La noche del 15 de junio, en la comuna de Cerro Navia, Yaidy Garnica —mujer venezolana, madre y abuela— fue asesinada cruelmente durante una celebración familiar. Imágenes captadas por cámaras de seguridad muestran a varios vecinos intimidando a su familia con elementos contundentes, momentos antes del disparo. Yaidy recibió un tiro a quemarropa en el cuello, frente a sus hijas. Fue trasladada de urgencia al Hospital Félix Bulnes, donde falleció poco después. Según versiones preliminares, el conflicto se habría originado por el volumen de la música. Más tarde, el presunto autor del disparo se entregó voluntariamente en una subcomisaría. Los detalles han sido cubiertos por la prensa. Aunque la investigación judicial sigue en curso, el hecho ha generado un intenso debate social que va mucho más allá de la noticia policial.
En redes sociales proliferaron comentarios que comienzan con la frase: “No justifico el asesinato, pero…”, seguida de argumentos que desplazan la atención desde el agresor hacia la víctima o su entorno. Frases como “vayan a poner música a su país”, “esto no pasaría si respetaran a los vecinos con el volumen”, o “tienen que aprender a respetar” se repitieron en distintas plataformas. Este tipo de discurso, bajo una apariencia de sensatez o preocupación por la convivencia, funciona como una forma encubierta de justificación simbólica del crimen, y está profundamente atravesado por prejuicios xenófobos.
¿En qué momento el ruido de una fiesta se volvió argumento para que alguien saque un arma y dispare contra una persona? Los ruidos molestos existen, sin duda, y pueden ser particularmente incómodos cuando son reiterativos. Para abordarlos, existen ordenanzas municipales específicas, mecanismos de mediación vecinal e instancias institucionales diseñadas justamente para resolver estos conflictos sin violencia. Podrá argumentarse que estas medidas no siempre se fiscalizan o no funcionan como debieran, pero entonces el esfuerzo debe concentrarse en mejorar su implementación, no en justificar la barbarie.
Según cifras recientes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Chile viven más de 533.000 personas venezolanas, el grupo migrante más numeroso en nuestro país. A pesar del comprobado aporte laboral, social y cultural que brindan —reflejado en su alta participación en sectores como la construcción, el comercio y los cuidados, según informes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y del Instituto Nacional de Estadísticas—, el 70 % de la población declara tener percepciones negativas hacia esta comunidad, según el informe de 2023 sobre percepción de la migración elaborado por la Universidad Diego Portales. Es precisamente en este contexto en que cobran sentido estos discursos en redes sociales: no son opiniones espontáneas, sino parte de un ambiente de normalización del desprecio, en el cual ciertos cuerpos, acentos y rostros son considerados intrínsecamente molestos, invasivos o simplemente “ruidosos”.
Este no es un hecho aislado. Según el informe 2024 del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), los discursos de odio han aumentado significativamente en los últimos tres años en Chile, especialmente contra comunidades migrantes. El Observatorio contra el Racismo (2023) también ha destacado cómo algunos medios de comunicación han contribuido directamente al aumento de prejuicios al representar frecuentemente la migración en términos negativos, instalando así la idea de que ciertos cuerpos no pertenecen. El asesinato de Yaidy Garnica no puede reducirse a un problema de convivencia. Representa el reflejo doloroso de una sociedad que ha tolerado demasiadas veces esa retórica del “No justifico, pero…” sin mirar lo que realmente se esconde detrás de ese “pero”: desprecio, deshumanización y miedo.
Es momento de hablar con claridad: ningún desacuerdo vecinal justifica la violencia armada, ningún acento justifica la sospecha, ningún volumen justifica una bala. Para prevenir nuevas tragedias, debemos condenar no solo los hechos, sino también los discursos que los incuban, los amplifican y los legitiman. La violencia empieza —y también se detiene— en el lenguaje.
Referencias Instituto Nacional de Estadísticas. (2023). Estimaciones y proyecciones de población extranjera residente en Chile. https://www.ine.cl
Universidad Diego Portales. (2023). Informe anual de percepciones sobre migración y discriminación en Chile. Facultad de Ciencias Sociales e Historia. https://www.udp.cl
Organización Internacional para las Migraciones. (2022). Estudio sobre integración socioeconómica de la población venezolana en Chile. https://www.iom.int/es
Instituto Nacional de Derechos Humanos. (2024). Informe Anual sobre la situación de los derechos humanos en Chile. https://www.indh.cl
Observatorio contra el Racismo. (2023). Representaciones mediáticas de la migración: análisis de medios escritos en Chile. Universidad Alberto Hurtado.
CNN Chile. (2025, junio 17). Vecina venezolana murió tras ser baleada en Cerro Navia: presunto autor se entregó a Carabineros. https://www.cnnchile.com
El Desconcierto. (2025, junio 17). Asesinan a mujer venezolana en Cerro Navia: vecinos intimidaron a su familia antes del disparo. https://www.eldesconcierto.cl
Natalie Rodríguez Covarrubias
Doctora en Psicología P. Universidad Católica del Valparaíso y Doctoranda en Sociología y Antropología Universidad Complutense de Madrid.
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