En kioscos: Septiembre 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

La imagen del crimen organizado en el espectáculo de la seguridad ciudadana. Por Ibán de Rementería

Hoy para el quehacer político nacional el campo más importante de la representación social es el espectáculo de la seguridad ciudadana y dentro de ella la imagen más significativa es el crimen organizado, en particular el dedicado al narcotráfico.

En el año 1967 Guy Debord, politólogo crítico denuncia a la sociedad de su época como la “sociedad del espectáculo”, donde la vertiginosa cultura de los medios de comunicación de masas iniciada por la radiofonía en las postrimerías de la I Guerra Mundial, avanzada por la TV en las postrimería de la II Guerra Mundial y consolidad ahora por las redes sociales, hacía y hace que cultura como con junto valórico social y político se subordine a esos medios que los expresan, volviendo sencillamente a las artes y las ciencias que antes las expresaban y comunicaban otros instrumentos más de los “mass media”, de los medios de comunicación. “El medio es el mensaje” afirma Marshall McLuhan en 1963, subrayando la subordinación del mensaje al medio que lo emite.

Es de destacar que un año después de la publicación de la tesis de Debord, estalla en Paris durante mayo de 1968 la revolución cultural y valórica más importante del siglo XX, probablemente la más importante desde la Revolución Francesa y la Revolución Rusa, este hecho adquiere un carácter pandémico en Europa occidental y América, con graves repercusiones en Estados Unidos de América, México y Chile; en los Estados Unidos el Gobierno es derrotado a causa de la guerra en Vietnam en su territorio por la movilización social, en México las movilizaciones concluye en la matanza de Tlatelolco, con mas de 300 asesinados por las fuerzas del orden, que así señala como debe ser tratada la oposición valórica radicalizada, en Chile produce una profunda reforma del sistema universitario y a dos años conduce al Gobierno de la Unidad Popular, que será aplastado con otra matanza en 1973, incluida la muerte del Presidente Salvador Allende. La instalación de los derechos de la mujer y los jóvenes con sus crecientes convocatorias y movilizaciones, la generalización de las relaciones familiares no institucionalizadas en el derecho civil, el uso creciente de sustancias psicoactivas para autogestionar los trastornos del ánimo -el asunto de las drogas. Es de destacarse aquí, que las profundas radicalizaciones en los contenidos y las formas de todas las expresiones artísticas, entre otros temas culturales y valóricos cambiantes, producidos después de ambas guerras mundiales son los antecedentes y tienen su punto de nuevo arranque en el “mayo del 68”. Todo esto en el contexto y en respuesta social a la cultura de la Guerra Fría y la destrucción mutua asegurada.

Dicho al pasar, paradojalmente, la otra gran revolución valórica que nos ha acontecido en nuestra cultura occidental es producto de una pandemia, la del SIDA, que obligó a la población y autoridades a explicitar y reconocer social y políticamente la conducta subterránea de la homosexualidad; hoy las parejas de hombre con hombre y mujer con mujer pueden caminar tranquilamente tomados de sus manos por nuestras calles, eso si, no en los países de dominio musulmán ni en la Rusia de Putin y dudo que sea aconsejable en las “democracias populares”.

En la tradicional disputa política histórica desde la secularización del estado por la revolución francesa (en esto los ingleses actuaron avant la lettre cortándole la cabeza a Carlos I en 1649) sobre si los derechos sociales fundamentales tales como la salud, la previsión social, la educación, la vivienda, - así como aquellos otros que la cultura woke (los particularismos) vaya instalando -, deben ser resueltos y provistos por el estado o por el mercado, esos son los asuntos centrales del poder que comienzan a ser decididos por la sociedad toda, eso es la democracia. Ahora bien, en la convocatoria a toda la sociedad para la resolución privada o pública de esos derechos fundamentales la comunicación social se convierte en el factor definitivo y allí en la construcción del espectáculo la elaboración de la imagen se torna determinante. Guy Debord sostiene que el espectáculo, “más allá de ser un conjunto de imágenes, es una relación social entre personas, mediatizada por imágenes” (Debord, 1999). Los personajes centrales de la sociedad del espectáculo no son ni los políticos ni los expertos, son los influencers, los que saben mostrarse y hablarle a la gente, son los mensajeros de las imágenes, ellos son los grandes gestores de la sociedad del espectáculo; pero no por sus intereses si no que por encargo de quienes les entrenan, los nutren de contenidos y, claro está, les pagan.

La situación de seguridad ciudadana

Veamos ahora como funciona esto en el asunto de la seguridad ciudadana. Si reconocemos que las encuestas ENUSC del INE señalan que la victimización por hogares, o victimización vicaria, ha disminuido consistentemente desde el año 2017 de 28,0% a un 21,8% en 2022, mientras que el índice de temor que es el imaginario colectivo constatado en esos mismos hogares es que este, por el contrario, se elevó de un 80,8% a un 90,6 % en ese mismo período (2017-2023). Se debe aclarar que según esa misma encuesta la victimización personal solo afecta al 6% de la población. Es evidente, entonces, que ese imaginario colectivo no es producto de la experiencia de la población en referencia con la delincuencia, sino que es una construcción “especulativa” producto de las “imágenes de la criminalidad” que elaboran los discursos de la seguridad ciudadana, que se desenvuelven y explayan en el conjunto de los medios de comunicación de masas y en las redes sociales, todo lo cual reposa ciertamente en el imaginario de crimen organizado que se ha construido, es más, este es personificado y señalado como el enemigo de la nación entera, de sus ciudadanos y del estado, el narcotraficante es el epónimo de esa imagen.

Pero si hacemos un escueto análisis de los hechos delictivos que afectan directamente a la población según la ENUSC del INE, de aquellos delitos que directamente o indirectamente padece aquella, tenemos que de aquel 21,8%, el 13% ha sido víctima del robo de objetos y partes de vehículos y el 1,7% de los vehículos mismos, entonces queda claro que más de la mitad de los delitos afectan a los automóviles de la población, donde el robo aquellos objetos es el primer delito nacional, casi la mitad, en cambio, los portonazos y encerronas afecta a poquísimas víctimas; ahora veamos la otra mitad de las victimizaciones, estas son: hurto tiene el 5,2% de las víctimas, robo con violencia tiene el 4,4%, robo con sorpresa el 3,7%, robo con fuerza el 3,2% y solamente 1% de la población ha sido víctima por lesiones, lo cual es una clara manifestación de que no somos un pueblo violento. Por delitos de drogas no casi hay denuncias, seguramente porque nadie denuncia a su proveedor, este es un tema a profundizar porque es la segunda causa de personas privadas de libertad en las cárceles, el 22%, luego del robo con violencia; mientras que los homicidios no se indican en la ENUSC, porque comparativamente son tan pocos que se llevan en tantos por cada 100.000 habitantes y no resulta muy presentable mostrarlos conjuntamente, y esto es muy importante en la construcción de imágenes. Los homicidios para el año 2023 llegaron 1.248 según el Ministerio Público, es decir solamente 6,3 por cada 100 mil habitantes, si bien estos han crecido en un 50% desde 2018, eso se debe principalmente al vertiginoso aumento de los homicidios sin imputados conocidos atribuibles a crímenes por encargo, que la prensa llama “ajustes de cuenta”, esta modalidad de “arreglar los asuntos” indica, de alguna manera, que el crimen organizado todavía está en vía de serlo. Pero, el Ministerio Público aclara que: “En general, predominaron homicidios consumados en contexto interpersonal (como violencia intrafamiliar) con 41,3%, por sobre homicidios asociados a delitos de crimen organizado (36,9%)”, (2024). Entonces, resulta claro que en términos cuantitativos los delitos que realmente afectan a la población, casi todos, son los delitos comunes y de poca monta, no los atribuibles al crimen organizado y al narcotráfico, por mucho que la presencia de estos últimos pueda ser molesta para los vecinos.

Que es el crimen organizado

Veamos ahora: ¿cuáles son las imágenes construidas sobre el crimen organizado? Los penalistas de matinales o “perfiladores criminales” nos dirán que tres o más delincuentes con un propósito criminal común. Pero tenemos otros antecedentes más elaborados e imaginativos, como corresponde a la construcción de imágenes, veamos. La peculiaridad de la imposición del poder local en el mundo urbano rural italiano durante la conformación del estado nacional de toda la península en el trascurrir del siglo XIX, principalmente en el sur de ese país, instauró a las mafias como formas circunstanciales de poder local ante la ausencia del estado nacional en formación y por la desaparición de los estados locales, lo que bien en su momento describió Eric Hobsbawm (Bandidos 1969). Luego, desde la crónica policial hasta la literatura se irán construyendo las imágenes de la mafia, hasta el presente con la novela El Padrino, de Mario Puzo, y en el cine de Francis Ford Coppola, elaborando las imágenes potentes de los carteles trasnacionales o trasatlánticos con la invención de la familia Carleone de Sicilia, así dirigidos por un padrino, que constituyendo carteles operan tal cual una cámara de comercio o asociación empresarial como una instancia de resolución de conflicto entre las bandas que los conforman; luego en nuestros matinales, expertos de la academia y periodistas especializados nos irán construyendo a nivel continental carteles del crimen organizado como: el Tren Aragua, Los Gallegos, los Trinitarios y sus múltiples “franquicias” locales. En fin, hoy por hoy los estudios sobre la “narco cultura” se han ido convirtiendo en toda una especialidad de la realidad nacional e internacional, con una metodología que mucho se asemeja a las construcciones del anticomunismo, pues al final las imágenes son referidas pero no se explicitan.

Pero, el crimen organizado no es simplemente un conjunto de delincuentes que actúa al unísono, tales como patotas, pandillas, gavillas o bandas para cometer delitos comunes contra las cosas o las personas como el hurto, robo o asalto, o graves como el secuestro, lesiones o asesinatos por encargo, etc.; no, estas otras históricamente son organizaciones delictivas que se constituyen para proveer bienes y servicio que el estado controla y prohíbe, pero sobre los cuales la sociedad ejerce crecientes demandas, tales como el contrabando y la prostitución, el juego de azar y las apuestas, el tráfico de migrantes, la provisión de alcohol, drogas psicoactivas y otros medicamentos, falsificaciones de productos con marcas, seguridad y protección por medio de la violencia, etc., también se ha organizado masivamente la provisión de mercancías y equipamientos para el comercio callejero o los ambulantes, aquí ya reconocidos genéricamente como los “toldos azules”.

El mejor modelo real de crimen organizado es el creado por Al Capone (1899-1947) como traficante de alcohol durante la época de la ley seca en los Estados Unidos entre los años 1913 y 1936, pago cárcel entre 1930-1939, pero no por haber sido un narcotraficante sino que por evasión tributaria. Luego tendremos personajes emblemáticos como Pablo Escobar o el Chapo Guzmán, de Colombia o México, cual réplicas latinoamericanas de los Carleone, u organizaciones, genéricamente llamadas carteles, como el cartel de Medellín, de Cali (hermanos Rodríguez Orejuela) en Colombia, o los carteles del Noreste, de Tijuana, de Juárez, los Guerreros Unidos, del Golfo que proliferan en México, con diversas articulaciones en el resto de las américas. El caso de Al Capone es emblemático ya que emprende una organización criminal para satisfacer una demanda social de alcohol que el estado pretendió controlar por medio de su prohibición penal con la “ley seca”, experimento de corta duración, solo 13 años, que debió ser suspendido por los resultados criminales y sanitarios desastrosos que generó. Así este caso se constituye no tan solo en el modelo del fracaso del control criminal de una demanda social de salud mental, más allá de la tradición del consumo de alcohol por razones alimentarias y festivas, atinente a la autogestión de los trastornos del ánimo como la son la ansiedad, la depresión y la angustia. Nuestra literatura y el cine son pródigos en testimoniar estas prácticas del beber social y solitario. Hoy tenemos que el prohibicionismo a la provisión y consumo de drogas psicoactivas no tan solo confronta sus espantosos fracasos de control criminal y sanitario desde la aprobación de la Convención Única de 1961 de las Naciones Unidas y que esta se niega a cambiar en cualquier aspecto que sea, no obstante a lo cual en los últimos años tenemos que estados como los Países Bajos, Suiza, Portugal y Alemania en Europa que han despenalizado su consumo y establecido formas controladas para su provisión, la mayor parte de los estados europeos y Oceanía han establecido diversas modalidades de acceso no penalizado a las drogas controladas, así como en las Américas, aquí se destacan los Estados Unidos de América, donde en 27 estados de los 50 que constituyen la Unión Americana existen diversas modalidades de acceso no penaliza a las drogas, pese a ser el estado líder de haber implantado las convenciones de drogas y resistir cualquier cambio en ellas, a mayor paradoja, ahora mismo el presidente Biden está proponiendo la despenalización definitiva de la marihuana. Se puede afirmar que la mayor parte de esta permisividad se refiere a la cannabis o marihuana, pero esta constituye entre el 80% al 90% del consumo de drogas controladas.

Como ya se ha dicho el crimen organizado no tan solo provee a los mercados de drogas controladas y prohibidas, además de casi todas mercancías del sistema de distribución y comercio establecido a mejores precios, así como replicas, falsificaciones o imitaciones de marca para todos los bienes de consumo existentes, sean ropa y calzado, equipos de sonido y electrónicos, perfumes y productos para otros acicalamientos, loza, implementos de cocina y cristalería, muebles, libros, obras de arte, antigüedades y reliquias, repuestos de automóviles y herramientas, etc., etc., etc., todo a precios sin competencia para el comercio establecido, esto es de la mayor importancia para una sociedad, como la chilena, donde el 70% de los hogares debe el 70% de sus ingresos.

Bien nos recuerda Orejudo y Campos que: “En este escenario político en que las instituciones se han convertido en fabricantes de espectáculos y el sistema financiero oferta la especulación hasta evaporar el dinero, anclando nuestras vidas al crédito, el pensamiento de Guy Debord, se revela, y adquiere una inevitable pertinencia”. (Orejudo Pedrosa, Juan Carlos y Bautista Campos, Edgar. (2020). La Sociedad del Espectáculo y los aportes de la Teoría Crítica del Valor. Revista digital FILHA. Julio- diciembre. Número 23).

Ibán de Rementería

Corporación Ciudadanía y Justicia

Compartir este artículo