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La transición energética, oportunidad para Latinoamérica (y 2) por Santiago Vilanova

Nada hay más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento. La transición energética es una gran oportunidad para que Latinoamérica encuentre en el ecodesarrollo una fórmula para alcanzar su independencia energética y, a la vez, resolver los graves problemas de pobreza y de injusticias sociales. Pero lo que más preocupa a los científicos que nos advierten sobre la emergencia climática es la rapidez con la que deben de actuar los gobiernos para evitar que en el 2030 la temperatura media global del planeta no supere los 2ºC y a finales de siglo los 5ºC respecto a los niveles preindustriales.

Los europeos nos preguntamos si será posible la hoja de ruta del Consejo Asesor Científico Europeo, organismo consultivo de la Comisión Europea, que propone reducir las emisiones entre un 90% y un 95% para el 2040, con relación al 1990. Este objetivo, que intentaría evitar el incremento del 1,5 ºC de la temperatura - aprobado en la COP-21 de París- implica también una reducción del consumo de energía entre un 20% y un 40% para el 2040.

En cambio, Latinoamérica y el Caribe son responsables de un 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, pero contribuyen al equilibrio térmico del planeta al contener el 60% de la biodiversidad y el 50% de los bosques primarios. Sin embargo será una de las regiones más perjudicadas por las olas de calor, huracanes más intensos y frecuentes, menor superficie cultivable, tormentas tropicales de alta intensidad, inundaciones, sequías y deshielo. En los últimos 50 años se ha perdido la mitad de las masas de hielo de la cordillera volcánica andina. Los glaciares tropicales, principalmente de los Andes, ubicados en Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Ecuador son los más vulnerables al calentamiento global. El deshielo de los altos cerros de Bolivia afectará a centenares de pueblos que dependen de sus aguas y el de los campos de hielo patagónicos contribuirá en un 2% al aumento anual del nivel del mar.

El sector agrícola y la desforestación representan el 47% de las emisiones de Latinoamérica, nivel muy superior al promedio mundial del 19%. La energía, el consumo de electricidad y el transporte representan el 43% de las emisiones, según datos del Banco Mundial. El abuso que hacen los agricultores de los abonos nitrogenados son una bomba para la salud humana, el aire, el agua y los suelos. En el planeta se comercializan 130 millones de toneladas al año que requieren otras tantas de petróleo para producirse. Sólo la mitad son absorbidas por las plantas. El resto se suma a los gases de efecto invernadero. Latinoamérica debe realizar una profunda reconversión del sector agrícola. La agricultura biológica, con las ayudas financieras necesarias, regeneraría las tierras de cultivo contaminadas y tras su saneamiento se incentivarían miles de nuevos puestos de trabajo; algo fundamental para Chile y toda la zona.

Pero la punta de lanza del ecodesarrollo son las energías del sol. Para el 85% del planeta resulta ya más económico generar electricidad mediante las renovables. En la última década el coste de la solar fotovoltaica ha caído un 82%; la eólica terrestre un 39% y la eólica marina un 29%. El mercado se ha disparado impulsando el empleo y elevando los sueldos. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las renovables han pasado de contratar a 7,3 millones de personas en 2021 a 12,7 millones en 2022. Los puestos más buscados son remunerados entre 35.000 y 100.000 euros anuales.

En 2021, en España había 55.400 personas trabajando en el sector de las renovables (en la solar 31.500 y en la eólica 23.900). Para la próxima década la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) vaticina que se llegará a los 468.000 entre los dos sectores. En Cataluña se ha constatado un déficit de profesionales dedicados a la instalación de paneles solares que la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), la patronal del sector, cifra en otros 20.000 técnicos más de los existentes para cubrir la demanda.

Según la OIT y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las previsiones en Latinoamérica y Caribe para el 2030 indican que se crearán 15 millones de nuevos empleos vinculados a la transición energética. Habrá que contar con las ayudas del Fondo Verde y los Bancos Multilaterales de Desarrollo para que los países más endeudados puedan llevar a cabo esta revolución energética. El estancado Mercosur debería impulsarla.

Se trata también de iniciar una escalada de pequeños y medianos parques eólicos y solares, así como instalaciones en los tejados de todos los pueblos y ciudades, gestionados por comunidades energéticas de vecinos, municipalidades y cooperativas. Las plataformas de “crowdfunding” es otra manera de fomentar el autoconsumo de forma participativa, evitando el monopolio de los grandes grupos energéticos.

Latinoamérica, y esto es decisivo, tiene una ocasión inmejorable para ejercer una influencia estratégica en el nuevo orden que comporta la transición energética exportando energía verde (hidrogeno, por ejemplo) y gestionando los nuevos materiales que requerirá el enorme consumo de la nueva movilidad, la economía digital y la inteligencia artificial (IA). El 20% del litio mundial se halla en Bolivia y también en Chile, Argentina y Australia. Antes del 2050 se construirán 50 millones de vehículos eléctricos que requerirán 40 millones de toneladas de litio. Una coyuntura también para los países que tienen reservas de cobalto, níquel o tierras raras.

La transición energética es, en conclusión, un reto para Latinoamérica que permitirá dar luz a 24 millones de personas y acceso a Internet a 40 millones de hogares. Sus gobiernos en unísono deberían abandonar el desarrollismo y el crecimiento ilimitado para caminar aceleradamente hacia el ecodesarrollo. La UE tiene la responsabilidad ética de dar ejemplo y, a la vez, ayudar, ofreciendo tecnología apropiada y aportaciones financieras, para hacer posible este escenario. Atrás, y para siempre, han de quedar las obras faraónicas que han destruido amplias zonas selváticas y el caudal ecológico de ríos que daban vida a culturas milenarias.

La emergencia climática obliga a los mandatarios latinoamericanos- sea cual sea su procedencia ideológica- a promover una planificación territorial que respete la “capacidad de carga” y la “huella ecológica”. La bioregión(*) es el concepto innovador que las incorpora y en el que se fundamenta el ecodesarrollo.

Santiago Vilanova

Periodista y escritor
Presidente de la Asociación Una Sola Terra (Cataluña)
vilanova.santiago@hotmail.com

(*) La bioregión (concepto introducido por el malogrado amigo Peter Berg- Nueva York, 1937 – San Francisco, 2011, en la costa oeste americana durante los años 70 y divulgado a través de la revista “Planet Drum Review”) es aquel territorio que conforma un espacio con características naturales, geográficas e históricas comunes, y que potencia sus valores identitarios. La visión bioregional busca enmendar la tela destrozada de la vida, volver a tejer la red de las relaciones entre la gente y su entorno natural.

Ver artículo ¿Ecocidios o ecodesarrollo?(I):

https://www.lemondediplomatique.cl/ecocidios-o-ecodesarrollo-i-por-santiago-vilanova.html

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