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La geografía ¿uniendo o fragmentando el sistema de partidos? Por Hernán García y José Orellana

Ya fueron las elecciones primarias y las plebiscitarias de entrada a propósito del Momento Constituyente en el que nos encontramos. Se pasó de la euforia de la participación en el plebiscito, a la frustración que provocó la anomia de las primarias a Gobierno Regional y algunas alcaldías del país. Se sacaron conclusiones lineales que transitaron desde que ganó la Democracia Cristiana (DC) en el pacto Unidad Constituyente y que ganó COMUNES en el pacto Frente Amplio (cosa que así fue). Otra conclusión estuvo en que se apuntó hacia la moderación, producto del doblaje que logró el primer pacto respecto del segundo y dentro de ese doblaje, el partido por antonomasia convocado a la moderación, ganó, esto es, la DC. Pero apareció un factor que logra mostrar diferencias del resultado entre regiones y en las comunas de éstas. Observar el caso de la RM y las comunas del sector Oriente Alto (Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea), entre el apruebo y rechazo, donde el rechazo se impuso de forma significativa v/s el apoyo a los gobernadores regionales, es un interesante dato[1].

Todas estas conclusiones, son las preliminares, y muy probablemente su variación se dé en un rango NO muy lejano al expuesto. Pero como también han indicado otros analistas, esta votación no es un ‘indicador decidor’ respecto de la mirada estratégica que se debe realizar sobre el sistema político en general y el de partido en particular, dados los pocos votos concretados en las primarias a Gobernador Regional (118.330)[2], cuestión que se explicaría en parte por: a.- la escasez de recursos públicos (no hay recursos desde el Estado; más que el monitoreo y validez que permite el SERVEL); b.- por la lejanía en comprensión de este ejercicio por parte de la ciudadanía; c.- porque el gobierno no difundió la elección en la profundidad requerida (por desinterés indicaran); d.- porque los actores políticos institucionales congresales o municipales tampoco lo hicieron; o d.- porque la orgánica de partidos políticos territorializada mostró debilidades.

Es decir, un conjunto de variables exógenas a los partidos influyeron en los resultados, pero junto con los análisis geográfico-electorales que se deben realizar de anteriores momentos electorales, importa, entre varios aspectos, prospectar cómo reaccionarán esta vez, en sus procesos internos. Ya sea por la evaluación, lectura, responsabilidades políticas en los resultados, decantando en un análisis interno y/o complementado con el imperativo que varios tienen respecto de sus procesos eleccionarios orgánicos. Lo concreto es que la baja participación debería traer consecuencias en sus orgánicas.

Así, Giovanni Sartori, ante lo comentado, indicaría que los partidos políticos, respecto de las diferentes corrientes de opinión, o “fracciones” como las denomina, derivarían en burocratizaciones internas al interior de las orgánicas partidarias centralistas nacionales, con sus desconcentraciones regionales y comunales (para Chile), teniendo, éstas, sus propias motivaciones, desplegándose sobre los territorios, obteniendo uno u otro resultado, en elecciones internas o populares, siendo estos uno de los más importantes parámetros de evaluación al interior de la fracción y su proyección hacia las otras, traducidas en oportunidad de alianzas (o rompimiento de las existentes) que redundarían en la gobernabilidad (o ingobernabilidad) interna del Partido. Por otra parte, Angelo Panebianco, recuerda que los Partidos, en sus burocratizaciones centrales y desconcentradas, distribuidas en fracciones, se dan en condición profesionalizante-pragmática v/s ideológico-doctrinaria complejizando la vida interna de un partido y del sistema de partido en general, agregando a la dinámica de evaluación otro aspecto de tensión. Así… ¿se actúa en base a incentivos pragmáticos-profesionalizantes o en base a ideas, o en una mezcla de ambos?

Con ello, se comprendería entonces, el despliegue territorial de los partidos políticos desde sus orgánicas, constatando y/o palpando de forma más radical la crítica social que desencadenó el estallido social: “la no credibilidad mayoritaria en los partidos políticos”, dejando en evidencia la urgente necesidad de cambios en las culturas partidarias. Es más, como indica la Auditoría de la Democracia del PNUD (2014), el fenómeno de la individualización de la política dificultó, dificulta y dificultará el avance en proyectos colectivos, siendo un buen ejemplo de ello, la idea de mandatario. Militantes que representan a las orgánicas partidarias en una ciudadanía territorializada, no es posible escrutarlos internamente de forma adecuada en el cumplimiento del “mandato”, quedando como una expresión abierta de compromiso, sin definiciones.

Lo anterior, cómo indica Pierre Rosanvallón, tiene que convivir con el des-alineamiento de dos ecuaciones políticas e interrelacionadas, esto es, la NO coincidencia (o divorcio) entre los gobernantes y los gobernados, como también, la NO coincidencia (o divorcio) entre los representantes y los representados, colocando en tela de juicio el principio de representatividad, axioma fundante de las democracias pluralistas y representativas, proyectadas a progresistas, sociales y participativas como horizonte estratégico – político.

Entonces, a la luz de los resultados de los procesos electorales consignados, como guía para orientar funcionalmente las próximas definiciones partidarias a alcaldes, concejales gobernadores, y las más relevantes, como son las elecciones para definir las y los “constituyentes”, se podría tener a la vista una frágil institucionalidad del sistema de partido en general, pues todo indica que primarán intereses internos (fracciones e individualidades) y no necesariamente realineando las ecuaciones de representación consignadas, dificultando así la incorporación de nuevos actores, que incluyan jóvenes, mujeres y principalmente rostros nuevos; desaprovechando una oportunidad histórica de realineamiento, situación que podría vulnerar las institucionalidades partidarias al saltarse la participación y transparencia de las decisiones tomadas, usando como excusa la pandemia y otras situaciones.

Es más, se releva un aspecto que parece nuevo, escamoteando la valía del sistema de partidos (histórica, además) ¿será el centralismo burocrático el eje articulador y de fortalecimiento de los partidos políticos en la pluralidad antes consignada en la que se organizan, o, será la opinión de las bases partidarias, independientes y territorializadas el valor que sustentará las definiciones, a propósito de más participación, más transparencia y de sentidos más colectivos?

Lo que sí es insoslayable, es que el territorio, en cuanto capacidad de movilización de las bases partidarias/ciudadanía SI importa. No sólo por el acto electoral, sino que por la vida institucional y no institucional de la cotidianidad. Pareciera plausible que la DC, el PS de Chile, el PC de Chile, el Partido Radical y el Partido Por la Democracia, son partidos institucionalizados con una concreta, o en algunos casos, con una imaginería territorial importante. Por su parte, el Frente Amplio, como conglomerado ya no emergente, demostró adscribir a la idea tradicional de los partidos en la necesidad y capacidad de movilizar sus bases para mostrar fuerza, sin perjuicio de las tensiones traducidas en renuncias de congresistas (diputad@s de Revolución Democrática) y partidos políticos como el Liberal. Por otra parte, en la derecha, han avanzado a la necesidad de mostrar su fuerza, por la vía de la participación interna (un tanto fallida).

Interesa en específico examinar, en cuanto desafío futuro, cómo los partidos (unos más territorializados y burocratizados que otros), se proyectarán con estos antecedentes, considerando la regionalización-descentralización que se avecina. A esto se suman los resultados del Informe de la Descentralización (2014), que por encargo de la Ex Presidenta Michelle Bachelet se ejecutó, consignando entre sus conclusiones y recomendaciones: “la necesidad de pensar en partidos políticos regionales con capacidad de conformación de pactos para integrar diversas coaliciones”.

Entonces la fuerza central, requerirá hacer uso de las consideraciones anteriores, dónde la opinión de sus bases (militancia y ciudadanía en general) debería ser considerada adecuadamente v/s el centralismo que tomó el poder y lo ejerció sin miramientos genuinamente territoriales. Esperaríamos que las decisiones que se vienen apunten a obtener un mejor reconocimiento público, en la valoración de las candidaturas locales y regionales, como eje de constitución partidaria. No hacerlo implicaría apostar por el centralismo y por aquello que representa el malestar social. Es un dilema partidario a resolver con los mayores grados de sabiduría territorial y experiencia política.

El segundo camino en el dilema, generaría como efecto, disminuir la representación partidaria, evidenciando los pesos electorales locales, lo que permitirá tensión centralista y unitaria de los partidos nacionales de nuestro sistema de partido, dando paso a nuestro entender una emergente descentralización de la representación partidaria. Ello, traería luego la fragmentación territorial y/o la migración hacia otros referentes partidarios, movimientos sociales, o la formalización de nuevos partidos políticos, cuestión que nuestro ordenamiento legal, político y electoral no impide llevar adelante, sin perjuicio de las barreras de entradas que tienen para el proceso.

Así, los partidos políticos nacionales y centralistas con sus fracciones territorializadas y burocratizadas están conminados a revisar sus procedimientos, ahora, tomando decisiones participativas, transparentes y colectivas, en favor de una mayor credibilidad social.

De lo contrario la fragmentación del sistema de partidos vía expediente de descentralización de la representación política (y no desconcentración, como es el actual), es un escenario plausible avalado por el sistema electoral proporcional. Se precisan referentes partidarios cercanos y creíbles, permitiendo una mejor canalización de lo que se ha venido a denominar Geografía de la Multitud, la cual en el Momento Constituyente societal y político, emergerá una y varias veces, precisándose más efectivas canalizaciones que las conocidas hasta el momento, ya que es el territorio de cuadra, barrio, comuna y región el que demanda mejor representación para el logro del bien común en una Patria y República más solidaria, fraterna y tolerante.


[1] Ver en https://www.servelelecciones.cl/

[2] Ver en https://www.servelelecciones.cl/

Hernán García
Profesor de la Universidad Academia Humanismo Cristiano. Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica. Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH

José Orellana Yáñez
Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia Humanismo Cristiano

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