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Las infancias al último: espacios de inclusión en pandemia. Por Katherine Maturana

Si consideramos que hace más de cinco meses fueron suspendidas las clases en escuelas y liceos, es el mismo periodo de tiempo aproximado que desde la política pública y discursos sanitarios, la niñez ha sido confinada y aislada socialmente. Al comienzo de estas medidas, vienen a mi mente las sucesivas problematizaciones en torno al concepto de “distanciamiento social” relevando la importancia de mantener nuestros vínculos con otras/os pese a la distancia física. No obstante, esta problematización no alcanzó ni ha alcanzado para las infancias quienes además de relegadas al espacio de aislamiento, han sido distanciados discursivamente de todo ejercicio posible de su voz.

La deuda respecto de instancias efectivas de promoción y acompañamiento de la voz de las infancias no es un tema nuevo, si tomamos la Convención de los Derechos del Niño como hito, ya hace más de 30 años que se viene recordando la importancia de considerar la dimensión social en el diseño de políticas que involucran a éstas. No obstante, tal como se ha revisado ya desde la literatura, los ‘esfuerzos’ solo han alcanzado a la dimensión de la protección de riesgos más que en la promoción de la máxima expresión de sus derechos

No puedo dejar de mencionar cómo en esta materia Chile da una cuota alta de sobreendeudamiento, sobre todo si partimos tomando como antecedente el veto del gobierno a la ley de garantías, instancia legal totalmente necesaria para que – por fin – cada organismo público, que tenga vinculación las infancias genere acciones reales, concretas y articuladas en pro de los derechos de estas. Menos puedo dejar de mencionar, el hecho de que las infancias han sido las últimas en ser consideradas en tener la posibilidad de salir de sus casas y así de ejercer sus derechos vinculados con la recreación, juegos y esparcimiento; esto se encrudece si consideramos las condiciones de hacinamiento que enmarcan la vida cotidiana de muchas de éstas.

Tampoco puedo dejar de considerar y tomar los dichos del ministro de educación, quien no tuvo temor en reproducir y naturalizar que el confinamiento conlleva necesariamente para niños y niñas el riesgo de ser abusado/as, y que, desde una lógica del mal menor, era necesario volver a clases, pese a que las condiciones estructurales de muchas escuelas no dan abasto en términos de condiciones mínimas sanitarias. Parece que el imaginario en torno a la niñez en pandemia existe solo en dos espacios: confinamiento o en salas de clases y en ambas medidas, lamentablemente, no se incorpora la voz de las infancias.

No se ha aprendido para nada de las experiencias internacionales, no se ha tomado en cuenta la evidencia respecto de los efectos nocivos que ha tenido para los niños y niñas las medidas sociales en torno al Covid-19, sobre todo y considerando que en este tema vamos liderando en cantidad de tiempo en confinamiento. No se reconoce, tampoco las consecuencias que este confinamiento ha tenido para a salud mental de éstas y cómo esto se ha traducido en profundos sentimientos de miedo y culpa, solo por el hecho de tener ganas de visitar a sus abuelos o amigos. Esta serie de medidas solo a sustentado el imaginario de infancias en riesgo y no infancias capaces de ser partícipes de las medidas para prevenir el contagio, por ejemplo.

Respecto del cómo generamos una fisura en este imaginario respecto de las infancias, se vuelve importantísimo considerar como inicio la participación de los/as niños/as en las políticas que les involucran, aunque ya parezca repetitivo, parece que tenemos la obligación de decirlo con mayor ímpetu. Puesto que tal como la pandemia ha hecho evidente la desigualdad económica y territorial, la desigualdad que emerge en una sociedad adultocentrista, en las relaciones entre los diversos actores sociales, también se ha visto encrudecida. Esto se puede ver en como los discursos dominantes sitúan a las infancias en un lugar de riesgo -nuevamente- y, como esto ha generado a su vez, que las políticas de protección de su salud física han vuelto a ´desproteger´ la dimensión de participación de las infancias.

Frente a este escenario, se vuelve central el reconocimiento de las infancias en su dimensión social protagonista de estrechos lazos de amistad, solidaridad, cuidado y lealtad. El reconocimiento de como en los espacios cotidianos las infancias han erigido una serie de acciones de cuidado con sus personas cercanas. Como en los espacios de socialización que les van quedando – como son las redes sociales – han erigido una serie de prácticas de cuidado en relación a otros.

Cabe destacar si, como en algunas escuelas pese a que no ha sido enfatizado con la importancia que debiera desde el gobierno central, se han generado espacios de encuentro por video llamadas entre niños y niñas; pero nuevamente esto queda relegado a un segundo lugar en relación a los contenidos académicos. Por lo tanto, qué relevante se vuelve que se den directrices en el ámbito educativo incorporando sugerencias internacionales orientadas a hacer frente a las consecuencias en el ámbito socioemocional del aislamiento de las infancias; promover y dar relevancia no solo a contenidos académicos, sino que también a generar acciones que promuevan y refuercen la cooperación, trabajo en equipo y la solidaridad entre niños/as y los diferentes actores de la realidad social.

Se vuelve urgente, por tanto, seguir reivindicando en todos los espacios posibles la necesidad de generar espacios de inclusión y participación de las infancias, sobretodo de aquellos territorios en que la pandemia ha venido a precarizar también la posibilidad de la propia vida. Es importante que esta participación tenga injerencia en materia de salud pública, materia educativa, uso de los espacios públicos, corresponsabilidad, etc. Un aspecto clave para la bajada es considerar los trabajos a nivel territorial de diversas organizaciones que tienen vinculación estrecha con las infancias, el involucramiento de estas organizaciones como acompañantes y garantes del ejercicio de la voz podría permitir avanzar hacia un espacio de participación real para los/as niños/as y adolescentes.

Katherine Maturana
Psicóloga UAHC. Magíster en Praxis Comunitaria y Pensamiento Sociopolítico UAHC. Programa Habilidades para la Vida.

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