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La salud mental de nuestros niños está en riesgo. Por Joan Black y Claudia Baeza en colaboración con María Francisca Prieto

Debido a la crisis del Covid-19, se han tomado medidas de alejamiento y distanciamiento social para evitar y frenar la propagación del virus y evitar así la más grave consecuencia de éste; la muerte. Ante ello, nos surge la pregunta ¿qué pasa con los niños? ¿Si el psiquismo de todos está siendo puesto a prueba por los acontecimientos actuales, cómo será para ellos?

Dentro de estas medidas, en Chile se han visto interrumpidas las visitas de padres y cuidadores a los bebés y niños que se encuentran hospitalizados, y a los que se encuentran institucionalizados en alguna residencia del Estado, ¿en qué noción de cuidado se sostienen estas políticas? ¿hemos olvidado la fragilidad subyacente a tales momentos?

Frente a esta situación, hemos querido señalar que pareciera se han obviado una vez más los derechos de nuestros niños, cuando se toman acciones en nombre de su bienestar y terminan siendo tremendamente perjudiciales y dañinas, nos atreveremos a decir, tanto como el Covid-19.

Evitamos el contagio y la muerte de un cuerpo, pero ¿de qué cuerpo estamos hablando? ¿es posible pensar un cuerpo separado de la vida psíquica? ¿cuáles son las consecuencias de estas medidas?

Tanto los bebés, como los niños necesitan de sus cuidadores, necesitan del afecto, del contacto, de la palabra y de la voz materna. Si bien, en todas las etapas de la vida necesitamos del otro, ésta es una etapa en la que el otro es de vital importancia, pues en esos cuidados otorgados por sus figuras protectoras, se instalan procesos fundamentales para su desarrollo psíquico y emocional, los cuales sentarán las bases que posibiliten -o no- el despliegue de sus capacidades de ser en la adolescencia y adultez.

Ello es de tan vital importancia que el pediatra y psicoanalista inglés D.W.Winnicott hablaba de que “no existe tal cosa llamada el bebé”, pues en los inicios de la vida humana, sostiene el autor, no es posible pensar al bebé separado de su madre -o quien ejerza aquella función-. El bebé es en esos cuidados.

Ahora bien, si vamos al tan conocido y también citado en estos temas, psiquiatra y psicoanalista René Spitz, sus estudios e investigaciones demostraron que los bebés separados de la figura materna (cuidador), caían en una fuerte depresión, la que él llamó “depresión anaclítica”, derivada de la existencia de una privación parcial de afecto durante la primera infancia en la que el niño queda privado de la proximidad con la madre.  Ello se relaciona directamente al concepto de hospitalismo, que hace referencia a la separación entre madre e hijo por un periodo prolongado, en situaciones de ingreso hospitalario. Incluso, hay bebés que luego de una separación, han mostrado una desvitalización que habla de un fuerte rechazo a la vida. Podemos establecer todos los esfuerzos por mantener con vida un cuerpo, pero el deseo de vida transita por otros lugares; un cuerpo necesita ser hablado, deseado y reconocido. Necesita una palabra, una caricia, una mirada. Desde la mirada y en el encuentro con otro, ese cuerpo adviene sujeto.

Hemos tomado medidas que protegen el cuerpo, que cuidan lo físico, fundamental en el contexto actual, pero pareciera que esto viniera de la mano con el costo de olvidarnos que todos nosotros somos mucho más que cuerpo ¿será que tiene que ser así? ¿o podemos crear prácticas y políticas públicas que resguarden a nuestra infancia en momentos tan cruciales para su desarrollo? En ese sentido, destacamos la iniciativa creada por el Hospital de La Florida, en donde se ha pensado la figura de tutores de acompañamiento para pacientes pediátricos; una suerte de hospitalización conjunta (¡y es que incluso podríamos pensar que toda hospitalización siempre es también de los padres!). Desde estas prácticas podemos pensar que se sostiene una visión más integral de la niñez y las familias, donde se cuida el cuerpo integrado con lo psíquico y emocional.

Prácticas que esperamos dejen de ser excepciones, pues, lo que estamos viendo en este momento, es que la vida psíquica de muchos de nuestros niños se encuentra en riesgo y tenemos que buscar todas las medidas y protocolos necesarios, para que nuestros bebes y niños puedan ser acompañados y visitados por sus padres y cuidadores.

Es en la infancia donde se gesta el futuro, la mayoría de los procesos psíquicos tienen su origen en la infancia. Todo evento traumático vivido en esta etapa son muchas veces detonantes de un sufrimiento psíquico que genera graves consecuencias en la vida adulta.

Hablamos de cuidar a nuestros niños, su salud psíquica, y su futuro. Y con ello, hablamos de cuidar a nuestra sociedad y nuestro futuro como tal.

Joan Black y Claudia Baeza. Colabora María Francisca Prieto.
Psicólogas clínicas - Psicoanalistas infantiles
Miembros de la colectiva “Psicoanálisis de bolsillo”

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