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La nueva enfermedad de la clase política: la agorafobia. Por Alex Ibarra

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Unos días, antes de que comenzara el festival de Viña 2016, veía la programación para este año y concluí que dado los artistas que se anunciaban, era uno de los festivales que más ayudaban a fortalecer la estupidez promovida por la empresa televisiva como producto de consumo para la entretención, seguramente mi conclusión no tenía ninguna novedad. Sin embargo, la presentación del artista -no diré cómico- Edo Caroe ha generado una presencia mediática bastante importante. Leyendo la prensa estos días no hay medio que no lo comente, si hasta los políticos han salido asumiendo una autocrítica después de este verdadero espectáculo para el pueblo. Como no he prestado atención a la transmisión del festival este año, caso extraño, ya que por mi sentimiento de pertenencia a la cultura provinciana he heredado la costumbre de ver los recitales que en ese escenario presentan los artistas que resultan de mi gusto, decidí ver la tan comentada rutina que presentó Caroe. La ví por Internet un par de días después, no me fue tan fácil, ya que me encuentro en Buenos Aires y acá más de algún corte de electricidad sucede durante el día, la razón de esto es que los equipos de aire acondicionado sobre demandan al sistema general de electricidad. Qué problema este del sobre calentamiento global, dicen que el gobierno neoliberal que encabeza Macri quiere comprar energía a Chile ¿habrán hecho un estudio de cuánto nos cuesta la electricidad a los chilenos? ¿o tendrá él o algunos de sus operadores políticos el compromiso adquirido con la emisión de alguna boleta ideológicamente falsa usada en su campaña y que ahora tiene que devolver con alguna “licitación”? Bueno de esto ya sabemos bastante ¿verdad?, aunque con las condenas que estamos viendo como la concerniente al juicio abreviado del militante UDI Jovino Novoa, queda la impresión de que los políticos y empresarios no aprenderán la lección, ya que terminan igual yéndose a la casa y no a la cárcel donde supuestamente tienen que estar vigilados y excluidos los criminales peligrosos para la sociedad.

Creo que la rutina del artista Edo Caroe puede ser clasificada como una de las presentaciones sorprendentes del festival de Viña, no debemos olvidar que es un festival popular y no sólo farandulero, aunque también lo sea. Recuerdo a Jorge González riéndose de la beatería conservadora, sin sentido y contradictoria del canal del angelito que por un lado mostraba mujeres con poca ropa explotando el sexo y por otro lado, censura temas como los del aborto. También al humorista “el malo” representado por el artista Daniel Muñoz, que al despedirse de este personaje en plena rutina festivalera dice la frase de que: “el malo” volverá cuando los políticos trabajen. Hay algo que en este festival, aunque en contadas ocasiones, hace que los artistas expongan la bronca que comparten con el pueblo. Bonita idea ésta que supone que hay artistas del pueblo, uno como que se entusiasma y emociona, al encontrarnos por el azar con un buen artista callejero por el paseo Huérfanos o Ahumada que lamentablemente terminan llevándoselo arrestado, también cuando participamos con entusiasmo junto a los artistas como me pasa en el querido bar del barrio yungay “El chancho seis” los días martes en la noche donde termino amenizando las payas, o en algún recital de la sonora conmoción en el cual he terminado tocando los platillos haciendo el trencito con el resto de los asistentes y la banda completa.

Digo una rutina sorprendente, ya que ha sido comentada desde varios sentimientos. Por ejemplo una editorial de El Mercurio muestra temor ante este tipo de expresiones públicas, en cuanto a que serían irresponsables, por el peligro mayor que representan las faltas de respeto a la autoridad para el orden social colocando de este modo en riesgo nuestras “serias” instituciones. Usando una expresión de Bachelet, puedo nombrar a otro “agorista” con el cual no tengo rango de familiaridad que en un medio cercano a la Fundación del ex presidente y actual en carrera para convertirse en candidato a la presidencia Ricardo Lagos, expresó algo así como: “tu risa me indigna”. La opinión de Pablo Ibarra además sentenciaba que Caroe carecía de algo así como un saber político y que era una víctima del neoliberalismo. En primer lugar, habría que decir que víctimas del neoliberalismo somos bastantes y si bien es un maleficio, no se puede tratar con aire despectivo a quien lo padece. Por ejemplo, un cesante o un endeudado habitacional por desmerecidos que se sientan así mismos, no merecen un trato despectivo, hay que tener en cuenta que son víctimas del neoliberalismo. Por otra parte, creo que además Edo Caroe se dio el lujo de difundir a dos filósofos políticos notables de la cultura occidental a Platón y a Gramsci, aunque dijo que no se estaba ufanando de ser un gran lector de libros y que sólo había sacado las citas de Internet. Pero, eso tampoco es una culpa, ya que sabemos el alto costo económico de una buena educación, y también sabemos que en algunas universidades incluso acreditadas los alumnos tampoco leen libros y disfrazan ideas de otros publicadas en la web en los trabajos que presentan para cumplir su proceso exigido para la profesionalización.

Otra voz del ágora, el sociólogo Alberto Mayol, escribió una columna titulada “Una elite para la risa”, en la cual termina anunciando -no sé si publicitando o amenazando- que está escribiendo un libro sobre la elite, por cierto podremos terminar con esta incertidumbre cuando lo publique. Pero, sin mayor distracción, quiero señalar lo que Mayol rescata en su análisis de esta manifestación artística que ponderamos en esta columna. El sociólogo señala que en Chile se le ha perdido el temor a las instituciones, ve con optimismo que como conjunto social aparecemos ya sin miedo. Comparto este juicio que se aprecia en ciertos contextos, por ejemplo cuando alguien reclama porque le están cobrando de más, o cuando los manifestantes en una protesta ya no se arrancan del guanaco represivo sino que más bien se le trepan y los incendian, ahora se puede ver que el guanaco arranca de los manifestantes y no a la inversa como sucedía antes. Más claro todavía, antes se quemaban rucas mapuche para reprimirlos hoy ellos se defienden con la práctica de la quema de aquello que los oprime. Creo que a este tipo de inversiones es a las que le teme la señalada editorial del diario El Mercurio. Se condena la violencia porque se le teme a la transformación social, la clase política y la elite está asustada. Saben que todavía la están sacando barata, como advierte Mayol, la manifestación de la risa es menor a la manifestación del odio. Lo que no han advertido los implicados es que si se van seguirán pagando un bajo precio, pero deberían advertir que si se quedan asumen un riesgo.

Por último, quiero señalar que el reclamo al humorista resulta ser desmesurado, no tiene la responsabilidad que tiene el político. No creo que se haya hecho una censura parecida, seguro no encontraremos ninguna editorial de El Mercurio señalando el peligro al cual nos expone la clase política corrupta, como tampoco debe haber dedicado editoriales al daño que provoca la clase empresarial coludida e impune en el sistema neoliberal. El asunto de la ideología tiende a ser engañoso por eso es mejor plantearlo con claridad. Tal vez Edo tenía razón en ese chiste de los dedos famosos, pero le faltó precisión, ya que el dedo de Ricardo Lagos como dirigente opositor al régimen de la dictadura era poseedor de otra categoría moral. Cuando Lagos levantó el dedo era un momento político anterior a la consumación de la llamada “renovación” del socialismo. El dedo de Jara -con el que pudimos ganar la Copa América- efectivamente estaba más limpio que el de Lagos, ya que el dedo de Lagos apuntaba a un dictador genocida y a todo un sistema represivo de violencia en contra de la ciudadanía.

Alex Ibarra Peña. Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.
Docente Universidad Católica Silva Henríquez.

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