"Esperar no es conocer el futuro
sino estar dispuesto,
en actitud de infancia,
a acogerlo como un don".
El don y la reciprocidad representan una forma de relación social solidaria alternativa al orden injusto de ese régimen político que sacraliza, o naturaliza, el dogma ideológico de la propiedad privada como expresión de la prosperidad instalada por el neoliberalismo.
Es en este contexto que resulta pertinente revisar algunos de los planteamientos expuestos por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez hace cincuenta años en su libro Teología de la Liberación. Texto que fue animador de los debates entre teólogos y comunidades eclesiales de base cristianas populares en el Chile oprimido por la dictadura.
Como se sabe este libro permite visualizar interesantes debates teológicos pos al concilio Vaticano II al interior de una iglesia institucionalizada que se declara atenta a los "signos de los tiempos", recuperando parte de su vocación profética de oposición a las injusticias generadas por los poderosos: "¡Ay! Porque grande es aquel día, no hay otro semejante a él. Es tiempo de angustia para Jacob, mas de ella será liberado" (Jr, 30. 7). La diversidad de posturas teológicas está dada por movimientos conservadores de la "nueva cristiandad", y por las teologías de la revolución de Hugo Assman, la de la liberación de Gustavo Gutiérrez y la del pueblo de Juan Carlos Scannone. Todas éstas, sin duda, pueden ser interpretadas como teologías políticas.
La publicación de Teología de la Liberación de Gutiérrez presenta una América latina profundamente movida por una atmósfera de cambio que viene siendo estimulada por la significación histórica de la Revolución Cubana y el triunfo democrático de la Unidad Popular en Chile. Vemos un llamado a la reflexión teológica en búsqueda de un diálogo que reconozca "la presencia y actuar del hombre en la historia". En esa historia que se comprende como revelación del actuar de dios a favor de la salvación. La liberación tiene un contenido teológico, esa es la visión de este teólogo peruano: "El hecho mayor de dicha presencia en nuestro tiempo, sobre todo en los países subdesarrollados y oprimidos es la lucha por construir una sociedad justa y fraterna, donde los hombres puedan vivir con dignidad y ser agentes de su propio destino".
Desde este encuentro de síntesis teórico-práctico se formulará una reflexión situada, siempre abierta a la comprensión de su contexto utilizando el aporte del pensamiento.
La formación intelectual de Gustavo Gutiérrez es riquísima, conocedor de una importante tradición francesa de filosofía representada por autores tales como: Bergson, Gilson, Maritain, Bachelard, Hypolite, Ricoeur y Althusser; pero no sólo limitada a ésta también expresa su conocimiento de autores clásicos como: Moro, Hegel, Marx, Trotsky, Freud, Gramsci, Marcuse, Lukacs, Bloch. Desde estas fuentes recurrirá al uso de la filosofía crítica y de la filosofía marxista. No evadirá explicitar la valoración de estas tradiciones de pensamiento ni tampoco su trabajo intelectual de apropiación reflexiva de las ideas. Dicho trabajo erudito es propio de la cultura académica en América Latina, pero además novedosamente va incorporando una robusta tradición de pensamiento nuestro americano en sus referencias y comentarios a los teóricos de la CEPAL, Hinkelammert, Augusto Salazar Bondy, Casanueva González, Aníbal Quijano, Roque Dalton, Mariátegui, Paulo Freire, Fanon, Adolfo Sánchez Vásquez, y el Che Guevara, En este conocimiento es claramente más contundente que varios filósofos de la liberación.
Destaco su reflexión sobre la utopía, desde la cual pretende establecer una separación con la ideología, sustentada en un principio de racionalidad que le sería propia a la primera. La utopía recupera la posibilidad para la transformación política: "Si la utopía no lleva a una acción en el presente, es una evasión de la realidad". Relevante es poner atención ese significado de esta categoría en cuanto transformadora del orden existente.
La utopía aparece también, rescatada desde una valoración teológica de perspectiva escatológica, en sus palabras: "El pensamiento utópico asume, según la intención inicial, su calidad subversiva y movilizadora de la historia". El fundamento será la teología de la esperanza que puede ser el fermento de una espiritualidad transformada hacia la acción: "La esperanza surge así, como la clave de la existencia humana orientada al futuro, por medio de la transformación del presente". No basta con interpretar la historia -plantea Marx- sino que hay que transformarla.
La teología de la liberación asume el llamado a la transformación en favor de la aparición de un "hombre nuevo", es decir alguien que ha tenido un auténtico proceso de conversión: "Una espiritualidad de la liberación, estará centrada en una "conversión" al prójimo, al hombre oprimido, a la clase social explotada, a la raza despreciada, al país dominado". Sin duda, esta espiritualidad adquiere sentido en el compromiso de todos aquellos que denuncian y se comprometen con esa recuperación de la dignidad, eje central en la marcha de nuestro proceso político reciente.
Alex Ibarra Peña.
Dr en Estudios Americanos.
Docente Instituto de Filosofía-UCSH.