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Lacunzismo como milenarismo moderno: hacia la utopía histórica. Por Alex Ibarra Peña.

“Ninguno puede condenar ni reprender
justa y razonablemente esta novedad,
por solo el título de novedad,
o porque no se conforma
con el común modo de pensar”.
(Manuel Lacunza)

Lacunza es un filósofo chileno, considerado uno de los escasos filósofos coloniales. Este autor profundamente religioso vivió el exilio de los jesuitas, situación que le permitió acabar su obra bajo el seudónimo de Ben-Ezra. El libro “La venida del Mesías en Gloria y Majestad” se suele dar por concluido en sus tres tomos algunas décadas antes del periodo de las independencias americanas. Si consideramos algunos de los planteamientos del historiador Walter Hanisch nuestro autor podría acercarse a eso que tan diversamente podríamos llamar escolástica de indias. Las lecturas de Lacunza son múltiples de ahí que bien destaque René Millar en su artículo sobre la recepción de éste en Chile a autores conservadores, liberales y liberacionistas.

El historiador Mario Góngora ha hecho aportes sustantivos en la difusión y en la interpretación de la obra de Lacunza sobre todo en el prefacio que escribió para una selección de textos que publicó Editorial Universitaria en Chile en el año 1969. Es aquí donde Góngora señala: “es una de las más importantes producciones del pensamiento chileno”. Esta sentencia se justifica teniendo en cuenta algunas estadísticas, tales como que el libro manuscrito tuvo tres ediciones en España, dos en Inglaterra, una en Francia y tres en México. Además de varias traducciones en Italia, Francia e Inglaterra. El interés por el texto de Lacunza se desarrolló principalmente entre los expulsados jesuitas; jansenistas franceses, italianos y españoles, adversarios al Concordato entre Napoleón y el Papa; la Iglesia Católica y Apostólica de Irving; y entre judíos. Cuestión que justificaría las variadas censuras eclesiásticas que sufrió el libro al ser considerado hereje no sólo por sus contenidos sino que también por ser parte de una tradición literaria religiosa puesta en sospecha constantemente. En su tiempo confrontada por las ideas y escritos de Judas Tadeo Reyes “terco defensor de la ortodoxia católica” como lo califica René Millar.

Por nuestras tierras la obra de Lacunza fue valorada por su internacionalización, al criollismo de la época le fue conveniente inscribirlo dentro de la inteligencia americana y algunas de sus planteamientos son considerados como defensa del patriotismo. Para Góngora se explica de esta manera el interés que tuvo Belgrano en publicar la obra en Londres. El influjo luterano servía para la causa patriótica, en cuanto a que este filósofo colonial defendía el uso de nuestras lenguas frente al intelectualizado uso del latín.

Posteriormente, la obra de Lacunza ha sido rescatada desde el propio catolicismo, por ejemplo el sacerdote francés Emilio Vaisse y después por una generación de jóvenes católicos influidos por Juan Salas Infante benedictino que destaca como líder de un movimiento de renovación carismática y milenarista católico. Algunos de los jóvenes cercanos al movimiento fueron Jaime Eyzaguirre (a quien Góngora dedica el prefacio), Julio Philippi, Armando Roa, Vicente Ahumada y Arturo Fontaine. Todos convencidos en que el perfeccionamiento espiritual es la fuente y principal sustento de la acción social tomándose en serio la doctrina de la Rerum Novarum y Quadrageésimo anno.

Actualmente incluso al interior de las lectura eclesiales, Lacunza es considerado desde una perspectiva liberacionista, al aceptarse en el milenarismo una perspectiva utópica, el teólogo Juan Bulnes Aldunate en “Manuel Lacunza: contenidos teológicos y filosóficos de su interpretación profética” señala que hay en él: “una visión de la historia evolutiva y dialéctica, con la esperanza de un reino para los oprimidos y con la fe en un hombre nuevo liberado y señor del universo”. La historia salvífica toma sentido en los planteamientos de Lacunza, en parte esto aparece contenido en el libro de Miguel Rojas Mix titulado “El fin del milenio y el sentido de la historia: Lacunza y Molina”.

Entre los filósofos de la liberación argentina, tampoco ha pasado desapercibido el utopismo milenarista de Lacunza, autores como Arturo Roig y Horacio Cerutti se han ocupado de esta obra. Sin duda, el milenarismo utópico es de interés para nuestras filosofías latinoamericanas en cuanto a la compartida creencia de que es posible la transformación del orden social. No es raro que el milenarismo sea objeto de estudio de corrientes de pensamiento que asumen el valor por una praxis comprometida con la justicia. El connotado historiador Marxista Erich Hobsbawm ha sido llamado como “sociólogo del milenarismo campesino” por Michael Lowy.

La obra de Lacunza adquiere principal interés en tiempos de crisis que demandan transformaciones históricas o por tiempos de crisis que nos ofrecen la oportunidad de un crecimiento espiritual profundo. No encontraremos en él, las soluciones a las crisis, podremos ver, sin embargo, que siempre es posible, a pesar de las adversidades crear visiones de un nuevo orden para los tiempos que vendrán.

Alex Ibarra Peña.
Dr Estudios Americanos.

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