Iniciamos las últimas semanas de campañas electorales frente a la elección de autoridades comunales y regionales. Se da inicio también el fuego cruzado de discursos construidos que reflejaran nada más que la polarización extrema que vivimos en el país, la cual no solo es dada por ser un sector u otro, sino por las acusaciones transversales de extremismos, de ataques políticos entre rivales, los cuestionamientos éticos y sobre todo con el levantamiento de fakenews, como base de la desinformación. Todo ello envuelto en énfasis discursivos moldeados más allá de las esferas locales en que se desarrollan estas elecciones.
Uno de los temas que estará dentro de la palestra es el de los migrantes. Y es que es indudable el crecimiento de la población migrante en el país, que se ha duplicado en los últimos diez años, y como cualquier tipo de crecimiento demográfico se ha visto acompañado de innumerables problemáticas sociopolíticas. Pero ante las obviedades, veremos la utilización del tema migratorio como uno de los pivotes centrales en el discurso electoral.
El debate político se centrará desde esta temática, más en el miedo que produce el crecimiento migratorio, más que en las propuestas de respuestas y soluciones realistas y efectivas al tema migratorio; sobre todo desde las autoridades locales a elegir. Mas que buscar respuestas se buscan reacciones a favor o en contra del electorado,
La migración se ha posicionado como uno de los principales temas en el debate público, influenciado en gran medida por el enfoque que los medios de comunicación otorgan al fenómeno. Frecuentemente, el discurso político se alimenta del populismo punitivo, promoviendo una narrativa que no sólo exagera las imágenes estigmatizadoras, sino que además consolida una percepción distorsionada de la migración. Se la presenta como una amenaza directa a la seguridad de la comunidad, vinculándola de manera desproporcionada con la criminalidad. En lugar de ofrecer un análisis profundo y contextualizado sobre las causas y realidades de la migración, las coberturas mediáticas tienden a centrarse en relatos sensacionalistas y superficiales, que favorecen imágenes de peligro inminente y resultan políticamente convenientes. Esta simplificación del fenómeno migratorio impide una reflexión crítica sobre las diferencias y matices del proceso, y refuerza la idea de proteger una noción de comunidad o nación homogénea, continuamente exaltada en los discursos políticos.
El discurso político sobre las migraciones se construye sobre los temores y los desconocimientos de una otredad. Entendiendo que se nos ha construido una sociedad ideal o una comunidad imaginada, según mencionaba Benedict Anderson, que nos brinda una conexión e identidad comunitaria, al que llega otro, un extraño, un extranjero, irrumpiendo en nuestras comunidades y espacios locales, sobre lo que se nos construido el ideal de sociedad o sobre nuestro imaginario de nación. En este sentido es necesario reflexionar que la comunidad imaginada es hoy más que nunca una construcción mediática y política; es un discurso movido exponencialmente por las redes sociales virtuales, en especial en estos periodos electorales. Se defiende lo nacional ante la construcción de otro que se considera una amenaza, una construcción creada desde las sociedades política posmodernas con énfasis desde los medios virtuales, desde se buscar legitimar la hegemonía política desde los diferentes sectores en polarización.
Se nos convence discursivamente que los otros, todo aquellos pertenecientes a colectivos considerados externos, son una amenaza, que los migrantes están robando sus empleos, son todos ilegales, son todos delincuentes o vienen a quitarnos nuestros beneficios. La construcción de “el otro” como amenaza es un fenómeno socialmente creado y transversal en nuestras sociedades.
El temor a la alteración de la comunidad imaginada y la amenaza de los otros trae de la mano el surgimiento de una retórica electoral y una práctica política que tienden a endurecer sus posturas frente al crimen y la migración. El discurso político nos coloca hoy frente una elección que pretenderá por un lado defender la diversidad, basado en el reconocimiento de la otredad; y por otro lado, bajo la mirada de la división, desde la negación y exclusión de la otredad.
Hoy el debate político electoral se basará en una conversación pública que priorizará el miedo sobre el entendimiento y perpetúa la exclusión, y por otro lado aquellos que potencien el diálogo fomentando la integración. El tema de sociedad se nos pretenderá solucionarlo con la elecciones de autoridades locales y regionales, sin brindarnos visiones de más amplio espectro y que logre acuerdos sociales y políticos, más que la utilización de los sujetos migrantes como caballitos de batalla del discurso político.
Francisco Ramírez Varela
Trabajador Social
Académico Planta
Universidad de las Américas (UDLA)