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Los Nuevos Manifestante: Del hambre a la Revolución. Por. Nicol A. Barria-Asenjo.

Desde temprana data Chile ha sido conocido como el laboratorio o cuna del modelo neoliberal. En este sentido, la lucha desencadenada en el Estado chileno desde el 18 de Octubre del 2019, se inició precisamente por las grandes repercusiones sociales, políticas, culturales y económicas que este modelo arrastra consigo. En este país, la etapa del capitalismo reconocida como “neoliberalismo”, se traduce básicamente a que un grupo extremadamente minoritario de la población concentre la mayoría de la riqueza chilena y que el grupo extenso o mayoritario de la población se reparta las migajas sobrantes. Pero, esto, no es sorpresa para nadie – o no debería-, precisamente el grupo que he decidido llamar desde hace algún tiempo como: “Los siempre olvidados” -siempre olvidados por el Estado, por las instituciones, por los medios de comunicación, por los distintos dispositivos que operan en el país, y sobre todo los siempre olvidados por Dios y todos los nombres bajo los que opera- lo sienten en su cotidiano.

En nuestra “época” el mundo globalizado imperante pareciera avanzar sin frenos y, consigo, traer elementos positivos. En Chile, este “avance” deja inevitablemente a un grupo atrás, ya que aún persiste la existencia de una suerte de prehistoria distributiva de las riquezas donde se aplica la ley de la sobrevivencia del más fuerte, con la limitante y adaptación de que el más fuerte es siempre de manera exclusiva el empresario privilegiado. En palabras de Thomas Piketti (2019) en su libro titulado “El capital en el siglo XXI” encontramos:
“El crecimiento moderno y la difusión de los conocimientos permitieron evitar el apocalipsis marxista, mas no modificaron las estructuras profundas del capital y de las desigualdades, o por lo menos no tanto como se imaginó en las décadas optimistas posteriores a la segunda Guerra Mundial. Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso —lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el siglo XXI—, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas. Sin embargo, existen medios para que la democracia y el interés general logren retomar el control del capitalismo y de los intereses privados, al tiempo que rechazan los repliegues proteccionistas y nacionalistas.”. En Chile, justamente son esas “desigualdades insostenibles” que menciona el autor, las que sostienen al país.

Ahora bien, la pronta legada de la pandemia del Covíd-19 a tierras chilenas produjo un cese total de cualquier manifestación, con la llegada de la pandemia las ilusiones de un Chile diferente no eran más que eso: viejas ilusiones. El presidente fotografiándose en “Plaza de la Dignidad”, empresarios viajando en helicópteros a sus casas de descanso, priorizar la apertura de Mall por sobre la vida, cuarentenas parciales o en lugares específicos ya sean estas comunas, ciudades o regiones, son solo algunas de las medidas ineficientes que ha tolerado la población chilena en tiempos de pandemia.

En este contexto, y una vez iniciada la etapa de cuarentenas totales de carácter obligatorio, el Estado terminaría por demostrar su escasa coordinación y preparación para enfrentar el escenario que el Covid-19 ha configurado. Producto de la improvisación constante en un terreno que no permite errores, ya que cada improvisación y mala decisión del gobierno aumentan los contagios y muertes, el pueblo chileno despertó.

Uno de los grandes méritos del legado entregado por el psicoanálisis clásico, es que hoy podemos saber que el proceso del “despertar” en si es un proceso traumático, el choque con la “realidad” es como tal: incomodo, molesto, vergonzoso, confuso, etc. Esto puede extrapolarse a la situación chilena en el sentido de que este “segundo” despertar de la ciudadanía, el retorno de las manifestaciones trae en su núcleo una constitución traumática, este despertar es producto del hambre, del frio, del abandono. De un olvido total.

Sería justo, desde una mirada bastante superficial y llena de esa profunda esperanza por derrotar al sistema que nos oprime, pararse y aplaudir a los manifestantes que en medio de la pandemia y, exponiéndose al contagio del virus, son capaces de salir a calles. No obstante, en un análisis profundo, se concluye, que celebrar las manifestaciones de hoy, sería una nueva forma de humillación y vulneración para las clases sociales bajas, no olvidemos, que los manifestantes del hoy, en pleno mayo del 2020, se toman algunas de las calles del país, furiosos, llenos de irá y colera porque tienen hambre y exigen que el Estado les brinde abrigo y comida.

Los manifestantes del hoy, pertenecen a la clase social más baja, la cual, por supuesto, ha sentido desde un inicio la peor parte de las consecuencias de esta pandemia. Desde un inicio fueron los que no tenían opción de autoaislarse, ya que debían salir a trabajar para conseguir el pan diario, actualmente son los que tras el cierre de locales comerciales o despidos masivos quedaron sin ingresos y sin posibilidad de alimentarse, de alimentar a sus hijos, de llevar los medicamentos a sus postrados. Los siempre olvidados, nuevamente desechados, olvidados y violentados. Esta situación, lejos de traer una presión al modelo solo alimenta y produce su transformación y mutación acelerada, en palabras de Deleuze y Guattari: “El capitalismo no se enfrenta a esa situación desde afuera, puesto que de ella vive y encuentra en ella a la vez su condición y su materia, y la impone con toda su violencia. Su producción y su represión soberanas no pueden ejercerse más que a este precio”.

La pregunta, en medio de esta crisis humanitaria es: ¿Cuál es el precio que en Chile debe pagarse para que el Capitalismo-Neoliberal perdure?

Nicol A. Barria-Asenjo.
Revista Cuadernos de Neuropsicología-Asociación Chilena de Revistas Científicas de Psicología. Columnista y Colaboradora en: “Nuestra República”.

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