Hace unos días, al momento de hacer entrega al presidente Boric del texto emanado del Consejo Constitucional, Beatriz Hevia, la presidenta de dicho Consejo, aprovechó la oportunidad para realizar un paralelismo entre el actual proceso constituyente con el que ocurrió en 1833, y que el actual responderá a satisfacer las esperanzas de los verdaderos chilenos: «más allá de cualquier diferencia política, resulta necesario y urgente entender que los verdaderos chilenos, los chilenos honrados y pacíficos, los de trabajo, anhelan con esperanza, quizás sin saberlo, que se cierre este proceso constitucional…los chilenos tienen la aspiración de que la política y los políticos dejemos de lado nuestras diferencias ideológicas y programáticas, y nos pongamos en el lugar de cada uno de los chilenos y de la necesidad urgente que tienen de poner fin a la incertidumbre política, económica y social, y comencemos a reconstruir nuestro país, rescatándolo de la grave crisis que enfrentamos».
Resulta extraño que alguien que pretende dejar atrás las “diferencias”, explicite en su discurso una abierta diferenciación, porque los “verdaderos chilenos” no engloban a toda la comunidad política, entonces también deben haber “falsos chilenos”. Supongo que la señora Hevia no los contempla como parte de la Nación, serían como una “anomalía social”. Además, parece olvidar que la Constitución de 1833 que glorifica fue producto en un cruel enfrentamiento, una guerra civil entre Pipiolos y Pelucones, donde triunfó el bando de Diego Portales y pasó por las armas literalmente a todos los líderes liberales, así impuso su proyecto conservador: “El Peso de la Noche”.
Hoy, el texto que impuso el partido Republicano de Kast junto a la supuesta centroderecha (de Evópoli a la UDI) es una suerte de combinación entre el ideario de Jaime Guzmán, presente en la Constitución de 1980, y el pensamiento conservador Portaliano del siglo XIX. Portales despreciaba la política y a los ciudadanos, no los consideraba lo suficientemente ilustrados, estos temas “políticos” debían quedar en manos de los poderosos: “El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles. La tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública”.
Por su parte, mientras que el texto señala que Chile es un Estado Social de Derecho, también consagra el principio de subsidiariedad, tan valorado por Guzmán. Lo anterior parece un oxímoron, una contradicción semántica, no es posible que un Estado consagre derechos sociales si, al mismo tiempo, está facultando a que privados entreguen servicios y usufructen de esos mismos derechos, derechos que, por lo demás, ya figuran en la Constitución del 25.
Como señala el profesor Renato Cristi: “La Constitución diseñada por Guzmán va a contrapelo de la tradición chilena que remata en el Estado social consagrado por la Constitución de 1925. Guzmán ilegítimamente destruye esa Constitución y su espíritu público. Lo hace para que prestadores privados, motivados por el lucro, puedan proveer bienes básicos como la salud, educación, pensiones.” Este mismo principio subsidiario ahora quedó más explícito que en el texto de 1980. El derecho al lucro asumirá un rango constitucional de manos de los Republicanos y sus Verdaderos Chilenos. Por lo tanto, afirmar que vivimos en un Estado Social de derecho será letra muerta, una mera consigna.
“El neoliberalismo en el orden público económico no es morigerado, sino que se exagera, al punto que…si se quisiera crear un sistema único de salud y una sola AFP Estatal, será considerado inconstitucional…Lo que se nos ofrece es un texto que lleva en su seno las ideas centrales de un programa conservador, regresivo.”. Este comentario es de Genaro Arriagada, ex ministro DC, que nadie señalaría de izquierda, y quien también está en contra del texto. Desafortunadamente, dudo mucho que se realice una lectura exhaustiva o un debate serio a través de los medios para informar a la población. Lo más probable, es que ocurra lo mismo que con el texto anterior, y todo se preste para Fake News o mañosas tergiversaciones, y la gente ni siquiera preste demasiada atención sobre lo que está en juego. Frente a una derecha que, ante ambas alternativas, igual sale ganando, parece que es verdad lo que señalaba Portales, y que en Chile aún vivimos bajo el Peso de la Noche.
Cristián Martínez Arriagada
Cientista Político