Los incendios en Valparaíso y Viña del Mar -además de 180 de activos en diez regiones, entre ellas Biobío y la Araucaria- con centenares de víctimas y más de 15.000 viviendas destruidas, son un drama humano y a la vez un ecocidio anunciado. No parece creíble pensar que detrás de todos estos fuegos ha existido una planificación orquestada y organizada. Habrá que esperar las investigaciones prometidas para confirmarlo.
Recuerdo que cuando visité Valparaíso en noviembre de 2001 de regreso de la Isla de Pascua, me conmovió ver las barriadas, muchas con viviendas autoconstruidas, sin planificación alguna, levantadas con materiales poco sólidos, en cerros que nunca debieron ser aptos para ser urbanizados. El hacimiento y muchas estructuras inflamables hacían prever un desastre, que finalmente se ha producido, alimentado o no por mentes criminales.
La herencia de la dictadura es en gran medida este urbanismo de miseria sobre el que no se puede regenerar una casa digna y sostenible. Veo muy difícil que en los cerros de Valparaíso y en los tejados de los barrios humildes afectados se pueda llevar a cabo una rehabilitación energética eficiente con instalación de paneles solares para el autoconsumo. Hay que reconstruir todo lo calcinado de otra forma y en zonas más seguras.
La catástrofe que acaba de suceder es consecuencia de un verano austral tórrido, con temperaturas superiores a los 40 grados centígrados; fuertes vientos y un fenómeno natural añadido como es El Niño. La vegetación abundante y seca y el monocultivo de pinos y de eucaliptus- una especie pirófita- han favorecido la magnitud de la tragedia.
En el número de enero de la prestigiosa revista “Nature” se informó que Chile es uno de los países latinoamericanos más propicios para los incendios: “En la última década se han quemado 1,7 millones de hectáreas, tres veces más que en la década anterior”.
Junto a las pérdidas humanas hay que contemplar el desastre de la destrucción del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar, creado en 1917, donde observé maravillado especies endémicas y exóticas únicas, como una colección de “sophora toromiro” extinta en su hábitat natural de la Isla de Pascua; centenares de plantas nativas, muchas en estado de conservación amenazado; plantas medicinales; centenares de cactus chilenos y centroamericanos; árboles monumentales fantásticos… En fin, un ecosistema único en el planeta. Sólo dos de las 400 hectáreas se han salvado de las llamas que han ocasionado también la muerte de una funcionaria del jardín, dos de sus nietos y su madre. Me pregunto: ¿existían los mecanismos de prevención adecuados para proteger esta catedral de la ecología?
El presidente Gabriel Boric tiene que reaccionar rápido y proponer un plan transversal de emergencia diseñado por ecólogos, urbanistas, arquitectos, climatólogos y expertos para reconstruir los barrios afectados mediante una arquitectura sencilla pero sólida y bioclimática; con viviendas energéticamente autosuficientes. Hay que dotar también a todas las zonas forestales con riego de incendio de un proyecto de prevención y educación ambiental que se apoye con la tecnología más avanzada y con equipos humanos preparados para intervenir en casos de emergencia. Chile está destinada a tener un papel de liderazgo en la transición energética por la presencia en su territorio de minerales estratégicos como el litio y el cobre. Con un desarrollo tecno-científico de los más avanzados de Latinoamérica ha de tener a la aves una prevención y adaptación al cambio climático al nivel de los riesgos.
El Gobierno Boric tiene en el fuego una asignatura pendiente. Una editorial del diario “El País” lo explicitó así: “Llegará el tiempo de la reconstrucción, una oportunidad inestimable para levantarse de las cenizas sin los errores del pasado” (7-2-2024). Chile, que ha luchado contra los terremotos y los tsunamis, debe redactar cuanto antes un ambicioso plan de prevención contra las llamas que contemple planes de evacuación eficaces y proponga en los barrios afectados un urbanismo digno y resistente a los fenómenos naturales. Un reto difícil pero ineludible.
Santiago VILANOVA
Periodista
Consultor ambiental.
Otros textos del autor publicados en la edición chilena de Le Monde Diplomatique:
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