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Los políticos reclutados por PENTA, que renuncien. Por Enrique Villanueva

El caso PENTA es un fraude al fisco, sin eufemismos, no son irregularidades, boletas ideológicamente falsas ni errores, es corrupción, con ese dinero financió las campañas políticas de la UDI reclutando a candidatos a diputados, a senadores, a alcaldes, algunos de ellos electos y en ejercicio, estableciendo una línea de dependencia de la política a sus intereses económicos.

Y que coincidencia justamente quienes están envueltos en esta corruptela son los mismos que se han opuesto a una nueva Constitución, a la reforma del binominal, a la reforma tributaria, de la educación y a la reforma laboral. No obstante se abrió un poquito la caja de pandora, ahora se supo lo que era un secreto a voces, que el financiamiento secreto, además del reservado, de la gran empresa a los partidos es una fuente de corrupción, que intencionalmente encarecía cada vez mas las campañas políticas, haciendo más difícil la participación de nuevos líderes, movimientos y partidos que están fuera de este carrusel. Era la traba que junto al binominal cerraba el circuito con candado para, como lo pensaron los ideólogos de la dictadura cívico militar; “consolidar un nuevo poder social como el medio más eficaz para constituir en Chile una sociedad tecnificada, en que la palabra de los que saben prevalezca sobre las consignas, y de una sociedad de verdadera participación, en que la voz del pueblo organizado emerja sin desfiguraciones partidistas y sin mezquindades que la empobrezcan”. Por eso entonces la UDI con el discurso que representan “al pueblo popular” y a las clases medias, con la plata de PENTA entre otras, se transformaron en los paladines de la defensa del modelo, procesando entre cuatro paredes las diferencias con el conservadurismo concertacionista para darle estabilidad y continuidad al modelo económico neoliberal.

Hasta donde llega esta red de corrupción y a quien mas involucra, eso lo sabremos si este caso es investigado verdaderamente y se llega al final del asunto, sin encubrir o suavizar lo que es evidente. Pero el riesgo a que después del escándalo todo siga igual es latente, que predomine en este como en otros casos, la dañina política de los consensos y acuerdos sobre la verdad, haciendo valer, una vez mas, la impunidad.

Solo para refrescar la memoria, PENTA es uno de los holding que se crearon con las empresas publicas que Pinochet y sus ministros, antes de salir del gobierno, le entregaron a sus partidarios. Adquiriendo en este caso, entre gallos y medianoche, el Instituto de Seguros del Estado, con el cual montaron este grupo económico que cuenta hoy con un capital aproximado de 30 mil millones de dólares.

La voz ciudadana exige, que todos los diputados y senadores reclutados por PENTA renuncien, seria el primer paso para limpiar la degradada imagen de la política, que salpica a la mayoría de políticos honestos. Algo que no está en el diccionario de estos personajes, para ellos con pedir disculpas o perdón en un acto publico fingido es suficiente, con eso ya remedian sus maldades, después de eso siguen haciendo lo mismo y peor, pero con la conciencia mas liviana.

Pero nada sacamos solo con opinar y declarar, combatir la corrupción es responsabilidad del Estado, del gobierno y de todos los ciudadanos y ciudadanas, así como la de impedir la impunidad que protege a quienes la realizan, el Estado y el gobierno es quien debe crear las condiciones y los recursos para prevenir, detectar, sancionar y erradicar la corrupción en el ejercicio de las funciones publicas. El instrumento al alcance del ciudadano para combatir la corrupción es el voto, en teoría es el castigo que debiera manifestarse ante un escándalo de esta índole, pero con el sistema electoral manejado a su antojo por la derecha y el conservadurismo concertacionista, a través de un sistema binominal, el castigo a la corrupción en las urnas es muy limitado.

El único instrumento eficaz que nos queda es ayudar a despertar la conciencia ciudadana a través de la organización y la movilización social, para que los ciudadanos (as) podamos ejercer una labor significativa y de control sobre la clase política. Lo que pasa por cambiar la actual Constitución y por crear un sistema político participativo, en el cual el elector pueda expresar sus derechos y reclamar por su cumplimiento.

Desde la perspectiva de la izquierda esto obliga a pensar la política a partir de la práctica de las organizaciones sociales y populares, señalando la urgencia de retomar el espacio que históricamente supo desarrollar en las décadas anteriores. Bajo las actuales condiciones urge ubicar la práctica parlamentaria dentro de una estrategia de largo aliento y con una perspectiva de movilización de masas, que ciertamente no se realiza encerrándose en la política desgastada de los consensos y de los acuerdos.

Es hora entonces de abrir una discusión en serio y con el convencimiento de cambiar las cosas, con voluntad política, reubicando el debate en una cuestión principal que es el cambio de la Constitución y la realización de una Asamblea Constituyente, como el acto mas representativo de la participación ciudadana. Tenemos que crear conciencia de que la actual Constitución no representa a todos los chilenos, representa a quienes la diseñaron e impusieron.

Mientras permanezca vigente la Constitución de 1980, remendada o no, el modelo económico y la democracia en nuestro país, continuarán siendo protegidos por instituciones que fueron pensadas para limitar la libertad ciudadana y de conciencia. Si queremos terminar de verdad con este orden de cosas, los chilenos y chilenas tenemos que repensar la política, cambiar la visión de que la política es el arte de hacer concesiones, espacio en el cual la sabiduría y el interés de las masas ya no es tomada en cuenta. En este modelo el movimiento social o la ciudadanía, como quiere llamárseles, solo representan un capital electoral que se activa de tiempo en tiempo, con propuestas y acciones que les faciliten logros tangibles en el corto plazo.

Con lo que esta pasando en nuestro país entonces, ya no es posible seguir divagando en la gran política de la elite, aislados de las reales condiciones de vida de quienes llaman a votar de cuando en cuando. Las necesidades y los temas cotidianos de la sociedad empiezan a interpelar de forma continuada a la política, porque la desigualdad, la falta de oportunidades le duelen a la gente todos los días, por eso es hora de bajar a la realidad no solo para interpretarla sino para cambiarla.

La política buena necesita oxigeno, para eso hay que entenderla como una categoría de la práctica, que está condicionada en sus fines por la ética, lo que permite practicarla como vocación de servicio al pueblo, con una correspondencia dialéctica entre el decir y el hacer.

Enrique Villanueva M
Economista y Cientista Político

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