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Masificación de las RR.SS.: el triunfo del individualismo. Por Fernando Vergara H.

Cada vez con mayor frecuencia y desde distintas veredas se ha cuestionado cómo las tecnologías digitales y las redes sociales han promovido una forma de individualismo vinculado a la exposición constante de la vida privada en plataformas públicas a través de las redes sociales que más bien son redes de lo individual en constante socialización. Así, por ejemplo, Éric Sadin, argumenta que la cultura de las redes sociales, centrada en la creación de una “marca personal” y la búsqueda de validación en línea, puede fomentar un tipo de individualismo narcisista y superficial. El mismo autor ha abordado cómo las tecnologías de seguimiento y personalización en línea pueden contribuir a una experiencia individualizada de la realidad. Estas tecnologías presentan contenido y anuncios específicos basados en los datos personales recopilados de cada usuario, lo que puede conducir a la formación de burbujas de información y la fragmentación de la sociedad en diferentes “burbujas individuales”. En su análisis, también ha advertido sobre cómo ciertas plataformas y tecnologías pueden alimentar la idea de que la satisfacción individual y el consumo son el objetivo principal en la vida, lo que puede socavar el sentido de comunidad y solidaridad social.

Es importante destacar que el enfoque de Éric Sadin en el individualismo está profundamente interconectado con su crítica a la cultura de la transparencia y la creciente captura de la atención, ya que considera que estos factores pueden contribuir al aislamiento y alienación social, lo que exacerba la hiper-individualidad como una patología relacional, es una paradojal conexión monológica.

Otra alerta en similar sentido, es lo que señaló Benedicto XVI (Qué es el Cristianismo, p.49)., al afirmar que “ El pensamiento moderno ya no quiere reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere remodelar el mundo según sus propias necesidades y deseos. Con esta orientación, no hacia la verdad, sino hacia el poder, tocamos sin duda el verdadero problema del tiempo presente”.

Así, el individualismo contemporáneo ha expandido sus consecuencias afectando a toda construcción de lo común: el sentido común, las bases de la comunidad política a través de la desafección en los asuntos políticos, la pérdida de confianza en las instituciones y la dificultad para llegar a acuerdos y consensos a través de un diálogo fundado en el reconocimiento. En lugar de buscar la verdad y el bien común, se busca obtener poder y satisfacer los deseos personales como criterio último de legitimidad. Este ethos individualista es una suerte de mentalidad que ha llevado a una ruptura en las relaciones humanas, donde el otro es visto como un competidor o un obstáculo para alcanzar el propio beneficio. El imperio de la autorrealización cerrada y desvinculada del otro, una alteridad clausurada, una subjetividad alienada y una identidad desnutrida de las fuentes éticas de los valores comunes para una convivencia edificante.

Este enfoque hacia el poder también se manifiesta en la forma en que se busca remodelar el mundo y no comprender el sitio propio de la humanidad en él. En lugar de aceptar la realidad tal como es, se trata de modificarla de acuerdo a las propias necesidades y deseos. Esto se ve reflejado en la búsqueda de la tecnología y la ciencia como herramientas para controlar y manipular la naturaleza, en lugar de reconocerla como algo que nos supera y de la cual depende el futuro y conservación de la humanidad.

Este ethos de la hiper-individualidad ha generado una crisis en la forma en que comprendemos el ser y nuestra relación con el mundo. En lugar de buscar la verdad y la sabiduría, nos enfocamos en la consecución de poder y en la satisfacción de nuestros deseos inmediatos. Esto ha llevado a una pérdida de la dimensión trascendental y espiritual de la existencia, y ha dejado un vacío en nuestras vidas que intentamos llenar con bienes materiales y experiencias temporales. Es la transitoriedad que gobierna en el momento de organizar nuestro horizonte vital de la existencia.

El pensamiento moderno ha perdido de vista la importancia de la verdad y ha dado prioridad al poder y a la satisfacción personal. Esto ha llevado a una crisis en nuestras relaciones humanas y en nuestra comprensión del ser y del mundo. Es necesario recuperar el valor de la verdad y buscar el bien común para poder superar esta situación y encontrar un sentido más profundo en nuestras vidas.

Fernando Vergara H.
Vicerrector de Identidad y Desarrollo Estudiantil
Universidad Católica Silva Henríquez

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