Diferentes miradas de la historia son fundamentales para entender el gobierno actual y sus características, al cual se le puede juzgar en forma crítica, pero no por un asunto de gestión, sino por una actitud oscilante enraizada en el pasado y que provoca una situación de permanencia.
En algún momento, el presidente Boric dio a conocer que un profesor, le había hecho comprender la frase del expresidente Aylwin “en la medida de lo posible”. Desconociendo desde la autoría de este artículo el argumento que lo hiciera entrar en esa comprensión, para efectos de este artículo, utilizaré un estilo basado en la interpretación.
Previo al término de la dictadura, Aylwin ya había sostenido conversaciones con sectores de como llaman algunos, el gobierno cívico militar, momento a partir del cual se puede inferir la existencia de acuerdos y garantías para cumplirlas una vez terminado el gobierno que se extendió desde el año 73 hasta el 90, y cuyo primer gobernante fue quien otorgara la confianza de continuidad en lo estructural, el beneplácito con el modelo económico y el agrado con la Constitución del 80.
Así, el discurso donde anunciaba la opción de la medida de lo posible era un trazado de continuidad y de expresar la distancia con quienes dieron su lucha contra la dictadura, que manifestaban esperanzas y sueños no coincidentes con los de Aylwin, ciudadanos que fueron parte de un proceso de reflexión y con un entendimiento claro de lo instaurado en el régimen militar y que en forma natural era la antítesis de lo que debería haber venido después, para alcanzar una sociedad justa para todos y todas, la esencia de una sociedad humanamente diferente.
Dando vuelta un poco más rápido las páginas de la historia, y escudriñar por los cuatro gobiernos concertacionistas que se prolongan desde el año 1990 hasta el 2009, era un lapso de tiempo que ya había sobrepasado el período por el cual se extendió el gobierno militar, pero se hacen cargo de mantener un modelo estructural intacto y alejado de lo esperado en los años 80, de prosperidad para quienes iban pasando por los sucesivos gobiernos, con un grado de adaptación significativo a la herencia de la dictadura y exacerbando la característica del individualismo, que en ese momento ya tenía casi 37 años de práctica efectiva, desde el miedo, el terror y luego la convivencia en una democracia mal entendida.
Con este paso abrupto de años, se llega al primer gobierno de Piñera, no por su mérito, sino por las características de su contrincante. El lado no derechista, lanzaba consignas de campañas atractivas, pero al final iba primando el sabor inevitable de dar apoyo al mal menor, que lleva a una aproximación de estar en algo que se transforma en la tierra de nadie, apoyar algo sin respaldo de un proyecto de cambio sustancial.
Se trata desde la perspectiva de ese momento y también a modo de conclusión en la época actual, la ausencia de la construcción de algo básico, como tendría que haber sido un proyecto robusto de una sociedad diferente, que habría tenido muchos adeptos, con un gran aporte en muchos sentidos a una convivencia basada en lo mejor para los habitantes de un país, alejado de las lógicas de mercado que fortalecen el individualismo, acrecientan desigualdades, coartan oportunidades y no tocan las estructuras sigilosamente diseñadas en dictadura.
La derecha que siempre está vinculada al poder económico amplía el poder hacia el aparato gubernamental, pero a consecuencia del terremoto del 2010, tiene un período de gracia, y es el 2011 cuando se inicia un ciclo político, que representa un engranaje perfecto para orientar el presente análisis.
Visto desde la actualidad y examinando el pasado, se podría haber pensado de manera ingenua que los años del gobierno de Piñera, serían un período de reflexión del sector concertacionista, con un análisis de porqué se le entregó un gobierno a la derecha y cuáles fueron los aspectos donde hubo equivocación. Pero nada de eso ocurrió. El haberse consagrado como eficientes administradores del modelo, el paso a un gobierno de derecha producía un tránsito normal, lo estructural a nivel país ya se encontraba instalado y el beneficio de unos pocos se transformaba en una institucionalidad país.
Con un nexo más férreo al tiempo actual, es interesante observar lo que ocurría con los jóvenes que el año 2011 encabezaban el movimiento estudiantil y que ahora son parte del gobierno. La editorial AÚN CREEMOS EN LOS SUEÑOS, publicó el libro OTRO CHILE ES POSIBLE, en el cual Giorgio Jackson, exdirigente estudiantil, luego diputado y posterior ministro, entregaba apreciaciones bastante contundentes y decidoras, a través de un artículo de su autoría en el momento en que era presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, texto publicado en octubre de 2011.
Señalaba “Cuando emergió la revolución pingüina había un gobierno de la concertación que, aunque administraba el mismo modelo, tenía una sintonía y un lenguaje que le permitió neutralizar y administrar ese movimiento y descontento”. Se refiere al movimiento de los estudiantes secundarios del año 2006, hay un énfasis en el rol de administrador del modelo que tenía la concertación, pero no hay ninguna expresión de la intención de revertir el modelo que sostiene lo estructural, sólo eran eficientes administradores del descontento. El año 2006, la concertación ya había tenido un mandato de 16 años y al 2009 acumulaban 20 años a su haber. Estas cifras son relevantes por que el período dictatorial se extendió por algo más de 16 años, y así se aclara la prevalencia de la nula voluntad del cambio.
También Jackson señala “Durante la concertación era fácil que los gobernantes y autoridades culparan al sistema político, a la obstrucción opositora de derecha que no daba los votos para las reformas y usaba ese argumento para descomprimir la presión social, al tiempo que ocultaba su falta de convicción y coraje para impulsar cambios fuera de la política de los consensos”. Importante esto último de “cambios fuera de la política de los consensos”, se vislumbra la nula presencia de la mayoría que puede estar afecta a los problemas y que serían los potenciales beneficiados de las reformas por mínimas que estas sean, sin embargo, hay un clima de incredibilidad.
Esos son los aspectos medulares que caracterizan en profundidad un período que podría haber sido un punto de inflexión, pero que no lo fue.
Los acontecimientos que venían marcando la historia más reciente que acrecienta lo gravitante de una época anterior, no dio augurios de algo diferente. La tendencia seguía al ritmo del statu quo y el estancamiento. Repetirse 16 años de gobiernos entre dos nombres, Michael Bachelet y Sebastián Piñera, indica que no se tiene la capacidad de que surjan en política caras nuevas y ello puede producir un retardo, con signos de proyección de futuro no auspiciadoras.
Más aún en el segundo gobierno de Michael Bachelet, surge una figura de gran irresponsabilidad, representada en un mandato con dos almas, una imagen opuesta a la unidad y más cercana a un quiebre. En pleno ejercicio del mandato, se bifurca el oficialismo con dos candidatos a la presidencia de la república, y en lugar que la coalición más cercana al programa de gobierno fuera la que siguiera en la continuidad del período gubernamental, dejando fuera a los díscolos, continúan las dos almas, manteniendo cada uno el puesto que le había sido asignado no precisamente por una actitud de responsabilidad. Resultado, puertas abiertas para el segundo gobierno de Piñera, y las desconfianzas hacia la política en aumento.
Este panorama país es el actual, seguimos con las dos almas, una de las cuales puede ser caracterizada con las apreciaciones vertidas sobre la concertación, y lo cierto es que no deberían haber estado nunca en el gobierno, son aquellos que se presentan con el nombre de socialismo democrático, los responsables del inmovilismo histórico de no abrirse hacia una sociedad diferente. También no se debe olvidar que la base del gobierno es Apruebo Dignidad, que ya está en extinción, y con el surgimiento del Frente Amplio las almas gubernamentales hay que observarlas como siguen.
Desde el momento en que se levanta un gobierno con una raíz de transformación, lo primero es asegurar la lealtad al elector y si por cuestiones de apoyo no se alcanza a llegar al gobierno, es la consecuencia de la construcción político-histórica del país, con muchos vacíos en materias de transformación o sencillamente la expresión de la negación al cambio, ese cambio imprescindible que hubiese sido visualizado desde el 11 de marzo de 1990, y aceptando un lapso de tiempo de diseño e implementación, nunca debería haber superado los 15 años, condicionado a la participación ciudadana y la alegría que podría haber concitado una patria justa, no articulada desde una élite. Era la alegría prometida que nunca se hizo presente.
Un Chile mejor en su aspecto nominal, no es referente válido, ya que el espacio para llegar a lo mejor es muy subjetivo y sólo sería viable si al país le faltará muy poco para ser mejor, una cuota mínima para llegar con pequeños ajustes a ese estado, pero lo verídico es que hay una gran distancia por recorrer, antecedida por 34 años, representación de un peso enorme. La ausencia de las personas en las calles con un clima de convivencia feliz.
En el contexto que se muestra, se articulan elementos importantes por observar.
Los gobiernos de Piñera se caracterizaron por incorporar en forma sostenida medidas de seguridad, aula segura, barrio seguro, etc. Entre otras, y que siempre deslizan una forma de contar con herramientas de tipo represivas. Al respecto, es notorio, la irrupción en el país del narcotráfico y del crimen organizado, que de manera coherente tuvieron una puerta de entrada. En esa dirección, hay un tema que no se ha tocado, ¿qué cosas ocurrían en el país, durante el gobierno de Piñera, mientras hubo un toque de queda prolongado en época de pandemia?, de eso no se ha hablado, lo que se llama un manto de dudas. En el hoy y transcurridos 13 años desde el 2011, se concluye que en ese año no se produjo un viraje importante como podría haber ocurrido, estamos en un presente donde todo el tiempo transcurrido en postdictadura suman 34 años. El movimiento estudiantil del 2011 tuvo un rápido pasar desembarcando en el parlamento e iniciando así una carrera que los sumó a una dinámica del sistema político vigente e inevitablemente por las condiciones del país, asumir la administración de lo estructural, dejando incluso de lado visiones contundentes expresadas hace no tanto tiempo, entre voltereta y convicción débil. No se aprecia una continuidad del movimiento estudiantil actual con otros actores gravitantes, sino que destaca la escasa participación que, incluso en la educación superior hay federaciones que no se logran constituir, un signo de un país en el que priman las desconfianzas y un gran nivel de hegemonías que cierran el paso a la participación que se puede tornar riesgosa.
Transcurrida la revisión alrededor de un eje ubicado en el 2011, el momento presente inserto en un contexto histórico también debe ser motivo de observación, tal vez no concluyente, pero sí sopesando algunos acontecimientos en los cuales hemos estado inmersos y que proporcionan parámetros de conducta política.
Se afirma que los poderes del estado son independientes en sus decisiones, y éstas se deben respetar, pero las evidencias van por un lado opuesto.
Si hay un dictamen de la Corte Suprema que obliga a las ISAPRES a efectuar un pago a sus clientes, es una decisión que se debería haber cumplido sin mediar ninguna acción. Sin embargo, el gobierno y el parlamento echan por tierra la supuesta independencia en este caso de la justicia, otorgando a través de un salvataje legal las mejores condiciones para el negocio de la salud y un desmedro significativo para los usuarios.
Sin embargo, el punto abordado en los párrafos precedentes no es el único. Sólo por mencionar otros: el beneplácito hacia el yerno de Pinochet para que participe en la industria del litio; el día 27 de abril de este año, mueren tres carabineros en la provincia de Arauco y nunca más se difundió en forma extensa sobre los autores del hecho, pero con claridad el general Yañez obtuvo una extensión del plazo que tenía para su formalización por los hechos acontecidos en el contexto del estallido social; hechos que manifiestan formas de actuar y un sello de cambio de políticas de pareceres frente a los acontecimientos, una línea que puede dar para un análisis de mayor profundidad.
Con lo precedente, llega el momento de hablar de futuro, por constituir un pilar fundamental paradojalmente de pasado, presente y futuro.
Acercándose a un término de gran relatividad, que debería ser más absoluto que relativo, encontramos la palabra “racionalidad”. Lo racional en una construcción de un bienestar social expansivo y natural, sin el subterfugio de un estado subsidiario, sería la visión de futuro construida por muchos y con un país comprometido bajo una identidad de desarrollo expansiva sin desigualdades y la presencia de un estado de tipo rotunda, sin esas figuras que fueron construyendo exprofeso las “alianzas público-privadas”, sobre las cuales es totalmente claro su sentido.
Lo anterior, lleva a la expresión pública de la demanda por lo que se podría definir como causas nobles y beneficiosas para las mayorías, poniendo en juego un país con grandes confianzas, una educación de alto nivel y con decisiones no cupulares ni de élite. Pero todo esto no ha sucedido, sino que por el contrario incomoda.
Cuando una deuda de carácter histórico con los profesores no se paga, y la cual fue contraída hace 43 años, es un golpe prolongado a la educación. Y más aún, considerando que en la cuenta pública del gobierno hubo un anuncio de tramitar el pago de la deuda en primera instancia para quienes tengan 80 años o más, ese es un juego con el sueño de futuro que tenían los docentes y que se ha extendido por décadas, mediando el transcurrir incluso de veinte años continuos de gobiernos concertacionistas.
En estos meses se habla en forma reiterada de las reformas a lo previsional, e incluso está la frase respecto a eso “vamos avanzando”. Esto se discute y se tramita en un tiempo que para los actuales pensionados y afectados por el sistema, transcurre bajo una figura que forma parte de una época del “futuro soñado” que debería haberse concretado desde hace años y con esa esperanza de los cambios estructurales que nunca se hicieron. La ausencia de gobiernos, que podrían haber emitido un mensaje a la ciudadanía para que los acompañaran a gobernar y si era preciso exigir juntos las demandas beneficiosas que determinaban construir historia de la comunidad y no entre cuatro paredes, o procurando acuerdos entre actores que se niegan al cambio dan señales del epicentro de las responsabilidades.
Un elemento clave, es que la batalla contra la desigualdad determina combatir un “desequilibrio social”, y al estado de equilibrio no se quiere llegar, negándose en la práctica a crear las condiciones para ello.
Estamos en tiempos, en que ya algunos han partido sin haber visto cumplidas sus esperanzas, prácticamente una renuncia forzosa a lo que consideraban un futuro promisorio y merecido.
Se presenta un quiebre generacional que avanza rápido, porque quien estaba en las calles el 2011 y hoy en el gobierno, viven realidades diferentes y su futuro no es el mismo, que el de las generaciones que le anteceden sometidas al accionar del poder económico que es realmente es más fuerte y embaucador. Claramente en esencia son sectores de derecha con un efecto acumulativo en la historia, los que han impuesto sus modelos de dominio y convivencia en sociedad, lo cual no tiene nada que ver con esas cuestiones un tanto distractoras que proyectan y que hacen verlos desunidos.
Por el otro lado, meses antes de las elecciones los llamados a buscar apoyo para que no sean elegidos los candidatos de la derecha no se hacen esperar y los mensajes promoviendo la unidad, no tienen mayor alcance que el efecto al interior de los partidos políticos de una tendencia supuesta y que quieren presentar una buena oferta. Tal vez las palabras vertidas al finalizar este análisis “son políticamente incorrectas”, pero dan cuenta de un cambio que determinaba un proceso de construcción y desarrollo de pensamiento exigente, que nunca se hizo, sólo la premura de la unidad sin contenido para ganar una o más elecciones.
Puede ser preciso poner el cronómetro nuevamente en cero, y que los más jóvenes piensen en otro futuro, diferente al de la “generación 80” que fueron testigos presenciales y en primera línea, de la “primera piedra” de lo estructural y luego de “los tijerales”.
Todo esto fabrica dos escenarios, estar en una “tierra de nadie” o “haber puesto fertilizantes” para que pasen cosas que no agradarían que ocurrieran, pero no se hizo nada para evitarlas. Sería interesante por parte de una de las almas del gobierno, que puedan emitir palabras de las responsabilidades que les competen, aunque ya es tarde se han dado vuelta muchas hojas del calendario, y creyeron haberlo hecho muy bien.
Y no olvidar, seguimos con la Constitución del 80.