"Para la cordillera, un cóndor, un nosotros.
Para el escenario, unas guitarras, unas voces.
Para la fantasía, un coro de niños, un caracol.
Para el rito, un canto y este pueblo.
Para la guerra nada".
En el Teatro Nescafé de las Artes la compositora colombiana Marta Gómez hizo una hermosa presentación mostrando su calidad interpretativa junto a un guitarrista y un bajista que deleitaron con sus ejecuciones virtuosas. La conexión con el público fue inmediata dada su capacidad expresiva y carismática, dejando ver sin histrionismo exagerado un encuentro desde las palabras y las emociones que son elementos constitutivos de un arte de la expresión.
Una puesta en escena simple donde además del carisma lo central fueron la voz y los instrumentos, una experiencia privilegiada para quienes gozan de la música y del regocijo espiritual que ésta dona a nuestra existencia aportando una estancia agradable a nuestro ser. Marta Gómez una artista que sabe como llegar al público que ya la reconoce coreando sus canciones.
Un momento significativo de la presentación fue la participación de Magdalena Matthey con la que compartieron un par de canciones, entre éstas esa bella canción titulada "Mariposas" de la destacada compositora chilena. También lucieron las participaciones de Camila y Silvio.
Dos nociones fundamentales en la forma creativa de la artista colombiana presentes en varias de sus canciones son el rito y la fantasía. Notable esa comprensión de la inocencia humana apartada del racionalismo excesivo, una condición que a veces nos parece lejana, pero que en nuestra memoria persiste con nitidez.
El rito esa dimensión misteriosa que nos posibilita una forma de vida dotada de sensibilidad hacia nosotros mismos siempre en relación con lo que nos rodea, eso que nos permite reconocer el carácter sagrado, persistir en esa forma de habitar recordándonos que aquello conforma nuestro cotidiano es parte de un mensaje fundamental que portan varias de las letras de las canciones.
La fantasía otra dimensión de nuestro ser, a veces problematizada desde el exceso de racionalismo bajo el punto de vista de que ésta constituye una debilidad del pensamiento asumida como parte de la infancia en cuanto inocencia. La inocencia recuperada como prístina forma posibilitadora de otro mundo posible capaz de superar el agobiante estado de una forma de vida estandarizada y dominada por el pesimismo o por el temor a lo que parece irrealizable.
Un espectáculo sólido de alta calidad musical, expresiva y emocional. Un pacto que la artista junto al público lograron aceptar casi como un consenso basado en el respeto y en el reconocimiento mutuo. El calor del teatro se convirtió en un lugar de encuentro para disfrutar de esas manifestaciones en que logramos suspender aquello que nos aleja de nuestra digna condición humana.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra