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Malditas sean las guerras...

Luis Sepúlveda *

Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen, eso dijo Julio Anguita, un dirigente histórico de la izquierda española cuando supo que su hijo, el periodista Julio Anguita Parrando había muerto en Irak, por disparos del ejército estadounidense o, “por fuego amigo”, como trataron de explicar los defensores de esa guerra sustentada en las mentiras y en la ambición de los grupos económicos más fuertes de los Estados Unidos. Más tarde, otro periodista español, José Couso, pudo hasta ver como un tanque norteamericano apuntaba hacia el balcón del hotel en donde se encontraba y también moría “bajo fuego amigo”, pues así concluyó la parodia de investigación realizada por el ejército estadounidense, y plenamente aceptada por el gobierno ultraderechista de Aznar. Demasiados periodistas han muerto o resultado heridos en Irak. Demasiados iraquíes- más de cien mil- ¡100.000! han caído bajo las balas de las fuerzas de ocupación, bajo las bombas inteligentes, víctimas de la “moral de guerra” que exhiben criminales como el general Jim Mattis, jefe de los marines que arrasaron Faluya y hombre fogueado en Afganistán. Algunos recordamos las imágenes de los restos humanos de varias personas que asistían a una boda en Afganistán y que fueron bombardeados por los norteamericanos. “Allí había gente en edad militar”, justificó el general Mattis. Y al ser consultado por la cadena Fox sobre sus sentimientos en Faluya indicó que “disparar a la gente es excitante”. ¿Debemos extrañarnos de que Giuliana Sgrena esté ahora-por fortuna- reponiéndose de las heridas recibidas a 700 metros del aeropuerto de Bagdad y cuando el vehículo que la llevaba había pasado ya varios controles? ¿Qué justificación ofrecerán los estadounidenses al gobierno de Italia, otra fuerza ocupante de Irak que también ha perdido ya demasiados hombres, demasiados italianos que han regresado envueltos en una bolsa de plástico? ¿ Tendrá Berlusconi la desvergüenza de decir a las familias de Nicola Calipari y de los otros dos italianos heridos, que recibieron “fuego amigo”? En Europa sabemos que la manipulación del “patriotismo” conduce a callejones oscuros, sin otra salida que avanzar hacia el abismo, y aunque Musolini y Hitler hayan contado con el favor de las mayorías enceguecidas de obsceno patriotismo, nada justifica los crímenes que cometieron. De la misma manera, el triunfo de Bush en las últimas elecciones en Estados Unidos tampoco justifica ni la guerra de Irak, ni la ocupación de ese país, ni la atroz campaña de amanazas contra Irán y Siria emprendidas por el dúo Bush-Rice. Cada día de permanencia de fuerzas militares europeas en Irak es un acto de vasallaje y de complicidad, más que con una nación poderosa, con un grupo de exaltadores del imperialismo –Bush, Rumsfeld, Wolfowitz, Cheney, Rice- que pretende imponer una idea mesiánica del orden internacional, pero de un orden basado en la fuerza y en la agresión imperialista. Es muy posible que los soldados norteamericanos que dispararon contre el vehículo que conducía a Giuliana Sgrena, que mataron a Nicola Calipari e hirieron a otros dos agentes italianos, ni siquiera sabían contra quienes disparaban, pues la mayoría de los norteamericanos caídos en Irak son pobres diablos reclutados entre los emigrantes hispanos –centroamericanos en su mayoría-, que aceptan vestir el uniforme yanqui, participar en una guerra que no entienden, en un país del que lo ignoran todo, a cambio de la nacionalidad estadounidense, póstuma en la mayoría de los casos. Pero lo que resulta inconcebible e imposible de aceptar es la tesis de que el vehículo “iba demasiado rápido” y que “no obedeció la orden de detenerse”. Con más de mil quinientas bajas, las fuerzas de ocupación tienen un perímetro de seguridad bastante riguroso alrededor del aeropuerto, según las declaraciones de la propia Giuliana Sgrena, ya habían pasado por otros controles y, además, nadie puede creer o aceptar que entre las fuerzas ocupantes exista tal descoordinación en las informaciones, y que los soldados estadounidenses ignoraran que ese vehículo conducía a una periodista recién liberada tras un secuestro de un mes. Querida Giuliana, bienvenida a Italia, a los tuyos. Toda mi solidaridad a las familias de Nicola Calipari y de los otros dos agentes heridos, y pensando en los caídos, que ya son demasiados, sobre todo los muertos de la población civil iraquí, una reflexión que hoy es más necesaria que nunca: Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.

*Escritor y adherente de ATTAC.

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