hijos para usarlos en el trabajo agrícola y a las hijas mujeres para que atendieran el trabajo doméstico, los animales domésticos y el huerto familiar. Al envejecer los hijos se encargarían de mantenerlo en su vejez. Estos eran las pensiones de retiro de los ancianos pobres.

El maltrato físico era un derecho de los esposos e incluso cuando un novio golpeaba a su novia por celos, esta se sentía halagada, porque sentía que los golpes eran una forma de demostrar su amor.

El rol de la mujer en la sociedad chilena comienza a cambiar en los años 60. En esos años el sistema necesita en América Latina desarrollar sus economías en forma más moderna.

En ese contexto, las políticas de la Alianza para el Progreso impulsadas desde los EEUU, propugnan la modernización agraria e industrial para lo cual se requieren más trabajadores y más consumidores. Para ello la mujer recluida en el hogar, y los campesinos inquilinos en general, debían recibir un salario y participar en las nuevas formas de producción y consumo.

Así, comienza a disminuir la responsabilidad de la mujer en el trabajo doméstico directo o al menos de parte de las obligaciones y responsabilidades que este lleva consigo como tener todos hijos que “les mandara Dios” y cuidarlos físicamente hasta su ingreso al colegio.

Al mismo tiempo, el malthussianismo pronosticaba el aumento incontrolable de la población, por lo que se impulsa el uso de la píldora anticonceptiva para que las familias tuvieran menos hijos. La Iglesia Católica apoya su uso con fuerza. La misma Iglesia que en los años 90, preocupada por la baja natalidad europea, comenzara su cruzada contra los métodos anticonceptivos en general.

La píldora, por su parte, contribuyó a disminuir la importancia de la virginidad lo que creó un camino objetivo para la liberación sexual en América Latina, que ya era una consigna en Europa y los EEUU.

Como las mujeres deben salir a trabajar, al mismo tiempo se hacen campañas contra la lactancia materna, favoreciendo de paso a la Nestlé en sus ventas de sucedáneos, como el SMA y el NAN. Los mismos obstetras enfatizaban que estas leches artificiales eran superiores a la leche materna.

En los campos desaparece la mujer como inquilina y, por lo pronto, comienza a liberarse del derecho a pernada. Se organizan sindicatos y la promoción popular de la Democracia Cristiana es el complemento para la emigración de campesinos a zonas urbanas y, por tanto, del ingreso de nuevos sectores al consumo industrial.

En 1973 termina el período en que el trabajo femenino era imprescindible en Chile.

Comienza un nuevo ajuste en el capitalismo a nivel mundial lo que en América Latina se expresa en dictaduras militares y represión. Desaparece en Chile la protección estatal y la organización social, lo que nuevamente afecta más a la mujer.

Junto a la persecución impulsada por la dictadura, las empresas manufactureras comienzan a exportar sus talleres al Asia a las Zonas de Procesamiento de las Exportaciones. Las mujeres comienzan a concentrarse más en el trabajo temporero en la agricultura, en la agroindustria conservera y en el trabajo a destajo en sus casas.

En el trabajo hecho en el hogar las mujeres carecen de toda protección, deben comprar su maquinaria, hacerse cargo del costo de sus errores, los tiempos muertos, su salud y seguridad social lo que es coherente con las necesidades del sistema.

Las familias tienen menos hijos por no poder costear un gran número de estos, ya no por la existencia de la píldora y comienza a discutirse la despenalización del aborto cuya realización castigaba con cárcel a las mujeres que lo aplicaban, incluso habiendo sido víctimas de violación.

En los ochenta aumenta el trabajo de la mujer en ventas y en la industria de la entretención. Esta última ha jugado un gran papel en el mundo capitalista desarrollado para compensar la disminución de fuentes de trabajo generada por la exportación de la manufactura y la modernización del trabajo agrícola. Aunque esta industria aumenta la prostitución, el tráfico de drogas y desarrolla más aún el rol de la mujer como objeto.

Con la crueldad y salvajismo que ha traído consigo el gran capital en Chile ha aumentado la prostitución infantil, el narcotráfico y posiblemente, aunque se carece de datos el tráfico de personas, lo que también afecta más a la mujer.

La prostitución infantil es mayor en las niñitas que en los varoncitos. De acuerdo al Sename, en 1992, había 4.201 niñas y niños (menores de edad), vinculados al comercio sexual en Chile.

El Hermano Felipe Rodríguez, miembro de la Fundación Rescate[5] opina que habría unos 10.000 niños vinculados, concentrados en la Región Metropolitana y las regiones Quinta, Octava y Décima:

“aunque la movilidad de los niños y niñas que se vinculan al comercio sexual es alta y la común ausencia de un domicilio fijo en ellas y ellos, no permite determinar la incidencia de una comuna respecto de otra”.

“El hecho surge alrededor de los nueve años de edad en su mayoría y alcanza todos los rangos de edad de los menores. El grueso se encuentra entre los 9-12 años y los 16-18 años. Un 35% son niños y un 65% niñas.”

Con la mujer trabajando, desde mediados del Siglo XX, comienza a debilitarse el papel del macho proveedor. Aún conserva derechos como la infidelidad y el maltrato, pero ya la mujer, apoyada en la píldora anticonceptiva y el salario, comienza a mantenerse sola e incluso a sus hijos. Aparecen muchas mujeres solas a cargo de sus familias.

La privatización de los servicios aumenta los costos de educación y salud, lo que incide en mayor proporción en las familias monoparentales que carecen de pensión alimenticia de sus cónyuges.

Aparecen una serie de trabajos temporales, desde la venta de ropa usada en ferias callejeras al teletrabajo. Ello, junto a la presencia incalculable de las múltiples tarjetas de crédito entregadas a sola firma, ha aumentado la independencia económica de las mujeres.

Las jóvenes entienden que deben estudiar para optar a mejores empleos, que deben casarse menos jóvenes y que deben exigir ciertos derechos, junto con el desarrollo creciente de las libertades.

Hacia fines de siglo comienzan a disminuir a diario las fuentes de trabajo estables sea por la externalización al Asia o el reemplazo por industria digital. Sin sindicatos y sin protección estatal la precariedad en el empleo aumenta y en mayor porcentaje en el trabajo femenino.

Las mujeres que trabajan en las industrias pesqueras pelando y picando pescados o mariscos, trabajan paradas 12 horas y solo pueden ir dos veces a las letrinas por un lapso no mayor a 8 minutos, lo que las obliga a orinarse paradas. En la industria conservera, las mujeres desconchadoras de mariscos trabajan en el agua sin poder dejar la cadena para orinar. Algunas cajeras de supermercados llegaron a usar pañales.

Los pesticidas han producido malformaciones en los hijos de las recolectoras que trabajaron embarazadas. Estas, a su vez, trabajan al sol y en sus comienzos carecían de todo tipo de servicios.

Pese a todo, las mujeres valoran sus trabajos. En una entrevista a la Presidenta de ANAMURI, Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígena, esta sostuvo que preferían la precariedad y el peligro del trabajo temporero al derecho a pernada que tenían que sufrir como hijas de inquilinos campesinos.

La publicidad, el cine y la TV son cada vez más liberales en lo que exponen y llaman a un mayor liberalismo. Los jóvenes comienzan a exigir libertad y respeto a las diferentes opciones sexuales.

Hacia fines del Siglo XX las jóvenes exigen igualdad sexual y denuncian la discriminación y el maltrato físico, junto a los jóvenes de países del Primer Mundo.

Comienza la crisis en la pareja nuclear. No solo por el abandono de los varones, sino, porque la liberación sexual es ya una realidad y estos no lo aceptan. Jóvenes homosexuales y transgéneros apoyan a las mujeres en la lucha por sus derechos y se discute el matrimonio igualitario.

Aparece la figura del femicidio. Cada vez se observa más violencia del hombre hacia la mujer y el 15 de diciembre de 1996 Chile firma compromiso internacional de respetar la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.

El Siglo XXI

Las libertades y el nuevo rol de la mujer, no conforman una situación más feliz para el género ni ponen fin a la discriminación. Esta última solo cambia de carácter.

Actualmente, la población femenina mundial es de 3.660 millones, un 49,6% del total de los habitantes del planeta. Solo 143 de los 195 países existentes garantizan la igualdad entre mujeres y hombres en sus constituciones. En 29 de los 143 países, que garantizan la igualdad de género, el hombre es designado cabeza de familia por ley.

Pero, en estos, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual, en la mayoría de los casos de parte de sus parejas.

Pese a las políticas de apoyo a la mujer impulsadas por los gobiernos y las campañas educativas, la CEPAL ha constatado que la violencia contra las mujeres continúa golpeando a nuestra región de manera dramática.

Durante 2011 se registraron 466 muertes de mujeres ocasionadas por sus parejas, o ex parejas, en 12 países de la región, entre los que Chile ocupa el cuarto lugar en el ranking del número de casos de este tipo de delito, con 40. Solo era superado por República Dominicana, con 127, Colombia, con 105 y Perú con 61 casos.

El femicidio habría sido inconcebible en las familias nucleares hasta comienzos del Siglo XX, porque los golpes y cachetadas de maridos celosos o borrachos rara vez llegaban al asesinato.

El 18 de diciembre de 2010 se promulga en Chile la Ley 20.480 contra el femicidio, definido como el asesinato de mujeres por cónyuges o novios.

Al 23 de noviembre de 2018 había habido 35 femicidios y 104 frustrados. Según estudios citados por The Clinic, en 2018 ya ha habido 47 femicidios en Chile y en 2017 2.000 mujeres denunciaron haber sido víctimas de violación.

Un 30% de los femicidios se realiza en el espacio público acompañados de ataques de locura de maridos o novios disconformes. Muchos después del crimen se suicidan o tratan de hacerlo. En 2013 un ex novio disparó en la cabeza una mujer de 29 años dejándola tetrapléjica. Después de su larga hospitalización, recién hoy ha aparecido a la luz pública expresando su voluntad de hacerse cargo de su única hija.

El alcohol fue el causante de nuestro maltrato durante años, pero esta es una violencia de nuevo tipo que proviene del desarrollo intelectual de la mujer y de las formas que está adoptando la sociedad patriarcal.

En la nueva situación, la mujer enfrenta mayores responsabilidades que el hombre, no se puede librar totalmente del trabajo doméstico, debe continuar a cargo de los más débiles y debe enfrentar la furia y los celos del varón por su supuesta liberación.

Sigue a cargo de ancianos, discapacitados y enfermos y la desaparición paulatina del macho proveedor aumenta en este la irresponsabilidad frente a la familia y los hijos. Considerando que el microtráfico está diezmando a nuestras poblaciones más pobres, es por todos conocidos que son las madres las que cuidan de sus hijos drogadictos. Muchas de ellas se les unen en el microtráfico.

Es muy raro ver a un hombre a cargo de un hijo o madre parapléjica. Según información de Gendarmería, en las cárceles se observa que los presos varones siempre reciben la visita de madres, esposas o amantes, pero las mujeres presas son de inmediato abandonadas por sus cónyuges o novios.

Pese a la discusión, las campañas públicas y el mejoramiento de la legislación que afecta a la mujer, continúan en el Siglo XXI formas de discriminación.

Hasta el 23 de septiembre de 2017, fecha en que se aprueba despenalización del aborto por tres causales: inviabilidad del feto, peligro de la vida de la mujer y violación, las mujeres que se practicaban un aborto iban presas. En julio de 2017, el 65% de la población opinaba a favor de aprobar la despenalización del aborto en general.

En Chile los ingresos, inclusive de los hombres, salvo los del 2% de la población que lo posee todo, no alcanzan para sostener a una familia, por más pequeña que esta sea. Es decir es imprescindible que la mujer, la dueña de casa, salga también a trabajar, aunque este sea inestable y precario, gran parte basado en empresas enganchadoras y sin contratos indefinidos.

Según la Fundación Sol, en los últimos ocho años en Chile se han creado 1.407.607 nuevos puestos de trabajo, de los cuales el 37,4% son trabajos por cuenta propia, entre los cuales el 80% es de baja calificación y el 74% se desarrollan en jornadas parciales.

El empleo femenino que hay en Chile es el más bajo de América Latina. El 71,7% corresponde a hombres y el 54% a mujeres.

La mujer recibe ingresos menores en un 31,7% comparado con los hombres y pagan 17,9% más por planes iguales en las ISAPRE.[6]

En los altos niveles profesionales, una mujer después de los 70 años es enviada a cuidar a los nietos, pero a esa edad y hasta los 80 los hombres aún ocupan cargos de dirección y hasta pueden ser candidatos a la Presidencia de la República sin que se sorprenda a nadie. Las mujeres mayores somos consideradas ancianas brutas y los hombres mayores venerables y de gran experiencia.

Las mujeres se inyectan nalgas y pechos de plástico o silicona, aún con el riesgo de morir, para atraer a los hombres, sea para comerciar con ellos o solo para darles gusto.

La publicidad está llena de ejemplos de mujeres perfectas físicamente y el sistema con sus medios de comunicación lo favorece.

Ahora, en Temuco, se ha inaugurado la aberración de los concursos de belleza para niñitas, importado de los EEUU, como toda la cultura chatarra que nos domina. Estos atraen al mundo pedófilo, como se vio en el caso de Jon Benet y sitúan a las niñas de lleno en la estupidez. En los matinales decían que la competencia era positiva para los niños, pero no se les ocurrió que esta podría desarrollarse en concursos de conocimiento, cuentos, baile o gracias propias de los niños, sin tener que recurrir a maquillaje, joyas y banalidades de las mujeres adultas.

Chile se destaca entre los países de la OCDE nuevamente por sus indicadores de país sub desarrollado. Así lo demostró el Superintendente de Bancos e Instituciones Financieras, Don Eric Parrado, en Seminario del 10 de julio, 2017 en la CEPAL. En su informe sobre el Género en el Sistema Financiero, el Superintendente expresó que, en igualdad entre los géneros, Chile es el peor país de la OCDE, como en todos los indicadores de equidad.

El Informe de la SBIF[7] mostró que en Chile la inferioridad de la mujer es alta en salarios, ingresos y posiciones profesionales y que tiene muy poco acceso a los altos niveles de empresas u organismos de decisión política.

El Informe destacó, sin embargo, que ha habido algunos avances en la disminución de las brechas de género en el uso de servicios financieros provistos por la banca, tales como que la proporción de deudoras bancarias mujeres, como porcentaje de los deudores hombres, aumentó de 56% en 2002 a 94% en 2016.

También ha habido una masificación de las cuentas vista, como la Cuenta RUT de Banco Estado. Pese a ello las mujeres no son consideradas buenas sujetos de crédito en el sistema bancario. Los hombres les dan mayor seguridad. Esto es contradictorio, puesto que las mujeres tienen menor morosidad y protestos de cheques que los hombres. Somos mejores pagadoras, no solo en los bancos, sino en cooperativas y en todas las entidades en las que nos comprometemos.

Lo peor y más grave, que debería preocupar a los Legionarios de Cristo y a los miembros del Opus Dei que nos gobiernan, es que el concepto de familia tradicional ha desaparecido y la tendencia es que ello se intensifique. Las jefas de familia proliferan entre los sectores más pobres, con maridos o amantes totalmente indiferentes a la mantención de sus hijos. Muchas de ellas dirigen hogares en que una o dos niñas adolescentes tienen, a su vez, hijos, también abandonados por sus padres.

En las jóvenes de mayor nivel cultural y socioeconómico es común encontrarse con muchachas solteras que no encuentran parejas estables y que temen quedarse sin la posibilidad de procrear. No hay interés en el matrimonio y, especialmente en los varones, de tener hijos y familia.

Perspectivas La situación de la mujer ha cambiado y en algunos aspectos ha mejorado, pero es necesario que las mujeres nos adelantemos con soluciones a los problemas que surgirán hacia el futuro. No solo por los cambios en la vida de las propias mujeres, sino por los cambios generales que se están produciendo en Chile y en el mundo.

Uno de ellos es la longevidad. Según el INE, en 2020 Chile tendrá la esperanza de vida más alta del mundo. 77,4 años para el hombre y 82,2 para las mujeres.

Como la mujer, aún hoy, vive más que el hombre y se encarga de los más débiles de la familia, es evidente que la mayor longevidad le afectará más a ella.

Por ser más longeva y, por tanto, más sana, en forma natural seguirá cargando con los ancianos, los discapacitados, los enfermos, los hijos y nietos drogadictos, sicóticos o en conflicto con la Justicia.

La mayor longevidad disminuirá sus pensiones y aumentará sus responsabilidades por más tiempo, lo que disminuirá aún más sus ingresos. Si tenían menores salarios las pensiones serán aún menores que las de los varones en la misma situación.

Aunque la Catalina Edwards y José Piñera opinen que el problema de los jubilados se soluciona con trabajar, las mujeres tienen dificultades para conseguir trabajo después de los 70 años.

Está visto que dadas las políticas del neoliberalismo pedir que el Estado proteja a los más viejos y débiles es una ilusión. Deberá ser la propia sociedad que mediante su organización solidaria enfrente las nuevas realidades.

Debemos analizar esta situación dentro del conjunto de variables que se desarrollan, actualmente, y con mayor razón en el futuro cercano, a nivel familiar, porque hay que considerar que están naciendo nuevas realidades y nuevas formas de vida en familia apoyadas por la legislación.

La Presidenta Michelle Bachelet, presentó al Congreso Nacional el proyecto de matrimonio igualitario el 5 de diciembre de 2017.

El Gobierno de Piñera se comprometió a cumplir con los compromisos internacionales en materia de derechos humanos contraídos por el Estado de Chile en lo referido a las materias que comprende el “Acuerdo de Solución Amistosa”, lo que fue considerado como una gran señal para los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans e intersexuales. Ello significa que el Gobierno apoya el matrimonio igualitario, la adopción homoparental y la ley de identidad de género.

Ello nos muestra la necesidad de generar nuevos tipos de familia.

Probablemente la pareja nuclear tendrá que dar paso a una familia extendida y solidaria que albergue todas las alternativas que la componen disminuyendo costos fijos y aumentando el apoyo mutuo.

El desarrollo intelectual y profesional de la mujer no es compatible con la sociedad patriarcal. Hoy, cuando se acepta el matrimonio igualitario, la virginidad no es obligatoria, el cuerpo desnudo no es tabú, las madres solteras no son despreciadas y se desarrolla un profundo proceso liberador sexual entre las generaciones jóvenes, el dominio y la represión del macho no pueden aceptarse.

No tenemos que sufrir por defender instituciones ya caducas. Si esta libertad se combinara con mayor comprensión y respeto por el otro, se podrían generar las condiciones para el surgimiento de un nuevo tipo de organización social.

Una mezcla conformada por las Jefas de Familia que acogen a sus hijas mayores con sus nietos, con las constituidas por parejas gay o bisexuales que quieran colaborar en la crianza de los hijos de amigos o hermanos. Familias donde desapareciera el macho agresor y prepotente y los hombres pudieran desarrollar su parte femenina reprimida por los mitos de la sociedad patriarcal. Donde se compartiera, en igualdad de condiciones, el trabajo doméstico, el presupuesto familiar y el cuidado de los hijos. ¿Por qué no el poli amor?

La familia nuclear ya no es viable por la longevidad de sus miembros, las razones valóricas que el hombre no acepta y el alto costo de mantención para cónyuges individuales.

Además, la religión rechaza la adopción de niños por parejas de iguales y los padres más tradicionalmente machistas rechazan a los hijos que asumen sus orientaciones. Por tanto en una primera etapa, las familias en comunidades podrían acoger desde sus distintos roles a los hijos de todos.

La tecnología digital ha cambiado los procesos productivos reemplazando muchos puestos de trabajo que quedarán a cargo de maquinarias robotizadas. Por otra parte y considerando la debilidad sindical, otra gran cantidad de empleo quedará, y ya está quedando, en manos de trabajadores desechables y polifuncionales con menores salarios. Ello constituye otra variable que obliga a las familias de menores ingresos a organizarse para la sobrevivencia.

Estos cambios trascendentales en la sociedad actual también nos llevan necesariamente a definir nuevos objetivos en la educación técnica y universitaria, de acuerdo a los requerimientos de la industria. La mujer ya ha asumido trabajos tradicionalmente de hombres y deberá acceder, ojalá mayoritariamente, a las nuevas tecnologías para mejorar salarios.

La organización de la comunidad no solo debe concentrarse a nivel familiar, sino también a nivel comunal.

Junto con la lucha por la jornada laboral de seis horas habrá que impulsar formas del uso del ocio. Con poco empleo y bajos salarios se deberá mejorar la organización local y desde las bases impulsar el trabajo voluntario, la solidaridad entre clases, género y edades.

No solo concentrándose en el apoyo mutuo, sino en la innovación, el estudio y la creación en organizaciones o grupos que unan a miembros de la comunidad, al Estado y las organizaciones empresariales.

Debemos satisfacer nuestras necesidades, especialmente las de la mujer, con iniciativa comunal y solidaridad entre nuestros pares. No debemos dejar espacio para el neoliberalismo y el capitalismo salvaje.

NOTAS:

[1] Que la palabra histeria, según las raíces latinas del idioma español, provenga del término útero es una expresión de lo que se adjudicaba en Europa a las supuestas características femeninas. Los hombres nos matan y se suicidan, pero las mujeres somos las histéricas.

[2] Curioso que en eso la Ley sea respetuosa y no en el respeto a los compromisos históricos.

[3] Otras culturas más crueles con la mujer, que perduran hoy en África y Asia, que no han llegado a Chile, solo a partes de América Latina, practican la ablación en las adolescentes. En Colombia las tribus EMBERA-chami la practican. El objetivo es librarnos del placer sexual. La llaman curación, como en las culturas islámicas. Se encuentran en Choco, Risaralda, Cauca y Nariño.

[4] Revista Pensamiento Propio, Nicaragua, abril, 1984

[5] La Fundación Rescate nació en 1999 para proteger a niños enfermos de SIDA por el ejercicio de la prostitución. En la actualidad trabajan con 50 niños, menores de 14 años, y se financian con aportes voluntarios.

[6] The Clinic

[7] www.sbif.cl

A.G. 28 de noviembre de 2018

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