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La tragedia de Hamlet: entre la censura y la violencia. Por Alex Ibarra Peña

Censura y violencia son dos marcas de la dictadura en el arte chileno, en plena represión la intervención de los militares y sus colaboradores fueron instalando el terror. La expresión artística va a quedar determinada por el temor fruto de las estrategias de control que impuso el poder de facto.

A 50 años del Golpe las fisuras a las distintas expresiones de la cultura recobran un lugar pertinente para la memoria que nos hace revivir la clausura realizada por el quiebre de la democracia que sigue siendo parte de nuestra historia presente. Hamlet esconde ese relato en que el poder es arrebatado por la vía de la violencia, es decir es una representación que puede aludir al acto traidor de los golpistas.

El director Cristián Plana pone en escena parte del libro de Damián Noguera titulado "Autobiografía de mi padre. Memorias actorales", principalmente lo relacionado a la historia de Hamlet. Obra que Héctor Noguera interpretó en la década del 70 y que reinterpretó en el año 79 en el Teatro UC, que en esa época era una universidad intervenida que se hacía cómplice de la instalación de la política neoliberal que modificó el desarrollo de nuestra cultura.

Este montaje "Hamlet deambula en círculos" se está presentando en el Teatro Camino con los protagónicos de Héctor Noguera y Catalina Stuardo. Las actuaciones de ambos son notables, un privilegio ver esta representación en un actor que conoce bien la escritura de Shakespeare, ahora mezclado con sus vivencias personales.

La obra comienza con un recuerdo, como si estuviéramos en un ensayo, entre balazos militares que disparan a los cuerpos de los opositores a la regimen militar un día 11 de septiembre de 1979, en pleno barrio de Ñuñoa entre ellos aludidos los estudiantes del Manuel de Salas. Un cuerpo triste en la precariedad de la época, sin glamour, apenas el típico cuello blanco que usan los daneses, supongo de tradición clerical. Triste por el hecho de ser conocedor de la tragedia impuesta por los traidores, como Claudio que atenta contra su hermano, crimen que le ha sido revelado al protagonista que se convierte en poseedor de una verdad que aparecerá bajo la sospecha de la locura coi si ésta sirviera para negar la responsabilidad del asesino.

La obra es fragmentaria, me recuerda ese lenguaje teatral que buscaba traspasar la censura con la pretensión de representar lo que no vemos o lo que no se quiere que se vea. Los diálogos también van reflexionando sobre el teatro discutiendo elementos de la representación, interpelando a la interpretaciones de los críticos sobre la obra. Es una de esas obras que hay que ver más de una vez para poder comprender la densa carga reflexiva que se va abordando, estamos frente a una obra que colabora a la memoria y que nos invita a dialogar con nuestra historia, el teatro y la cultura, de ahí que aparezcan las menciones a distintas figuras culturales desde principios de la década del setenta.

Alex Ibarra Peña. _Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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