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La Rebelión en Valparaíso comenzó el 19 de octubre de 2019. Por Tito Tricot

Todos saben que el Estallido social, como es conocido, explotó en Santiago el 18 de octubre de 2019, pero la Rebelión en Valparaíso comenzó el sábado 19 de octubre. La convocatoria era a las 7 de la tarde en la Plaza Victoria –que nadie sabe quién la hizo– y, como habitualmente las marchas jamás comienzan a la hora, muchos supusieron que esta vez sería lo mismo, por tanto se dirigieron lentamente hacia la Plaza. En la distancia se divisaba gran cantidad de gente que se asumía caminaban hacia el lugar de concentración. Gran equivocación, la manifestación empezó antes, lo cual se convertiría en costumbre. Es que nadie quería estar ausente de aquel momento histórico, tampoco Francisca, quien salió antes de su trabajo justamente por lo que estaba sucediendo. Llegó a su casa en el centro, intentó cocinar algo, pero no pudo, tenía la necesidad de salir. Así lo hizo. Se paró en una esquina a fumar un cigarrillo y lloró de alegría, no podría creer lo que pasaba. De pronto ve por entre el fuego de las incipientes barricadas y el humo de las lacrimógenas a una antigua pareja que se dirigía rápidamente hacia ella. Se abrazan, el beso es apocalíptico. No podía quedarse encerrada en la casa. Esto no tenía que ver con política o ideología, nacía de las entrañas, del corazón.

Valparaíso vive colgando, como la ropa de sus tendederos. No se molesta ni con el viento ni con el graznido de las gaviotas porque nació aquí, ni lo plantaron, ni lo trajeron o desembarcaron. Simplemente fue y punto. Y sigue siendo a pesar de todo y contra todos, como si estuviese destinado a ponerle el rostro a los embates del tiempo. Quizás por eso despertó aquella mañana del 19 de octubre mirando de manera distinta. Sin miedo. Y sin miedo salió Fernando hacia la Plaza Victoria ese mismo día, a pesar de los bombazos. Salió solo, porque con él había gente que no había estado nunca en marchas . No fue fácil, justo al llegar a la intersección de Edwards con Colón, a una cuadra de la Plaza, escuchó un silbido, mira en dirección al cielo y apenas alcanza a retroceder antes que explote una bomba triple. Se precipita sobre una y la patea con toda la fuerza que puede para devolverla hacia los carabineros. Intentó hacer lo mismo con las demás, pero se hizo imposible respirar, le ardían los ojos y la garganta. No le queda otra cosa que correr y alejarse para luego volver por otras calles, lo cual sería una constante en el puerto por meses.

¿Qué pasó? ¿De dónde salió tanta gente? ¿Se descolgaron de los cerros concertadamente? ¿O se cayeron de pura alegría? Algo similar sucedió en 2001 cuando Wanderers salió campeón de la primera división del fútbol profesional. Una marea verde bajó desde las alturas para tapizar la ciudad con la algarabía del triunfo del equipo porteño al cual se apoya en las buenas y en las malas. La verdad es que son más las malas que las buenas, pero ahora no se trataba de un juego, el presidente Sebastián Piñera había declarado inequívocamente: ¡Estamos en Guerra! Una guerra unilateral, de las Fuerzas Armadas, Carabineros, la Policía de Investigaciones, la Agencia Nacional de Inteligencia, el Gobierno y todo el sistema, contra el pueblo desarmado. O, a lo sumo, con piedras, hondas y molotov. Es la biografía de Chile. Es la violencia y abuso del hacendado, la aristocracia, del colono, del latifundista, de los propietarios de las salitreras, de las grandes empresas, de los bancos, de la iglesia. Los dueños de Chile de ayer y de hoy no tienen escrúpulos en reprimir y matar cuando tienen que hacerlo. Aparentan creer en la democracia hasta que tiemblan sus privilegios y ahí se evaporan sus magras sonrisas y la convierten en democradura. Por eso Valparaíso se levantó más temprano ese 19 de octubre, y esa tarde con rabia ocupó la plaza Victoria y la Simón Bolívar, ubicada a un costado, nada más cruzando la calle. Ahí donde también se encuentra la biblioteca Santiago Severín. En aquel espacio de lectura y reflexión se hallan millares de libros a disposición del público. Tal vez muchos de esos lectores pasan la vida consumidos por las letras sin conocer jamás el mundo real. A lo mejor sí, nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que esa tarde pronto empezaron a surgir por todas partes las barricadas para detener a las fuerzas policiales que ya iniciaban lo que se convertiría hasta el día de hoy en un largo espiral de violencia. Corriendo entre ambas plazas, no lejos de la catedral, se acerca presuroso, cubriéndose la cara con una mano y exclamando por ayuda, un joven de polerón gris y shorts. Lo habían baleado en el pómulo derecho. Inmediatamente lo rodearon varias personas para socorrerlo. Calma, le decían, hagan espacio. Una muchacha le limpiaba la sangre con minuciosidad, con agua y gasa que ella misma portaba. ¿Es muy profundo? No, respondió ella tranquilizándolo. Otros gritaban que había que moverlo de ahí porque venían los pacos y estaban cayendo muy cerca las lacrimógenas. Caían cerca, lejos, por todas partes. Es que Valparaíso se convirtió, de ahí en adelante, en una ciudad arrasada por un fárrago de gases pestilentes y balines. Sin embargo los porteños y porteñas habían perdido el miedo, o si lo tenían, lucharían igual, por eso mientras atendían a ese joven herido en el rostro, otro grupo de encapuchados se enfrentaba con carabineros defendiendo la marcha. Ya comenzaba a gestarse la Primera Línea y también la Brigada de Primeros Auxilios. Todo espontáneo, embrionario, pletórico en solidaridad. También los pacos ya disparaban directamente a los ojos. Como en la madrugada de Año Nuevo del 2020 cuando en el corazón de la Plaza de la Resistencia, ex Plaza Aníbal Pinto, Carabineros, con una lacrimógena despedazó el ojo derecho de Matías Orellana, profesor de Educación Física e hincha de Wanderers. Otra víctima más de esta guerra inventada, pero con asesinados, mutilados, torturados, abusadas y presos políticos reales. El gobernador Gonzalo Le Dantec llamó irracionales a los que se manifestaban porque destruían la ciudad, pero jamás dijo una palabra acerca de lo sucedido a Matías o a algunos de los baleados. Su padre, Enrique Le Dantec, fue fiscal naval inmediatamente después del golpe de Estado. Operaba en la Academia de Guerra Naval, principal centro de detención y tortura de la Armada en la región. Además, en el edificio de la ex Intendencia donde se realizaban interrogatorios, así como los consejos de guerra de los cuales él era parte fundamental. ¿Tradición familiar o mera coincidencia? Quizás. La única certidumbre es que la Rebelión comenzó en Valparaíso el sábado 19 de octubre de 2019 y contribuyó, al igual que muchos otros lugares, espacios, momentos, formas, resistencias, al movimiento social, a la rebelión que estremeció al país. Y que aún no termina.

Dr. Tito Tricot

Sociólogo

Director

Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC

17 Octubre 2021

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