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Los privilegiados: directo al escenario post-pandemia. Por Nicol A. Barria-Asenjo.

Diferentes, atrevidos, especializados, irónicos, e incluso contradictorios son los análisis que han surgido con la pronta llegada de la pandemia al escenario local, en muchos de estos documentos se realiza un esbozo de ese escenario “Post-Pandemia” al cual inevitablemente la “Humanidad” tendrá que enfrentarse. Es curioso que aquí hay dos puntos importantes a considerar, reflexionar y cuestionarse. Punto 1) ¿Quiénes son los que tienen mayor probabilidad de sobrevivir a la pandemia del Covid-19? Y punto 2) ¿Es posible hablar de una humanidad? ¿Qué Humanidad?

Seamos honestos, respecto del punto 1, los que sobreviven o tienen mayores probabilidades de que eso ocurra son mayoritariamente el sector de la clase social más alta, los privilegiados, aquellos que corrieron a sus segundas viviendas y se alejaron de los focos de contagio, los mismos que tras sus vacaciones de placer y de la mano del mundo globalizado esparcieron rápidamente el virus a cada rincón del mundo.

A propósito del punto 2, hablar de Humanidad cuando cada rincón de la región latinoamericana carece de lo humano y está fuertemente marcada por una profunda inhumanidad, individualismo y violencia, es bastante esperanzador. De la mano del virus del Covid-19, salieron a la luz y proliferaron otros virus del campo de lo político; económico; social; humanitario que son tan violentos y causarán tantos efectos nocivos en el mundo socializado como lo ha hecho la pandemia.

Camus (2008) escribía “Si algo nos ha enseñado este siglo implacable es que la revolución económica será libre o no será nada. Los oprimidos no sólo quieren ser liberados de su hambre, también quieren ser liberados de sus dueños”. Los oprimidos del hoy, del Chile actual, tienen los mismos sueños, ser liberados de su hambre y de sus dueños, esos dueños que los tienen de manera obligada en las calles gritando por ayuda para poder vivir.

Tal como el Dios Apolo corría sin cansancio ni frenos aparentes tras su amada ninfa Dafne, corre el pueblo tras esa utopía de la liberación. No es más que un sueño recurrente que se desvanece en la medida en que las cifras de muertos aumentan o en la medida en que los sistemas sanitarios colapsan. Quizás, tal como el relato de Ovidio (2008) y recordando que en el momento en que Apolo alcanza a su amada el silencio reina y la transformación ocurre, podremos ver, que al alcanzar ese escenario “Post-Pandemia” el silencio impregne a ese residuo de humanidad sobreviviente. Pero, el silencio no a causa de una revolución o de alguna suerte de transformación social a una normalidad mejorada, sino un silencio desgarrador que surja desde esa nueva humanidad en que las clases sociales bajas, aquellos que hoy por hambre y son tachados de revolucionarios, no estarán, o, si hay un poco de suerte, sobrevivirán. Pero, estarán profundamente cansados tras el dolor de la lucha y ver como sus seres amados les son arrebatados por no tener comida. Entonces, la única opción será el silencio producido por el dolor.

A modo de conclusión, y como invitación al lector a un nuevo espacio de reflexión, dejo un fragmento del filósofo esloveno Slavoj Žižek (2014) quien en su libro titulado: “Problemas en el Paraíso: Del fin de la Historia al fin del Capitalismo”, escribía:

Las políticas neoliberales contemporáneas producen un capital humano o «empresarios del yo» más o menos endeudados y más o menos pobres, pero siempre precarios. Para la mayoría de la población, convertirse en un empresario del yo se limita a gestionar su capacidad de encontrar empleo, sus deudas, la disminución de salarios y renta y la reducción de los servicios sociales según las normas empresariales y competitivas.

A medida que, con la mengua de sus salarios y la eliminación de su protección social, los individuos se vuelven más pobres, el neoliberalismo les ofrece compensación mediante la deuda y el reparto de acciones. De este modo, los sueldos o los salarios diferidos (las pensiones) no aumentan, pero la gente tiene acceso a créditos para el consumo y se la anima a preparar su jubilación mediante una cartera personal de acciones; la gente ya no tiene derecho a la vivienda, sino acceso a un crédito hipotecario; ya no se tiene derecho a una educación superior, pero se pueden pedir préstamos estudiantiles; la protección mutua y colectiva contra los riesgos es desmantelada, pero se anima a la gente a acogerse a los seguros privados. Así, sin sustituir todas las relaciones sociales existentes, el nexo acreedor-deuda acaba asfixiándolos: los trabajadores se convierten en trabajadores endeudados (tienen que pagar a los accionistas de la empresa por darles trabajo); los consumidores se convierten en consumidores endeudados; los ciudadanos se convierten en ciudadanos endeudados, y tienen que responsabilizarse por la parte que les corresponde de la deuda de su país.

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