El escenario de la televisión abierta en Chile se torna cada vez más complejo, y los números lo demuestran. Canal 13, Chilevisión y TVN suman pérdidas que, al cierre de septiembre de este año, superan los 28 mil millones de pesos. Las cifras no mienten y menos aún ocultan una realidad que golpea de lleno a las y los trabajadores de estas estaciones.
En el caso de Canal 13, la administración de Maximiliano Luksic, hijo de Andrónico, decidió en 2018 implementar una medida drástica: externalizar la producción y operaciones del canal a través de un acuerdo con el Grupo Secuoya, una empresa española con vasta experiencia en servicios audiovisuales. Se prometió modernización, eficiencia y, sobre todo, reducción de costos. A casi seis años de aquella decisión, la realidad contradice las promesas: las pérdidas no solo persisten, se han agravado.
El proceso de externalización implicó el despido de más de 300 trabajadoras y trabajadores en 2018, muchos de los cuales fueron reemplazados por contratos más precarios gestionados por la nueva empresa. La medida fue recibida con críticas tanto desde el interior del canal como desde el Sindicato de Canal 13 y la Federación de Trabajadores de la Televisión Chilena (FRETA-TV), que advirtieron las consecuencias: la pérdida de estabilidad laboral y una merma en la calidad de vida de quienes, por años, fueron parte fundamental del desarrollo del canal.
Lamentablemente, el tiempo les ha dado la razón a trabajadores y sindicatos. Aunque Canal 13 logró “alivianar” su carga laboral, sus números rojos no han cedido. Este año, la estación acumula pérdidas de $5.398 millones, un aumento en comparación con los $4.162 millones del mismo período del año anterior. A nivel macroeconómico, esta apuesta por la externalización ha demostrado ser un espejismo: se reducen costos fijos, pero los gastos en contratos externos y los menores ingresos publicitarios continúan ahogando a la estación.
Mientras tanto, los trabajadores y trabajadoras han pagado el costo de decisiones empresariales que no han dado frutos. La precarización laboral es una consecuencia directa de este modelo: empleos menos seguros, con salarios ajustados y beneficios reducidos. La calidad del trabajo que otrora sustentó la televisión chilena se ha visto debilitada, mientras que la promesa de modernización sigue siendo una deuda pendiente.
La situación no es exclusiva de Canal 13. En un mercado televisivo donde las señales abiertas compiten con plataformas de streaming y OTT, la reducción de costos se ha convertido en una obsesión de las administraciones, con consecuencias humanas y laborales irreversibles. Chilevisión y TVN, aunque no han externalizado sus operaciones de forma tan radical, muestran signos similares: pérdidas constantes y un escenario laboral incierto.
La experiencia de Canal 13 con Secuoya debería servir como una lección tanto para esta industria como para otras. La externalización, lejos de ser una panacea, puede ser un arma de doble filo. Cuando se ejecuta sin considerar a los trabajadores y trabajadoras como el principal capital de una empresa, las pérdidas no son solo financieras, sino sociales y humanas.
A seis años de aquel polémico acuerdo, la administración de Canal 13 debe replantearse si el “ahorro” valió la pena. La respuesta está a la vista: no hay modernización que justifique el costo de sacrificar la estabilidad y la dignidad laboral de quienes hacen posible que la televisión siga viva en Chile.
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Fernando Castro Riveros, Secretario Sindicato CDF TNT Sports, Vicepresidente Segundo Federación de Trabajadores de la Televisión Chilena