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La familia chilena actual entre la idealización y la realidad. Por Lorena Armijo

Este domingo 15 de mayo se celebró el Día Internacional de las Familias, siendo una oportunidad para revisar el papel que tiene en nuestras vidas. Naciones Unidas definió este hito para crear conciencia sobre la existencia de diversos tipos de familia y, al mismo tiempo, declara la necesidad de concientizar de su importancia en la educación y socialización de los hijos.

El valor otorgado a las familias por Naciones Unidas se confirma cuando la declara unidad básica de la vida social y un agente importante del desarrollo sostenible en todos los niveles de la sociedad, en sintonía con la idea de la familia como una célula virtuosa que protege a sus integrantes de los peligros externos, los educa y otorga recursos de bienestar. Esta valoración potencia la idealización de la familia, pero esconde los cambios, problemas y prácticas cotidianas que viven los integrantes de las familias.

Detrás del ideal de educación y preparación de los hijos, se esconden nuevas configuraciones familiares como el alza de hogares unipersonales que casi se han duplicado en el ciclo 2006-2017, según los datos de la encuesta CASEN. También la pobreza y el género actúan en contra de este ideal, cuando la mujer es la única generadora de ingresos y además la jefa de hogar, el nivel de pobreza es superior que cuando la jefatura recae en el hombre. Las dificultades para generar condiciones de bienestar en las familias pobres y en familias con un único proveedor se vive como una presión enorme sobre ellos, a veces de manera íntima (con estrés, ansiedad o depresión) y, otras veces, es compartida, lo que tensiona las relaciones familiares. La tensión puede convertirse en un conflicto declarado, incluso en violencia, como vemos en el sostenido aumento de casos de violencia intrafamiliar provistas por Fiscalía, en su mayoría, delitos de amenaza y maltrato habitual, aunque éste último, el año pasado, cedió el protagonismo a las lesiones.

Tras la idealización de la familia se esconde una realidad distinta a lo declarado. Por ejemplo, la mayoría considera que es obligación de los hijos cuidar de los padres y llevarlos a vivir con ellos cuando los padres no pueden vivir solos según indica la Encuesta Bicentenario y, sin embargo, vemos un sostenido aumento de hogares unipersonales de personas mayores sobre 70 años. O cuando se declara que hombres y mujeres pueden aportar por igual al ingreso familiar, pero la mujer debería permanecer con sus hijos mientras son pequeños. Respecto a esto último, vemos una pesada carga de trabajo para las mujeres trabajadoras y otra carga igual o más pesada entre las mayores que cuidan a dependientes severos, sin remuneración o reconocimiento alguno y que las familias pasan por alto, a fin de poder seguir con la vida diaria de los otros integrantes.

Detrás de la persistencia social del ideal de la familia –aunque se hable de las familias- subyace el deseo de homogeneizar las distintas configuraciones de familia, Esta igualación es una exigencia para quienes no viven en familias nucleares con hijos y para los que, estando en una, buscan soluciones individuales para enfrentar “los errores familiares” que no encajan con ese ideal. La ficción de la familia invisibiliza las necesidades particulares de cada integrante y los problemas que requieren pronta solución. Más que celebrar a las familias en tanto ideal, cabe preguntar si como sociedad deseamos dar respuestas a todas las familias reales.

Lorena Armijo, académica e investigadora del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud (Cisju) de la Universidad Católica Silva Henríquez

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