“El ideario de justicia social que abracé desde joven tiene absoluta vigencia en este presente de desigualdad estructural”
Mauricio Hernández Norambuena.
Al aproximarse la conmemoración de los 50 años del golpe cívico-militar en Chile, que derrocó al gobierno de la Unidad Popular, quiero referirme a un militante que continúa siendo perseguido implacablemente por la justicia chilena, la misma que permaneció ciega y sorda durante los 17 años de dictadura a las violaciones de derechos humanos, muchas de ellas impunes hasta el día de hoy. Una justicia sensible, en cambio, a las demandas de los partidos políticos de derecha y de la clase empresarial, hoy travestidos en demócratas y paladines de la justicia social para incubar con sus “expertos” un remedo de la constitución pinochetista de 1980. Me refiero al “comandante Ramiro”, nombre con que se conoció a Mauricio en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez; un hombre cabal como pocos, que ha sabido “honrar la vida”, como cantaba la inolvidable Mercedes Sosa.
No insistiré en describir su trayectoria política, ampliamente conocida por quienes participaron en la lucha de resistencia contra la dictadura. En su juventud, Mauricio fue un destacado futbolista en Valparaíso, testigo de sus hazañas deportivas como lateral derecho del Orompello, Club que en 1979 ganó el Campeonato Regional organizado por la Asociación Valparaíso. En aquellos años, este joven porteño, nacido el 23 de abril de 1958, no ignoraba la situación que vivía el país, desde 1973 bajo una dictadura criminal apoyada por sus cómplices civiles y el imperialismo norteamericano. Así, con sólo 18 años, ingresó a las Juventudes Comunistas. Más adelante, en 1983, graduado de la Universidad de Chile como profesor de Educación Física, se sumó al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización político-militar creada por el Partido Comunista de Chile para enfrentar a la dictadura.
El 7 de septiembre de 1986 Mauricio fue uno de los fusileros del fallido atentado en contra del dictador Augusto Pinochet y su comitiva, uno de cuyos efectos políticos colaterales fue la “transición pactada” entre la Concertación de partidos por la Democracia, por una parte - liderada por el Partido Demócrata Cristiano, que había participado en la conjura golpista – y, por otra, el dictador acosado por las protestas populares. Fue así como en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, Pinochet “corrió solo y llegó segundo”, como tituló el Fortín Mapocho su edición del 11 de octubre.
El 5 de agosto de 1993 Mauricio fue detenido en Curanilahue en el marco de la política gubernamental de la “delación compensada”. Los tribunales de justicia lo condenaron a dos presidios perpetuos - penas de clara connotación política y “ejemplarizadora” - bajo el cargo de ser el “autor intelectual” de dos hechos calificados como “delitos terroristas”. Comenzó a cumplir sus condenas en la Cárcel de Alta Seguridad (CAS), construida por el primer gobierno de la Concertación liderado por el DC Patricio Aylwin. La CAS, inaugurada el 20 de febrero de 1994 con el violento traslado a dicho recinto de 47 presos políticos de la “transición a la democracia”. Construida según el modelo de la prisión de máxima seguridad de Stammheim donde el gobierno alemán confinó en los años 70 a los militantes de la RAF, más conocida como la Banda Baader-Meinhof, la CAS estaba destinada a castigar, aniquilar e invisibilizar a los presos políticos. Quienes compartieron con Mauricio la cárcel, recuerdan especialmente su pasión por el fútbol y su imbatible destreza como jugador de ajedrez.
El 30 de diciembre de 1996 Mauricio se evadió en helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) - el llamado “Vuelo de Justicia”- suspendido en el vacío, aferrado al brazo fuerte y solidario de uno de sus tres compañeros del FPMR. Dos de los protagonistas de esta espectacular fuga obtuvieron el asilo político en países europeos: Patricio Ortiz Montenegro en Suiza, el 29 de junio de 2005 y Ricardo Palma Salamanca en Francia, el 2 de noviembre de 2018.
El 2 de febrero de 2002 Mauricio fue detenido nuevamente en Brasil junto a un grupo de combatientes internacionalistas. La justicia brasileña lo condenó a 30 años de presidio. Durante 15 años fue trasladado a distintos penales, siempre sometido a un sistema carcelario “disciplinario diferencial”, que configuraba un trato cruel, inhumano y degradante. El 20 de agosto de 2019, gracias a la movilización de sus familiares y a la solidaridad de numerosas organizaciones, fue extraditado a Chile, donde se esperaba que la justicia acogiera, conforme a derecho, la solicitud de reducción de las penas a 15 años. Sin embargo, la justicia chilena, una vez más obsecuente con la sed de venganza de la derecha chilena, rechazó la solicitud, de modo que Mauricio deberá pasar otros 26 años preso, es decir, ¡hasta el año 2046!
La libertad de Mauricio es una deuda histórica a saldar con los combatientes anti dictatoriales que aún continúan siendo perseguidos y castigados por una justicia que discrimina entre ricos y pobres. Su liberación será sin duda la más justa retribución a su compromiso intransable con la recuperación de las libertades democráticas para todo el pueblo, por muy limitadas que éstas sean. Esta es la tarea ética urgente que debe movilizar a todos los chilenos de dentro y fuera del país, especialmente durante este año, en que recordaremos el proceso de desestabilización política, económica y social del país que desembocó en el día aciago en que la oscuridad dictatorial se abatió sobre un pueblo consciente que, sin tregua, aspiró y aspira todavía actualmente, a un Chile justo, libre y solidario.
Hoy más que nunca queremos a Mauricio manifestando con nosotros por las calles de Chile, para abrir “las grandes Alamedas, por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". (Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973).
Vicky Torres
Activista de Derechos Humanos
Enero de 2023, Santiago, Chile