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Lecciones de crisis: comunicación, imagen y el caso Monsalve. Por Armando Muñoz M.

En los últimos meses, el país enfrenta una crisis política sin precedentes, desencadenada por la denuncia de violación y abuso sexual que una funcionaria del Gobierno interpuso contra su jefe directo, el entonces Ministro del Interior Subrogante y subsecretario de la misma cartera, el médico socialista Manuel Monsalve.

Hoy en prisión preventiva en la cárcel de Rancagua, Monsalve había construido una sólida reputación como el "Sheriff del Gobierno", por su papel como líder político en el combate contra el crimen organizado y la seguridad interior. Sin embargo, las informaciones mediáticas apuntan a un uso indebido de su poder: habría empleado a la policía para acceder ilegalmente a registros visuales de cámaras de seguridad en la supuesta búsqueda de controlar la situación criminal por la que se le acusa, vulnerando también la Ley de Inteligencia.

Este caso no sólo destapó un grave abuso de poder, sino que generó una crisis política que ha escalado rápidamente, golpeando al Gobierno en un periodo crítico que demanda decisiones firmes, estratégicas y libres de improvisación. El desafío de enfrentar esta crisis revela carencias significativas en la gestión comunicacional del Ejecutivo, especialmente en un contexto donde la urgencia exige actuaciones precisas e inteligentes.

Esta acusación de carácter criminal hacia el entonces importante funcionario del Gobierno que, en posición de poder frente a su subalterna, generó la crisis política que como una bola de nieve crece sin dejar de abandonar al Gobierno.

 

Crisis y comunicación estratégica

La noción de crisis, según Piñuel (1997), se entiende como "un cambio repentino entre dos situaciones que pone en peligro la imagen y el equilibrio natural de una organización". Este fenómeno suele intensificarse por dos factores principales: las alteraciones en los procedimientos internos de la organización -el Gobierno- y el rol amplificador de los medios de comunicación. Estos últimos, con su capacidad para influir en la opinión pública, concentran la atención en el suceso y fuerzan a las instituciones a justificarse de manera reactiva, enfrentando una narrativa que rara vez controlan.

En este caso, las redes sociales actúan como un multiplicador de los efectos de la crisis, ampliando su alcance y su capacidad para movilizar a los públicos. La falta de respuestas oportunas y coherentes del Gobierno, sumada a episodios bochornosos como la conferencia de prensa del Presidente Boric en Lampa el 18 de octubre pasado, han evidenciado una desconexión entre el discurso oficial y las acciones concretas, considerando que el liderazgo puede ser la contribución individual más importante al manejo de la crisis al proporcionar seguridad y confianza y una dirección estratégica clara para cada acción en situaciones de gran incertidumbre porque en el manejo de crisis, el trabajo en equipo, la verdad, el control de escenarios y la clara definición de objetivos son determinantes desde los primeros momentos, cuestiones ausentes en este caso, considerando sobre todo que la comunicación es el principal recurso estratégico que se tiene para abordar un proceso de manejo de crisis.

Esto resulta especialmente dañino para una administración que se autodefine como pro feminista, y que, hasta ahora, no ha sabido priorizar a la víctima en su narrativa pública.

Así, la improvisación, la falta de coordinación y la ausencia de liderazgo estratégico han dejado al Gobierno sin la capacidad de aprovechar su herramienta más poderosa: una comunicación clara, honesta y orientada a generar confianza.

 

Lecciones comunicacionales: el poder de la imagen

La detención de Manuel Monsalve por parte de la PDI ofrece un contraste contundente: un acto de comunicación estratégica en sí mismo. Cada detalle de esta operación contribuye a proyectar un mensaje claro y poderoso. Desde su llegada a la unidad policial, Monsalve, vistiendo el tipo de vestimenta que solía utilizar cuando era autoridad, pero esta vez esposado, resalta el hecho de que fuera escoltado por dos detectives mujeres de la Brigada Investigadora de Delitos Sexuales, una decisión cargada de simbolismo.

La imagen de estas oficiales, vistiendo casaquillas azules con la sigla PDI en amarillo, proyecta autoridad, pero también un claro mensaje de empoderamiento femenino. Los detalles no verbales refuerzan esta narrativa: cabello suelto, maquillaje y zapatos con tacos, contrastando con las botas tácticas usuales en operativos policiales de esta naturaleza y utilizadas tanto por las mujeres detectives, como por sus colegas hombres. Esta escena subraya el contraste entre el hombre detenido y las mujeres aprehensoras, transmitiendo implícitamente una reivindicación de la víctima y un mensaje de justicia.

Más allá del simbolismo inmediato, esta escena logra construir un dispositivo sígnico comunicacional integral y complejo que sirve para guiar la interpretación del nítido mensaje entregado: las detectives no solo representan la autoridad policial, sino también el poder femenino y la fuerza institucional frente a delitos sexuales. Este es el poder de la imagen: una herramienta que, en este caso, comunica con precisión lo que el discurso oficial no ha logrado articular.

Reflexión final

El manejo de crisis no se limita a responder a los hechos, sino a liderar con claridad, anticipar escenarios y comunicar con verdad y coherencia. La actuación de la PDI pone de relieve lo que ha faltado en el Gobierno: una narrativa estratégica que inspire confianza, empatía y dirección en momentos de incertidumbre. Las crisis no se resuelven con discursos improvisados, sino con acciones calculadas y una comunicación que sea tan consistente como auténtica.

Doctor Armando Muñoz M.
Departamento Publicidad e Imagen
Facultad Tecnológica
Universidad de Santiago de Chile

armando.munoz@usach.cl

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