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Los presidenciables ante la crisis del cuidado. Parte 1. Por Lorena Armijo

Los periodos electorales son tiempos convulsos por la disputa ideológica, la guerra de noticias falsas y las descalificaciones hacia el contrincante, pero también suponen una pausa en las decisiones de los gobiernos, ya que permiten reorientar la agenda pública en función de las necesidades y urgencias de la ciudadanía. Uno de los problemas urgentes e inevitables que deberá abordar el próximo gobierno es la crisis del cuidado, acentuada en parte por el envejecimiento de la población, los cambios en la estructura y tamaño familiar y el déficit de cuidadores. Las proyecciones de población indican que, cuando finalice el siguiente período presidencial en 2030, el grupo de menores de catorce años será el más pequeño (17 % de la población), mientras que el de mayores de sesenta años se convertirá en el segundo más grande, con un 22,3 %, muy cerca del 22,9 % de la población adulta. Se espera que esta proporción siga creciendo hasta alcanzar un tercio de la población en 2050. La mayor probabilidad de que las personas mayores de 60 años presenten algún grado de dependencia funcional presionará al gobierno entrante para que aumente el número de personas e instituciones dedicadas al cuidado.

Los programas de gobierno de los dos presidenciales de derecha más competitivos -Kaiser y Kast- abordan el cuidado como una necesidad del país principalmente desde el rol de la madre y el fortalecimiento de las familias. Además del desarrollo personal y el bienestar familiar, se pretende incrementar la empleabilidad de las mujeres y el emprendimiento, sin que tengan que sacrificar su rol familiar según lo declarado por Kaiser. Este candidato también incentiva la formación de las madres trabajadoras, el desarrollo de jornadas flexibles y espacios de coworking con guardería para que las trabajadoras puedan compaginar su desarrollo profesional con el cuidado de sus hijos y reducir así la sobrecarga de la «doble jornada». A esto se suman campañas y programas de concienciación para fomentar la participación de los hombres en la crianza, así como la ampliación de las redes de guarderías y servicios de cuidado infantil.

Para ello, propone tomar como referencia algunos países con resultados tan dispares como las de Alemania, Finlandia y Corea del Sur. Es difícil comprender cómo pretende replicar estas experiencias, ya que el candidato se muestra reacio a otorgar derechos sociales; sin embargo, la evidencia internacional muestra que la extensión de licencias de maternidad, paternidad y parentales pagadas como un derecho legal es efectiva para proteger el cuidado y avanzar en la eliminación de los problemas que él mismo denuncia como la pérdida de talento y productividad de las madres trabajadoras.

Por su parte, el candidato Kast propone avanzar hacia una política de guarderías universales con cargo al Estado, en colaboración con proveedores privados, así como una subvención escolar para jardines infantiles, con el fin de asegurar su calidad y autonomía. A diferencia del candidato libertario, el candidato republicano propone incentivar el trabajo a distancia cuando sea posible y permisos parentales compartidos para evitar que la carga familiar siga recayendo en las mujeres. Cabe señalar que el trabajo a distancia ya está recogido en la Ley de Conciliación de la vida laboral, familiar y personal, aprobada en el congreso en 2023, mientras que la ampliación de la titularidad de los permisos parentales compartidos no ha experimentado avances desde la promulgación de la ley sobre protección a la maternidad y permiso postnatal parental en 2011.

Los programas de los candidatos de derecha otorgan relevancia a los padres en el cuidado de los hijos menores. Sin embargo, limitar la corresponsabilidad únicamente a esta figura es insuficiente en un contexto de crisis del cuidado asociada al envejecimiento demográfico, pues no atiende al creciente número de cuidadoras mayores que cuidan a dependientes de la misma edad o con discapacidad. En lo que respecta al cuidado de personas mayores, el plan «Generación Dorada» de Kast propone fortalecer el papel de las cuidadoras mediante su formación en programas de capacitación, así como su asistencia a talleres grupales de apoyo emocional. La participación en programas sociales por parte de las cuidadoras ha sido uno de los grandes obstáculos a los que se han enfrentado los distintos programas sociales que incorporan capacitación o talleres, cuando no se sustituye su atención al dependiente. Respecto a esto, no hay indicios de que se vayan a ofrecer apoyos para el cuidado mientras se están formando.

Otras medidas del plan, como el acceso a la educación, el mercado laboral o la vivienda, están destinadas exclusivamente a las personas mayores dependientes. Tampoco se menciona cómo enfrentará la sobrecarga y sus efectos en la salud y en las relaciones sociales de la cuidadora, ni se hace referencia a una posible redistribución del trabajo de cuidado en los hogares o su transferencia a la comunidad. En este sentido, la propuesta de Comunidades de Acompañamiento de Kaiser apunta a establecer una red público-privada, pero no reconoce ni retoma el extenso trabajo que las organizaciones sociales dedicadas al cuidado llevan a cabo desde hace al menos una década. Es decir, no plantea cómo se va a articular este trabajo territorial con las comunidades que propone.

Estas propuestas reafirman la tradición maternalista de las políticas de cuidado, aun cuando se incorpore la corresponsabilidad del padre, que es más bien declarativa, como ocurre en el programa de Kaiser. Lo mismo ocurre con los permisos parentales compartidos y la sala cuna universal de Kast: no van asociados a un subsidio y no se define el tipo de trabajador al que irán dirigidos. Esta precisión es importante si se tienen en cuenta los niveles de informalidad y trabajo independiente que hay en el país, así como el límite de renta que impone la actual prestación de maternidad, destinada exclusivamente a las mujeres. Cabe recordar que la reducción de subsidios es una medida anunciada y al mismo tiempo negada por el propio candidato.

El resto de las medidas destinadas a la figura del cuidador no sólo son mínimas, sino que también están desarticuladas entre sí, lo que evidencia la falta de visión de que, en pocos años, la población mayor será el grupo más numeroso de Chile y, por tanto, habrá una mayor demanda de cuidados. Promover políticas destinadas a reemplazar al cuidador y redistribuir el cuidado es la gran deuda que el país tiene con las cuidadoras mayores. Prestar atención a la crisis del cuidado significa comprender la importancia del papel de estas personas y la enorme carga emocional, física, económica y social que han soportado a lo largo de su vida. Solo así se puede disponer equitativamente de las distintas instituciones y actores sociales para avanzar efectivamente hacia la sostenibilidad de la vida.

Lorena Armijo, académica de la Facultad de Ciencias Sociales UCSH

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