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La estupidez de LE MONDE destruye 50 mil fotografías.

HAY QUE SEÑALAR QUE LE MONDE ES UN DIARIO Y LE MONDE DIPLOMATIQUE UNA PUBLICACIÓN MENSUAL. AMBOS TIENEN LOCALES DISTINTOS, DIFERENTES DIRECTORES Y LINEAS REDACCIONALES PROPIAS E INCLUSO A VECES OPUESTAS.

NdelaR.


Texto de Luis Sepúlveda

En un diario francés de referencia y de, hasta hace poco, indiscutible prestigio –LE MONDE- (1) el más conocido, célebre y celebrado fotógrafo de escritores, el argentino Daniel Mordzinski, tenía su archivo fotográfico, los negativos y diapositivas obtenidos en veintisiete años de trabajo y que registran gran parte de la literatura del mundo. En cualquier lugar a salvo de la estupidez este archivo sería considerado un tesoro. En LE MONDE no.

Hasta hace poco, cuando el periodismo lo hacíamos los periodistas, cuando la realidad era tratada con el rigor propio de la ética a que la profesión se debe, y cuando la información era considerada un derecho ciudadano y no una mercancía para satisfacer el ánimo de lucro de los accionistas, la palabra dada entre colegas de profesión tenía el valor de un contrato escrito.

Por esa razón, por el valor de la palabra, es que el corresponsal en Francia del diario Español EL PAIS y el fotógrafo Daniel Mordzisnki ocupaban un despacho de la planta séptima en el edificio de la redacción parisina de LE MONDE. Si no mediaba la estupidez, si esa maldita estupidez no cobraba mayor valor que la palabra entre colegas de oficio, era un sobreentendido que, si LE MONDE precisaba de ese mínimo espacio ocupado por un escritorio, un ordenador y un mueble negro que contenía el incalculable archivo fotográfico de Daniel Mordzisnki, bastaría con una llamada telefónica, un email o una carta, para que éstos hubieran desocupado el espacio que compartían.

Pero la estupidez se impuso, y ahora, en medio de mascullados “je suis désolé”, nadie, ninguna persona de LE MONDE se atreve a decir quién y porqué dio la orden de violentar el mueble que guardaba el mayor tesoro fotográfico-literario, sacar miles de negativos y diapositivas y tirarlos sin más a la basura. En buen español: a la puta basura.

Se supone que para trabajar en un periódico –y más aún en uno del renombre de LE MONDE- la condición mínima exigida desde el director hasta el último barrendero es estar alfabetizado. Pero la estupidez violentó esta regla básica y, ni el o la que dio la orden de abrir el mueble que contenía el archivo fotográfico sintió la menor curiosidad por las etiquetas que ponían “Cortázar”, “Semana Negra de Gijón”, “Borges”, “étonnat voyageur”, “escritores españoles”, “escritores portugueses”, “escritores libaneses”, “escritores israelíes”, “escritores franceses”, “escritores africanos de lengua francesa”, “escritores del Caribe”, “escritores latinoamericanos”, “escritores italianos”, y un largo etcétera de palabras relacionadas con la literatura. Para la estupidez esta palabra carece de significado. La estupidez es impermeable a la sensibilidad y la inteligencia. La estupidez es analfabeta por convicción íntima.

Es así que, por pura estupidez se dio la orden de arrojar a la basura 27 años de historia, de imágenes de hombres y mujeres que con su quehacer, con sus libros, hicieron más rica la historia de la humanidad. Hasta hoy, 18 de marzo de 2013 ninguna voz autorizada o medio autorizada, o ligeramente autorizada de LE MONDE se ha atrevido a dar la cara y responder por semejante prueba de estupidez olímpica.

Como periodista sé que nada ocurre por mandato divino o porque sí. Cada hecho obedece a una intención, a una orden determinada, tiene causas meditadas y efectos previsibles . Salvo que la estupidez alcance en LE MONDE categorías hasta ahora desconocidas, y una especie de orgullo de ser estúpido o estúpida decida que 27 años de historia retratada por uno de los mejores fotógrafos del mundo no merezca otro destino que el vertedero municipal de basuras.

El daño hecho a Daniel Mordzinski es incalculable y tan sólo un estúpido o estúpida podría suponer un valor monetario a esos miles de negativos que, repito, tenían imágenes, tenían segundos de reposo en las vidas de hombres y mujeres que con sus obras movieron la sensibilidad del mundo. Y el daño hecho a la historia contemporánea de la literatura es también incalculable, inconcebible, tan inconcebible como esa estupidez que se ha apropiado de LE MONDE y que aumenta con la cobardía del silencio o del “je suis désolé” pronunciado entre dientes.

1) No confundir el diario LE MONDE, con la publicación mensual LE MONDE DIPLOMATIQUE.

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