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La necesidad de un nuevo modelo económico en Chile: Estado y desarrollo local. Por Felipe Pizarro, Felipe Quiroz y Julio César Henríquez.

El 18 de octubre de 2019 generó un punto de inflexión en la historia reciente de Chile, ya que indica un nuevo momento constituyente. Debido a ello, la discusión de los asuntos públicos resulta impostergable. En este sentido, el modelo de desarrollo productivo se torna un tema relevante a la hora de re-pensar el Estado chileno.

Y claro, cómo no poner en el debate un modelo económico que, de acuerdo a cifras del mes de mayo de este año entregadas por el CELAG, para un 73,8% de la población debe ser modificado; un modelo económico que a partir de la instalación de políticas extremo-liberales desde la década de 1980 en adelante deja en manos del mercado (oferta y demanda) la dinámica de producción y la materialización de derechos básicos como la salud, la educación, la vivienda y la seguridad social; un modelo que minimiza el rol del Estado, dejándolo únicamente como garantizador de un “escenario” propicio para la transacción de bienes y servicios; un modelo que no garantiza la autonomía alimentaria de las provincias y localidades en Chile, y que bajo una supuesta neutralidad deja al arbitrio de las fluctuaciones del mercado la estrategia de producción entre regiones, no logrando de ese modo solucionar la asimétrica relación entre estas.

Respecto de lo señalado, el modelo neoliberal se sostiene en la defensa y difusión de valores tales como el emprendimiento, la competitividad y la ambición individual. Principios que, para destacados intelectuales de la fronda oligárquica chilena son la base para el éxito del modelo de desarrollo chileno. Pero la implementación de tales principios ha generado los siguientes efectos sociales: acumulación, depredación e injusticia. En lo relativo a la acumulación, en 2017 arrojó como resultado que el 1% de la población chilena (la más acaudalada) concentró el 26,5% de la riqueza total del país, ganando, de manera comparativa, una liquidez al nivel de los más ricos de Alemania. Por otro lado, el 50% de los hogares chilenos de menores ingresos tenía un 2,1% de la riqueza neta del país, ganando como los más pobres de Mongolia. Por otro lado, en torno a la Depredación, el modelo no sólo arrasa con los recursos naturales del país, sino también con toda la infraestructura, tanto física como legal, construidas durante el siglo XX a través de la inversión de miles de millones de dólares. Y es que, dictadura militar mediante, la complicidad de la clase política civil dejó dicha infraestructura a merced de la iniciativa privada, produciendo con esto la mercantilización de los derechos sociales básicos y la generación de mecanismos fraudulentos de saqueo de los recursos que dicha mercantilización genera. Finalmente, respecto de la Injusticia Social, cabe recordar las demandas de la comunidad que son, en parte, el detonante del estallido social de octubre de 2019 que ‘no se vio venir’: dignidad en pensiones, salud, sueldos, transporte, agua, educación, entre muchas; y como corolario: una nueva Constitución. Frente a esto, vemos que el debate y las propuestas de acción presentadas por la clase política civil, presuponen salir del problema a través de préstamos, por supuesto en U.F, a los más pobres, y el rescate económico, vía regalos tributarios, a los más ricos. Hemos naturalizado el abuso entre personas y visto con buenos ojos, acumular, depredar y habitar injustamente este territorio.

Tomando en consideración los efectos que provoca el modelo, se hace necesario reemplazarlo por fundamentos que articulen un tipo de sociedad distinta, una mediante la cual se distribuya equitativamente la riqueza, desde una visión del vivir, el convivir y el habitar radicalmente distinta de la que provoca la depredación del ecosistema, la explotación del otro, y la alienación para con uno mismo. Resultan coherentes con esta mirada los proyectos de la filosofía intercultural, la geografía crítica y el sistema político federal. En base a estos referentes teóricos, entre otros, se requiere proponer un modelo de desarrollo productivo que proteja y potencie la actividad del comercio y de la industria local, superando la alienación psicológica y laboral del trabajador, ya que el vínculo entre el trabajo y la identidad otorga sentido, y con ello compromiso por un proyecto que es tan personal como colectivo. Es de esta manera como se puede lograr productividad real y, a largo plazo, el anhelado desarrollo del país. En efecto, una sociedad que pretenda llegar al verdadero desarrollo económico, lo hará mediante un compromiso irrestricto con la república y la democracia. Y para esto, tiene que partir por cultivar sus raíces. _ Todas sus raíces.

Mg. Felipe Pizarro. Mg. Felipe Quiroz y Mg. Julio César Henríquez.

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