¿PROYECTO POLÍTICO?
Desde hace algún tiempo, y a propósito de lo que se considera una crisis del sistema político, numerosos analistas han sostenido que, casi con seguridad, una de las causas de tal fenómeno radicaría en la incapacidad de los actores políticos en cuanto a elaborar un proyecto que pueda traducir los verdaderos intereses de la comunidad. A esta opinión, expresada en conversaciones y encuentros, acerca de lo que sucede en ese ámbito, se han agregado, últimamente, algunos trabajos sobre el particular, lo que pone de manifiesto el interés en promover un debate sobre el tema.
Sin embargo, no cabe la menor duda que los deseos de la ‘élite política’ nacional no están orientados en la dirección indicada. Basta con recordar que, durante estos últimos meses, la generalidad de los actores políticos (fundamentalmente, del pacto ‘Chile Vamos’) ha estado entretenida en presentar acusaciones constitucionales o en solicitar la renuncia de uno o más ministros. Y, por supuesto, en el triunfo de sus candidatos en las justas electorales que han tenido lugar y en las que se avecinan.
Que lo hagan esos sectores, no debe sorprender: es su forma normal de proceder. Son los sostenedores del sistema y, en consecuencia, de la forma de acumular establecida. No necesitan esforzarse en innovar; eso se lo brinda el desarrollo de las fuerzas productivas. No necesitan, en consecuencia, elaborar proyecto político alguno pues ese está ya funcionando y se llama ‘sistema capitalista’. Su proyecto, en suma, es la conservación de lo que ya existe y su constante fortalecimiento. Por consiguiente, el objetivo de sus actos no es sino entretener a sus adversarios con las veleidades que brinda el juego democrático. Y, por cierto, la defensa del mismo.
TAREA DE LOS SECTORES DOMINADOS
Distinto es lo que sucede al interior de los sectores dominados y, con mayor razón, de quienes reivindican su derecho a representar sus intereses, porque son ellos quienes deben preocuparse de la elaboración (y el consiguiente cumplimiento) de un proyecto político, tarea que raras veces toman como su objetivo central.
Y es porque la tarea no es fácil. Requiere meditación. Conocimiento de los aportes teóricos que han hecho muchos pensadores. Requiere discusión. Y determinar lo que va a considerarse como objetivo a alcanzar y la forma o manera de cómo ha de lograrse.
Esta tarea, propia no solamente de la dirigencia de los partidos políticos sino de toda su militancia, raras veces se cumple. De lo cual se desprende que la crítica formulada en contra de la ‘elite política’ (sin distinción), como la señalamos en un comienzo, estaría dirigida respecto de un sujeto que no existe. Porque, como lo hemos visto, la representación política de los sectores dominantes no necesita presentar proyecto político alguno sino defender, simplemente, lo que existe; el problema lo tiene el sector que busca el cambio, la innovación, la renovación. Y ese es quien, lamentablemente, no tiene el proyecto del cual hablamos.
Tal su miseria, en este aspecto, que la generalidad de todos quienes suscribimos esa idea hemos venido votando desde nuestra infancia hasta llegar a viejos sin alterar en lo más mínimo la estructura central del modo de producción vigente. Si esa circunstancia es trágica, más lo es aún que muchos de nuestros propios compañeros y amigos nos sigan insistiendo, en forma majadera, hasta estos momentos, persistir en ese empeño. Y, en consecuencia, no dejar de concurrir a los locales de votación a ejercer el derecho que nos compite como ciudadanos. Porque, desde antaño, se nos viene insistiendo en que las luchas sociales no son sino estar, constantemente, sacando algunas conquistas a los sectores dominantes y perseverar en ese empeño hasta el último día… Ese es el proyecto que se confunde con el verdadero proyecto político orientado a la construcción de una nueva sociedad.
Por lo mismo, no dice verdad el parlamentario Jaime Sáez cuando señala que su partido
“[…] ha sido el único actor político que ha ido ofreciendo un proyecto político para Chile”[1].
Eso no es efectivo. Porque, si bien es verdad que su partido (el ‘Frente Amplio’) entregó un programa de gobierno, ese programa jamás fue un proyecto de cambio hacia una nueva sociedad sino una manifestación de ciertos ajustes que el sistema capitalista necesitaba para dar satisfacción a las más urgentes necesidades de la población, programa que, por lo demás, jamás se cumplió. No por otro motivo hemos afirmado, en otros trabajos, que el gobierno del presidente Boric solamente va a dejar como legado suyo la reconstrucción del estado burgués. De ese estado que dejó en ruinas el ex presidente Piñera. Es, por lo mismo, un gobierno diferente a aquellos que se preocuparon, en su tiempo, de sentar las bases para la construcción de una sociedad diferente. Podemos recordar, como ejemplos de ello, los de Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva y, por supuesto, al presidente Salvador Allende quien, sin prometer la instalación de una nueva sociedad, intentó sentar las bases para que otra administración u otras lo hicieran en el futuro.
Y es que el verdadero proyecto político de quienes aspiran a una nueva sociedad debería esbozar, precisamente, una somera descripción de los anhelos ciudadanos en torno a esa idea, de cómo se va a perfilar la nueva sociedad, algunos aspectos de su forma de funcionamiento, si va a manifestarse —como fundamento de la misma— algún modo de producir y, en ese caso, si sobre dicha forma se van a elevar las superestructuras jurídico/política y cultural como sucede con el modo de producción capitalista o, si ello no va a ocurrir, cómo entonces va a suceder, cuáles van a ser sus principios elementales, en fin. En otras palabras, cuál va a ser la estructura básica de la sociedad. Luego, analizar si la construcción de esa nueva sociedad será súbita o inmediata, o se hará en forma paulatina y, si ocurre de esta última manera, como se recorrerá el camino hacia su instalación; y multitudes de otros aspectos.
UN RECUERDO DE ERNST MANDEL
Resolver esos dilemas nos lleva a considerar otros aspectos igualmente importantes. Entre otros, las enseñanzas que nos entrega la historia. Porque las revoluciones que marcan hoy el advenimiento del sistema capitalista mundial no fueron el comienzo de algo sino, más bien, la culminación de un proceso de conquista del poder que venía haciéndose desde hacía ya varios años. Ernst Mandel nos lo recuerda cuando afirma que
“Mientras que el triunfo de la revolución burguesa convierte a la burguesía en una clase conservadora (que todavía es capaz de lograr transformaciones revolucionarias en los campos de la técnica y de la industria, y que juega un papel objetivamente progresista en la historia por un periodo más o menos prolongado de tiempo, pero que se retracta de una transformación activa de la vida social, puesto que en esa esfera sus diferencias cada vez mayores con el proletariado hacen de ella una clase crecientemente reaccionaria), la conquista del poder por el proletariado no es el final sino el comienzo de la actividad de la clase trabajadora moderna en el proceso de revolucionar la sociedad”[2].
Este aspecto es tremendamente interesante. La tarea propuesta implica partir de cero. Como en el poema de Neruda,
“[…] tenemos que hacerlo, todo, todo”.
Y aquí radica el problema. Porque, el proyecto de construir una sociedad que suceda a la actualmente vigente no podrá ser trabajo de aprendices. Es, por el contrario, una tarea gigantesca, ciclópea, que es necesario desarrollar con el auxilio del instrumental teórico que nos dejaron quienes se preocuparon, antes que nosotros, de dilucidar estos aspectos. Todos esos teóricos son importantes; todos deben estar presentes. Porque esas tareas solamente pueden llevarse a cabo sobre los hombros de gigantes. Como lo quiso hacer, en su tiempo, Isaac Newton.
UN DESAFÍO PENDIENTE PARA LAS ORGANIZACIONES SOCIALES
Avocarse a esa tarea, comenzar a pensar en el futuro es un verdadero desafío para quienes quieran realizarlo. Algunos han tenido tiempo para hacerlo y, lamentablemente, lo malgastaron. Entre ellos, los partidos políticos tradicionales. Es el tiempo de otros sujetos sociales. Tal vez, el tiempo de los más humildes, el momento de los movimientos sociales, de aquellos que nacen por obra y gracia de la voluntad de quienes han querido construirlos y llevar adelante sus propósitos, aprendiendo, en ese empeño, las claves del avance social y el permanente ejercicio del diálogo, la crítica y la argumentación seria, como formas óptimas de resolver sus diferendos.
¿No podríamos, acaso, entretenernos en algo tan elemental como lo que señalo más arriba, olvidarnos un tanto de la contingencia y pensar en el mañana? ¿No es esa tarea el único legado limpio que podríamos dejar a quienes nos van a suceder en la vida? ¿No sería, acaso, importante dejar, aunque sea, un simple esbozo de esa sociedad que anhelamos, y mandar al desván de lo inútil todo intento de resolver electoralmente los problemas más urgentes de la sociedad? Tal vez, un camino que nos ayude en ese empeño sea la recuperación del lenguaje que nos dejaron esos teóricos y olvidar los términos que, a diario, construye y nos impone la prensa oficialista como parte de su labor formadora de la cultura que el sistema necesita para sobrevivir.
Santiago, noviembre de 2024
[1] Mansuy, Daniel: “Los únicos”, ‘El Mercurio’ 17 de noviembre de 2024.
[2] Mandel, Ernst: “Teoría leninista de la organización”, epublibre, 2015m s/n de página. Disponible en INTERNET.