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Madre africana. Por Eduardo Leiva

El ataque a migrantes ocurrido en el norte de Chile pone en evidencia un olvido. No cualquier olvido. Ni más ni menos que el olvido de “la historia más bella del mundo”, como la denomina el paleoantropólogo francés Yves Coppens. Nuestra historia, nuestro origen, lo que posibilitó nuestra existencia como especie.

Hagamos memoria. El primer homínido aparece hace unos 10 millones de años en África oriental ¿Por qué? Hace 10 millones de años, en torno al Ecuador existía una selva continua; allí vivían los antepasados comunes de homínidos y chimpancés. Después, África se dividió, el valle del Rift rompió la tierra a lo largo de 6.000 kilómetros y se erigió una especie de muralla natural que contuvo las precipitaciones. Entre la falla y el Índico, la región se irá degradando, perderá los bosques y se transformará en una sabana. Al Oeste, los descendientes de los pequeños primates antecesores de homínidos y chimpancés seguirán su adaptación al medio arbóreo selvático, pero al Este deberán adaptarse a un nuevo medio. Aparecerán adaptaciones, mutaciones y las más ventajosas se mantendrán: serán los homínidos. Somos primos de los chimpancés, pero la ecología nos hizo diferentes a un lado y al otro del Rift.

Y comenzamos nuestro viaje que nos llevó a poblar todos los rincones del planeta. En ese viaje se sucedieron una serie de interacciones, intercambios y relaciones de cooperación y colaboración. También hubo violencia. Pero creamos estrategias para morigerar sus consecuencias. Entonces, todas/todos somos migrantes, y nuestra madre es africana.

Nuestra trashumancia no cesa. Hoy queremos ir más allá de los límites planetarios. Ya estamos en Marte, y las sondas humanas recorren el Universo a modo de emisarios intergalácticos.

Ahora bien, el actual escenario internacional da muestras constantes de la desprotección y vulnerabilidad a la que se ven expuestas/os millones de migrantes en todo el mundo; Chile no es la excepción.

No se trata de ‘tolerar’ a las/os ‘otros’ o de permitir que otras expresiones y realidades culturales se afinquen en nuestro entorno. Ciertamente es posible vivir de espalda a los ‘otros’, pese a que estemos en proximidad con ellos. Se trata de que las diversas experiencias y expresiones tengan el espacio necesario para influirse mutuamente y den origen a nuevos imaginarios e innovadoras propuestas de vida. La interculturalidad es una experiencia cotidiana, vital, posibilitante.

Eduardo Leiva Pinto
Académico, Escuela de Periodismo
Universidad Bernardo O’Higgins
Antropología médica, filosofía política, salud global / planetaria

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