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La Solidaridad como expresión del despertar. Por Francisca Demartini

El 18 de agosto se celebra en Chile el Día de la Solidaridad en honor a la figura del Padre Alberto Hurtado. Este mes se caracteriza por concentrar diversas iniciativas lideradas por entidades públicas y privadas con el fin de apoyar a los sectores más vulnerables/vulnerados. A diferencia de años anteriores, la solidaridad se comenzó a practicar más que la caridad.

El estallido social y la pandemia han visibilizado y potenciado la concienciación de la vulnerabilidad y precarización de la vida en nuestra sociedad en general, evidenciando la fragilidad del modelo socioeconómico y la imperiosa necesidad de un Estado garante o solidario.

Ante la nula respuesta política sobre las consecuencias económicas y sociales derivadas del C19, la ciudadanía se organizó para enfrentar la crisis por medio de ollas comunes, levantamiento de campamentos, generación de campañas y redes colaborativas, por mencionar algunas acciones. Lo anterior, con el objetivo de satisfacer necesidades básicas mientras se demandaba la puesta en práctica de políticas públicas acordes al contexto. La desprotección absoluta que se generó en el inicio de la pandemia y la universalidad de los efectos negativos derivados de ella, propició la resignificación del rol de la ciudadanía con sus pares, como sujeto/a político y social, teniendo como precedente las instancias organizativas y colaborativas gestadas en el estallido social.

Solidaridad y situación de calle

Desde Fundación Gente de la Calle, hemos identificado que la caridad respecto a la situación de calle es inmensamente contraproducente para promover su erradicación, el ayudar sin cuestionar las situaciones de injusticia social y las vulneraciones de derechos que viven las personas que habitan en las calles, resulta ser muchas veces un medio que acentúa la permanencia en esta. Cuando gran parte de la ciudadanía se encontraba en cuarentena, se hizo evidente la presencia de las personas en situación de calle en los diversos territorios. El reconocer que hay gente que no podía seguir las normas de cuidado y la exposición que ello implicaba, impulsó a que distintas organizaciones y particulares desarrollaran acciones de colaboración y protección; si bien antes ocurría, ya no era desde la predominancia de la caridad sino desde el principio de solidaridad, desde la preocupación por un otro/a que es vecina o vecino.

A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poco las relaciones de poder: en el mejor de los casos, alguna vez habrá justicia, pero “en el alto cielo”. Aquí en la tierra, la caridad no perturba la injusticia. Sólo se propone disimularla (Galeano, 1998, p. 179).

La sensibilidad social proliferada en estos últimos meses y el cuestionamiento a las estructuras sociales ha desencadenado que la ciudadanía tenga mucha más empatía, que pueda ponerse en el lugar del otro/a antes de juzgar. En consecuencia, se va reconstruyendo el tejido social que se fortalece con cada protesta ciudadana.

Si bien, valoramos y somos parte de la capacidad de adaptación y de respuesta ante un Estado ausente, reconocemos que todavía nos falta interiorizar en nuestras prácticas cotidianas el principio de solidaridad y dignidad. Un ejemplo muy específico y que probablemente se repite en los diversos puntos de acopio a nivel nacional tiene que ver con el ejercicio de donar objetos, que es quizás la forma más tradicional de prestar apoyo a un otro/a. En los últimos meses la demanda y oferta de donaciones ha aumentado considerablemente, permitiendo diferenciar a quienes donan como acto solidario y a quienes lo hacen desde la caridad. La forma de diferenciar el impulso de donar surge de una pregunta muy sencilla: Lo que estoy donando y en las condiciones que lo hago ¿lo utilizaría o recibiría yo?

Estamos viviendo un cambio positivo en nuestra forma de vincularnos y reconocernos desde la perspectiva de la solidaridad, pero debemos reforzarla y a su vez, demandar a la institucionalidad nacional e internacional que actúe de acuerdo a este principio, más aún cuando la desigualdad se ha agudizado en el mundo.

En el día de la solidaridad queremos agradecer a todas y todos con quienes hemos trabajado colaborativamente, ya que el alcance de nuestra labor está directamente vinculado con el interés y capacidad de trabajo en equipo que vamos desarrollando con cada uno/a de ustedes en los diversos espacios y territorios. Que la solidad siga motivando nuestro actuar y que la caridad se limite cada vez más, es a donde debemos apuntar.

• Galeano, E. (1998) Patas arriba: La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI de España Editores.

Francisca Demartini
Trabajadora Social
Profesional en Fundación Gente de la Calle

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