I.- “Y en ese claroscuro surgen los monstruos”
Antonio Gramsci lo escribió con meridiana claridad, mientras se encontraba recluido en las prisiones de Mussolini: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
Tal como lo indica Enric González, refiriéndose a la célebre frase del filósofo italiano: “Tenemos la impresión de que el mundo está en tránsito hacia otra cosa, hacia otra civilización o, si queremos ponernos gramscianos, hacia otro paradigma. Tenemos la impresión de estar en pleno salto. Y quizá nos alivia pensar que los monstruos que surgen aquí y allá, más o menos monstruosos según el gusto de cada uno, son algo pasajero. Fenómenos propios de un momento de claroscuro, que se desvanecerán en cuanto aparezca la luz del nuevo mundo”.[1]
La elección de Milei y con él, la llegada al poder de una ultraderecha populista sin duda es un mal presagio para la democracia argentina. Fue en su momento un mal augurio los triunfos de Trump en Estados Unidos o de Bolsonaro en Brasil. Ambos procesos terminan con una turba de sus fanáticos seguidores intentando un golpe de estado fallido. Unos invadiendo el Capitolio en Washington, otros irrumpiendo en el Palacio de Gobierno, Congreso y Corte Suprema en Brasilia. Ambos personajes posicionando mediáticamente el discurso de fraude electoral y desconociendo los resultados electorales que le son adversos. La nueva ultraderecha al fin y al cabo no cree en el sistema democrático y sólo lo manipula a fin de posicionarse y hacerse con el poder y si los resultados no se le dan, pues con gran facilidad recurren a la violencia.
Como claramente lo expone Pablo Iglesias[2], fundador de Podemos y ex Vicepresidente Segundo artífica del primer gobierno de coalición de izquierdas en España desde la Segunda República: “Los golpes de Estado siempre proceden de sectores y poderes del Estado. Esto es una obviedad académica para cualquier científico social, a tenor no sólo de la experiencia histórica sino de la propia organización del poder. Un desafío al orden institucional desde fuera de las instituciones se define como una revolución, mientras que si el desafío se produce desde dentro estamos ante un golpe. No está de más recordarlo en estos tiempos. Las derechas no hacen revoluciones, sino que utilizan a sus efectivos en el Estado (militares, jueces, policías, altos funcionarios…) y en el poder económico para organizar sus desafíos institucionales. Esto es también una obviedad historiográfica y una experiencia española, y es evidente también en Brasil”.
Pero volvamos a Argentina y su propio monstruo creado con un fundamental apoyo mediático, con un discurso y una permanente performance de total ruptura contra una supuesta “casta política” responsable de todos los males que, sin embargo, al vencer en las elecciones, fue rápidamente abrazada y por supuesto su discurso populista olvidado; rasgos populista típico donde el discurso fácilmente se acomoda a las circunstancias. De esta forma, mientras Milei en campaña catalogaba a Patricia Bullrich de “terrorista y montonera”, luego no tiene inconveniente en nombrarla como su ministra de seguridad. Pues, como no pudiera ser de otra forma, el apoyo del “macrismo” fue fundamental en segunda vuelta para consolidar la elección de un personaje como Milei, el cual, a pesar de no poseer ninguna credencial democrática, fue no obstante funcional para que la derecha volviera al poder. Mauricio Macri vuelve sin duda por sus fueros.
Santiago Mayor, periodista argentino, en su columna publicada en el Diario El Salto[3] nos advierte: “La llegada a la presidencia de Argentina del ultraderechista Javier Milei supone un quiebre político para el país que está cumpliendo 40 años de democracia ininterrumpida este 10 de diciembre. A lo largo de la historia, programas de gobierno como el que propone el nuevo mandatario, sólo pudieron imponerse mediante golpes de Estado, fraude electoral o represión”. Precisamente con él conversamos para esta columna, a fin de poder comprender las múltiples implicancias del triunfo de Milei para la democracia argentina y los enormes costos sociales, económicos y políticos que un gobierno de este signo implicará para el pueblo argentino y que ya se están empezando a evidenciar con un “ajuste” que se comienza a implementar y sentir en las calles.
II.- Entrevista a Santiago Mayor: “Sin duda el impacto (del gobierno de Milei) va a ser negativo para los sectores populares, en todos los planos”.
1. ¿Cómo se explica una figura como Milei en el contexto político argentino?
En primer lugar quiero decir que todavía estamos tratando de entenderlo. Cómo fue posible que un economista excéntrico que gritaba e insultaba en programas de televisión, lograra en dos años de carrera política convertirse en presidente del país.
En ese sentido, descreo de las explicaciones simplistas o unicausales. Creo que se trata de un fenómeno complejo que iremos comprendiendo mejor con el paso del tiempo. Dicho esto, por supuesto que se pueden analizar algunas causas que arrojan luz sobre la emergencia de una figura política como Milei.
Sin duda, una de ellas es la incapacidad para resolver la crisis económica de las dos coaliciones políticas que hasta ahora eran mayoritarias. Me refiero por un lado el espacio nucleado alrededor del peronismo, con el Partido Justicialista como principal fuerza política, pero que incluye otras organizaciones menores de corte más progresista y de izquierda, que fue el que gobernó los últimos cuatro años. Y por el otro a Juntos por el Cambio, la alianza de derecha que estuvo al mando del Poder Ejecutivo entre 2015 y 2019 con Mauricio Macri como presidente.
Incluso yendo un poco más atrás, ya durante el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015) la economía se estancó y comenzó a acelerarse la inflación. Con Macri hubo una caída importante que fue acompañada de un deterioro de todas las demás variables: aumentó la pobreza, el desempleo, la deuda externa y la inflación. Y finalmente, Alberto Fernández (2019-2023), si bien mejoró algunos indicadores como el empleo, no revirtió los principales problemas.
Esta realidad de deterioro constante de las condiciones de vida, irresuelta por los partidos políticos que podríamos llamar “tradicionales”, fue condición de posibilidad para la emergencia de una figura como Milei que no estaba identificada con ninguno de ellos y se presentó como un outsider. En ese sentido su discurso de ir contra “la casta política”, empalmó muy bien con este distanciamiento cada vez mayor que se fue generando entre los dirigentes y sus bases de apoyo popular.
En relación a esto último, el politólogo argentino Matías Rey escribió un artículo muy interesante, hablando sobre el quiebre de la lógica de representación que no afecta solo a los partidos políticos. Es que contra Milei o sus políticas se expresaron también organizaciones sociales, sindicatos, clubes de fútbol, importantes sectores de la Iglesia Católica y hasta club de fans de artistas musicales.
En ese sentido Rey señala que “quien vota en nítida oposición a lo que le proponen sus referentes (partidarios, barriales, gremiales, culturales) está otorgándoles un lugar subsidiario a la hora de elaborar su concepción del mundo y de actuar políticamente”. Y se pregunta: “si el barrio es cada vez menos comunidad y el trabajo es cada vez menos ordenador estable, ¿qué queda en pie? Un voto-cliente, no en el sentido en que suele entenderse el vínculo entre estos dos términos sino en clave de lo que el mundo corporativo (privado y estatal) nos propone a través de las ‘encuestas de satisfacción’: el individuo-tirano levanta o baja un cesariano pulgar que informa si han sido colmadas sus expectativas”.
Este análisis da cuenta de un fenómeno histórico que se viene desarrollando hace varios años pero se profundizó notablemente durante la pandemia de Covid 19. Si bien en Argentina la respuesta gubernamental en materia sanitaria fue muy positiva (se tomaron rápidamente medidas de aislamiento, fuimos de los primeros países en comenzar a vacunar y la cantidad de muertes cada 100 mil habitantes terminó siendo más baja que la de países vecinos), la crisis económica se agudizó y se resquebrajaron -aún más- los lazos de solidaridad social.
En ese contexto de reclusión obligada por un virus letal, las teorías conspirativas impulsadas por sectores marginales de la extrema derecha comenzaron a ganar terreno al ser legitimadas por referentes políticos tradicionales -como la flamante ministra de Seguridad de Milei, Patricia Bullrich- y medios de comunicación. Asimismo se comenzó a asociar la palabra “libertad” con estos sectores políticos ya que el gobierno “progresista” nos obligaba a quedarnos encerrados.
Finalmente, todo este caldo de cultivo nacional, empalma con una tendencia global de ascenso de este tipo de proyectos ultraderechistas y que -entiendo yo- se relacionan directamente con la crisis de esta etapa del capitalismo que hemos dado en llamar neoliberalismo. El sistema como tal es incapaz de entregar un horizonte de esperanza, ni siquiera de estabilidad y frente a eso ofrece salidas políticas autoritarias que le permitan sostener la dominación y la explotación. Algo que la democracia liberal ya no es capaz de realizar.
Y lo hacen de manera deliberada y coordinada. Los vínculos de Milei con Vox en España por ejemplo, no son casuales. Existe toda una red de financiamiento y disputa cultural/ideológica que viene trabajando hace años y que con mucho detalle desarrolló Julián Macías Tovar en Twitter.
2. ¿Qué impactos políticos, económicos y sociales crees que pueden significar para Argentina un gobierno como el de Milei?
Sin duda el impacto va a ser negativo para los sectores populares, en todos los planos (si es que logra cumplir sus objetivos). Es que hay una verdad a medias que el nuevo gobierno repite como mantra y es que ganó las elecciones prometiendo que iba a llevar a cabo un plan de austeridad brutal. Esto le daría hoy la legitimidad para hacerlo y quien se oponga estaría yendo en contra de la “voluntad popular”.
Pero hay una trampa: Milei ganó prometiendo que quien iba a padecer el ajuste era “la casta” y más precisamente “la casta política”. Un significante en el que originalmente englobó a todos los políticos que lo antecedieron pero luego fue mutando solo hacía el peronismo. Es que su alianza con el ex presidente Mauricio Macri para ganar el balotaje y la inclusión en su gabinete de ex funcionarios macristas lo obligó a modificar de adversario.
Ahora bien, si tomamos en cuenta las primeras medidas, sobre todo las económicas anunciadas por el ministro Luis Caputo, todo el ajuste recaerá sobre el pueblo trabajador. La devaluación que llevó el precio del dólar de 400 a 800 pesos impactará directamente sobre todos los precios, acelerando una inflación que ya se ubica en un elevado 160% interanual.
Esto fue reconocido incluso por el propio gobierno que aseguró que en lo inmediato podría haber aumentos de precios al consumidor del 20% o 30% mensual.
De momento ya aumentó el combustible, lo cual impactará en el transporte de mercancías lo cual será trasladado -como siempre sucede- al precio de la góndola. Productos alimenticios ya pegaron un salto de entre el 80% y el 100% de manera “preventiva”. Es que el mercado de alimentos está híper concentrado en Argentina y un puñado de empresas actúan de manera oligopólica.
Pero a esto se le suman medidas totalmente regresivas de parte del Ejecutivo. Por ejemplo, se eliminó el cupo de producción de carne para el mercado interno. Hasta ahora, los productores debían si o si destinar una parte al consumo local a un precio diferenciado. Al eliminarlo el precio que pagarán los argentinos será el mismo que a nivel internacional, algo grave para un país cuya dieta tradicional incluye un elevado consumo de carne.
Asimismo, se anunció la reducción de subsidios al transporte público, lo que podría multiplicar el precio del boleto de autobús por diez y el del ferrocarril interurbano ¡por 44! Se trata de un golpe directo al bolsillo de millones de trabajadores que destinarán una parte considerable de su salario para acceder a sus trabajos, a la educación y a la salud.
En la misma línea, se informó que se reducirán también los subsidios a la electricidad y el gas en los hogares. Nuevamente, esto afecta a quienes tienen menores ingresos y deben dedicar una mayor parte de ellos a pagar estos servicios.
Como contracara, el Banco Central emitió un bono que le permite a las empresas importadoras “estatizar” su deuda, pagando hoy en pesos y luego cobrando en dólares y con intereses en 2027.
Aunque el ministro Caputo aseguró que la gente “está contenta” con sus medidas y que entienden que es un esfuerzo que hay que hacer en este momento para que luego la economía mejore, la ministra de Seguridad dio una conferencia dos días después donde presentó un protocolo para reprimir las manifestaciones callejeras. Se trata de una serie de puntos que han sido cuestionados como inconstitucionales ya que cercenan el derecho a la protesta consagrado por la Constitución Nacional.
A estas medidas tomadas durante la primera semana de gobierno se suman otras cuyo impacto se verá con el correr del mandato. Pero la eliminación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad sin duda afectará las políticas públicas destinadas a ese sector de la población que es ni más ni menos que el 50%. En esa sintonía, la degradación del Ministerio de Trabajo a Secretaría da cuenta de la relevancia que el nuevo gobierno pretende darle al mundo laboral y los sindicatos.
De esto se desprende que Milei vino a llevar a cabo una doctrina de shock al estilo más clásico, con la que apunta a una masiva transferencia de ingresos de los sectores populares hacia las clases dominantes. A mediano plazo esto supone aplastar al movimiento popular argentino que ha sido históricamente muy combativo. El ex presidente Macri lo sabe muy bien, su experimento neoliberal duró apenas cuatro años y sus reformas quedaron por la mitad. Es por eso que ahora buscarán avanzar de manera acelerada, feroz y brutal para dejar sin capacidad de respuesta a cualquier intento de resistencia.
Si no logran ese objetivo, creo que es muy probable que Argentina entre en una etapa de inestabilidad política y social muy grande, aunque no necesariamente favorable a sectores progresistas o de izquierda. El deterioro económico ya arrastra más de una década y no hay mucho margen para ningún gobierno.
3. ¿Cuáles son los factores que a tu juicio explican el auge de la ultraderecha en el mundo?
Como decía en la primera respuesta, creo que se trata de una alternativa sistémica a la crisis actual del capitalismo. Y como tal ha sido fomentada, financiada y organizada de manera deliberada. Con esto no sostengo que se trata de algún tipo de conspiración global, pero sí de una construcción política consciente y cómo tal hay que pensarla, discutirla y enfrentarla.
Por supuesto, su crecimiento exponencial en los últimos años se apoya en cuestiones estructurales debido a que el tándem ganador de la guerra fría, neoliberalismo/democracia liberal, ya no es capaz de resolver los problemas que el propio sistema genera. En todo el mundo se profundiza la precarización laboral y la fragmentación de la clase trabajadora. A pesar del enorme desarrollo tecnológico trabajamos más horas que hace 100 años por un salario que no nos permite acceder a derechos básicos como la vivienda, la salud, la educación, la cultura, la alimentación y el ocio. En paralelo la destrucción del ambiente sin freno nos expone a fenómenos climáticos más extremos empeorando esas condiciones y poniendo en riesgo la vida como tal.
Este escenario se inscribe en un proceso en el que la mayoría de los proyectos políticos de los últimos 30 años asumieron de facto la idea thachteriana -que Milei repitió como un rezo el día de su asunción- de que “no hay alternativa” al capitalismo. O en otras palabras, aunque la tesis de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia” fue desestimada o matizada por propios y ajenos, nunca dejamos de actuar como si fuera cierta.
Salvo contadas excepciones, los proyectos políticos que siguieron a la Caída del Muro de Berlín se enmarcaron siempre dentro de “lo posible”. Como apunta Enzo Traverso, entramos al siglo XXI sin utopías, sin proyectos radicales, sin revoluciones. Ya sin el contrapeso del bloque comunista, el capital incluso arrasó con aquel experimento propio (acotado histórica y espacialmente) llamado “Estado de bienestar”. Pero en paralelo sus promesas de un mundo mejor, de progreso infinito hacia la utopía del libre mercado, se desplomaron.
Frente a un sistema que nos niega el futuro, las ultraderechas ofrecen una causa. Oscurantista, reaccionaria y muy peligrosa, pero una causa al fin. Y alienta el enfrentamiento entre los propios sectores populares, dividiendo y buscando chivos expiatorios que según el país pueden ser los pobres, los migrantes, el feminismo, los indígenas, etc. Pero siempre es otro oprimido, jamás las clases dominantes.
Para esto se apoya en otra transformación socio-cultural de las últimas décadas que es la híper segmentación de las sociedades en nichos cada vez más pequeños y delimitados. Algo facilitado por el algoritmo de las redes sociales que nos ofrece propuestas que refuerzan nuestras lógicas de pensar, sentir y consumir, diferenciándonos del resto hasta por la más mínima característica. Una pequeña dosis de singularidad en un mundo que nos estandariza en el plano de la explotación y la precariedad de la vida.
4. ¿Cómo desde la izquierda se puede dar la disputa cultural y discursiva a la ultraderecha?
Esta es probablemente la pregunta más difícil porque evidentemente todavía no le hemos encontrado la solución y dudo que alguien tenga la respuesta definitiva. Dejando eso en claro, me atrevo a aportar algunas ideas.
Humildemente creo que hay una cuestión de perspectiva fundamental: la lógica de la moderación y la búsqueda del centro político no ha traído soluciones a los sectores populares. De hecho ha desprestigiado a organizaciones y liderazgos que por hacer gobiernos “razonables”, terminaron defraudando a sus votantes. La ultraderecha, por el contrario, está logrando romper los esquemas por el extremo.
Cómo decía en la pregunta anterior: ofrecen una causa. Mientras que las izquierdas, como escribía el filósofo británico Mark Fisher, “nos resignamos al hecho de que no hay forma de evitar el capital y quizás todo lo que podamos hacer sea ajustar algunas clavijas como un gesto hacia la justicia social”. ¿A quién puede entusiasmar una izquierda que propone responsabilidad fiscal mientras tu vida es peor que la de la generación anterior?
Entonces, creo que ahí hay un punto que implica retomar una propuesta de transformación radical. Que no quiere decir plantear consignas más izquierdistas, sino construir en torno a propuestas concretas, radicales en sí mismas, que le mejoren la vida a la clase trabajadora en su conjunto y a cada sector en particular.
Por ejemplo en mí país hay dos movimientos que son ejemplo de esto que digo: el feminismo y la economía popular (aquellos trabajadores expulsados del sistema que se inventaron su propio trabajo). De allí han surgido en los últimos años las iniciativas y transformaciones más importantes en sentido progresista. Y más allá de sus altibajos han tenido algo en común: nuclearon a sectores oprimidos, muchas veces diversos, detrás de causas políticas y económicas concretas que disputan la lógica capitalista.
Por otro lado, en términos de la batalla cultural, si bien yo no soy partidario de la idea que los medios de comunicación tienen el poder de “inyectar” ideas en la cabeza de la gente, si considero que son un escenario de disputa. En ese sentido apoyo la constitución de medios de comunicación con discursos alternativos a la hegemonía mediática occidental como es el caso de Canal Red, Telesur u otros, y también a quienes dan esa pelea en las plataformas digitales y redes sociales. Pero además me parece importante pensar en la organización y la disputa por la conciencia de las y los trabajadores de prensa. Sin ellos no existen los medios -ni los que nos gustan, ni los que nos disgustan-.
Hay ahí una perspectiva de clase que aportar y que, al menos desde el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) y la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN), organizaciones de las que soy parte, intentamos dar. Trabajadores con mejores condiciones laborales son menos propensos a ser presionados por las patronales y a su vez tienen la capacidad de organizarse para resistir y discutir la línea editorial.
Finalmente, algo que la ultraderecha y la derecha vienen haciendo hace décadas es apropiándose del lenguaje de la izquierda. La libertad y la democracia no eran conceptos conservadores hace un siglo. Eran los movimientos revolucionarios los que luchaban contra los autoritarismos y por el derecho de todo el pueblo a expresar su voluntad. En ese plano creo que estamos perdiendo una disputa fundamental y que es la disputa por la narrativa del pasado.
Retomando a Traverso, esto “no implica tratar de reapropiarse o repetir lo que ha ocurrido y se ha desvanecido; implica, antes bien, cambiar el presente” o en otras palabras: “Para rescatar el pasado tenemos que hacer renacer las esperanzas de los vencidos”.
Las izquierdas tuvimos un momento histórico de auge durante el siglo XX, con experiencias de distinta índole, que nos llevaron a pensar que la revolución mundial era una posibilidad inmediata. Y no creo que nos hayamos equivocado en eso, lo que sucedió es que fuimos derrotados y el relato que se impuso fue el de los vencedores.
Ahora bien, yo me niego -quizás obstinadamente- a creer que esa derrota fue definitiva. Creo que lo hubo fue una trayectoria política que se vio interrumpida, pero que es posible retomar. Como decía, no para repetirla, pero sí para continuar un camino. En ese sentido, y perdón por seguir citando autores, creo que Fisher hizo una pregunta que dio en el clavo: “¿Y si el éxito del neoliberalismo no fuera la demostración de la inevitabilidad del capitalismo, sino un testamento de la magnitud de la amenaza planteada por una sociedad que podía ser libre?”.
Creo entonces que, sin ser excluyentes, estos tres puntos pueden ser un aporte a la batalla que tenemos por delante: retomar nuestra radicalidad (política, no sólo discursiva) para volver a convencer; dar la batalla en el plano comunicacional y sobre cómo se construyen y circulan los discursos públicos; y fortalecer la disputa por la narrativa del pasado, para rescatar del olvido y el oprobio los proyectos y las ideas de nuestros vencidos.
III.- Capitalismo del Desastre
Termina el discurso de Milei habiendo notificado sin edulcorantes al pueblo argentino: "No hay alternativa al ajuste y el shock". El paquete de medidas económicas anunciado por el Ministro de Economía Caputo unos días después, que incluye la devaluación del peso y un fuerte recorte de los gastos que tendrá en el corto plazo un impacto macroeconómico y en la vida cotidiana, por supuesto que no toca a la “casta política” a quienes utilizó como blanco favorito de su perorata, ni menos a los empresarios que con mucho entusiasmo financiaron su campaña. Una vez más las políticas de ajuste y shock la sufrirán los sectores más empobrecidos de la sociedad argentina, donde el recorte en subsidios a la electricidad, el transporte, el agua y otros bienes de primer consumo, que permitían la precaria subsistencia, harán la vida aún más precarizada. Esto implicará que una parte significativa de lo que hoy se entendía por “clase media”, sin las necesarias ayudas del estado caerán a cifras de pobreza. A lo anterior, se sumará un aumento de la cesantía producto de una fuerte reducción del aparato público y del empleo indirecto que genera el estado, personas que pasarán rápidamente a engrosar el enorme porcentaje de trabajadores y trabajadoras que laburan en la economía informal o se les paga todo o parte de su planilla “en negro”. En suma, una vez más las crisis las pagan los que menos tienen, al cual Milei les solicita un esfuerzo y no por cierto a los dueños del capital los que en verdad debiera ir dirigida esta política de ajuste (40% de la población argentina vive en la extrema pobreza, sufra que se incrementará con “la receta libertaria”).
Tal como comenta Carlos Lange[4], respecto del libro de Naomi Klein titulado “La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre” “la periodista canadiense postula que estas "traumáticas" experiencias ( se refiere a guerras de invasión por el monopolio del petróleo u otras energías, inundaciones o crisis económicas), así como también otras durante los últimos 30 años, han sido aprovechadas para instaurar lo que ha denominado como el "capitalismo del desastre", una doctrina formada bajo los presupuestos políticos, económicos y sociales desarrollados por el padre de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, y cuyo principal objetivo es desmantelar los restos del Estado de Bienestar y promover a nivel global el modelo de desarrollo neoliberal. En este sentido, el "capitalismo del desastre" postula que detrás de toda "tragedia" es posible ver una "oportunidad", como es la de aprovechar el trauma colectivo para promover e implementar reformas económicas y sociales de carácter radical sustentadas en los principios básicos del corporativismo como son la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas privadas y un gasto social prácticamente nulo.”
Efectivamente, Argentina vive hoy su propia versión del “Capitalismo del Desastre”, a la batuta de un monstruo que la élite no dudó en crear, respaldar y financiar, a pesar del peligro que entraña para su propia democracia. La pregunta es ¿cuánto tiempo demorará el pueblo argentino en volver a las calles a recuperar lo que la casta política, Milei incluido, les está arrebatando?
[1] Ver https://cadenaser.com/nacional/2023/05/20/surgen-los-monstruos-cadena-ser/
[2] Ver https://ctxt.es/es/20230101/Firmas/41812/golpismo-poder-mediatico-ultraderecha-pablo-iglesias.htm
[4] Ver Reseña del libro “La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre de Naomi Klein”, Lange Carlos, Revista INVI v.25 n.70 Santiago dic. 2010
Rony Núñez Mesquida. Escritor y columnista Le Monde Diplomatique Chile