Muerte Natural, Damsi Figueroa Verdugo, Ediciones del Archivo Ltda., Concepción, proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, convocatoria 2020. Impreso en talleres de Maval Impresores, Santiago de Chile, 500 ejemplares. Con Prólogo de Patricia Pinto Villarroel desde Peralillo, Valle de Elqui. 47 páginas.
La muerte como cesación o término de la vida, es una palabra que etimológicamente para el castellano proviene del latín mors-mortis, y éste del indoeuropeo mer-, con el significado de morir, en cambio, en las lenguas germánicas como el inglés death, el alemán der Tod, proviene de la raíz indoeuropea dheu-, con la noción de “perder el sentido, fallecer” de allí que las acepciones de defunción, fallecimiento, deceso, óbito, parca, partida, acabamiento, tránsito, petateada, sean un punto en el ser, y desde la filosofía y en especial la fenomenología el Dasein es la expresión alemana que significa "ser- ahí", "aquí", "allí", y Heidegger la utiliza para comprender la existencia humana, ser en el mundo, ser uno mismo, estado de la conciencia que determina al ser a través de la continuidad en el tiempo y en el espacio, es la existencia de un sí mismo con su grado de conciencia, es estar ahí. En sentido kantiano el dasein es utilizado para la condición de cualquier ente, de modo que el verdadero Ser es el que muere, el que en estado de conciencia ya no se transforma, de ser así, fenomenológicamente los fanáticos de las ideologías (políticos-religiosos-futboleros- traficantes de personas, drogas o armas) están muertos, al no ser capaces de cambiar en estados de conciencia, y permanecer fijos ante una idea, como las falacias de las ciencias o religiones en su verdades absolutas, son sólo ideas muertas que sirven al terrorismo científico y/o religioso, para apartar de la vida a aquello que consideran impuro. Aunque podemos ampliar el concepto de terrorismo no sólo a la ciencia, sino también a la tecnología que a sabiendas aumenta el calentamiento global (como la fabricación de hormigón, uso de máquinas de combustión, entre otros). Para no decir nada del terrorismo religioso, hoy en día tan sangriento como el ortodoxo; Putin, el judaísmo secular de Benjamín Netanyahu, ambos son responsables de crímenes de exterminio, uso del hambre como arma de guerra, denegación de ayuda humanitaria y ataques deliberados a civiles, al igual que presidente sirio, Bashar al Assad, quien además de los ataques químicos, y los bombardeos aéreos con barriles de petróleo en las zonas pobladas, mantiene severas restricciones a la ayuda humanitaria, y ya no tiene el apoyo irrestricto de Irán y Rusia que tienen sus propios conflictos sin resolver. Para no decir nada de los ultra ortodoxos musulmanes de Hezbolá y Hamás, que nacen como respuesta contra Israel en la década de 1980, y los ataques ante el levantamiento de los palestinos contra la ocupación israelí en Cisjordania, Gaza y Jerusalén del Este.
Al abordar el concepto de natural, su significado implica aquello que está tal como se encuentra en la naturaleza, vale decir que no tiene mezcla o elaboración alguna, que no es artificial, en síntesis, aquello que involucre algo hecho o causado por personas. Recordemos que en el sentido común se suele utilizar que alguien tiene un don natural, huelga decir que puede hace algo muy bien y con mucha facilidad. Tiene un don natural para cualquier tipo de actividad, y es aquí donde entramos directamente con el libro de Damsi Figueroa Verdugo. Su don natural al uso del lenguaje poético le permite como ella misma dice sin decirlo al decirlo, soltar la oveja mansa, el libro dedicado a su madre “Norma Verdugo Goldberg, en la gracia de su corazón diferente”, es un punto de entrada complejo, sus palabras tienen ese acercamiento ceremonial, ese pedir permiso ante la naturaleza, sin mencionarlo a viva voz, sólo musitado como si la palabra fuera un metawe que al sobarlo con la lengua se transforma en ocarina, y así se dulcifica el árbol que contiene la familia con pequeñas ratas en sepia saboreando los encajes y las sábanas de las futuras generaciones, y todo está en los territorios, Chiloé, Puerto Montt, Valdivia, Freire, Coronel, Concepción, Penco, Chiguayante, Talcahuano, y entre todos esos pasos familiares, una negación del yo, hace ver las cosas más sencillas, como si otras y otros estuvieran esperando, hay sombras de penumbras que caen en su infancia de papel, como el avioncito en los antiguos boletos de micro que se deslizan por el aire de la memoria, que ahora es viento en su exceso de mareas, y ve de golpe a la distancia la isla Quiriquina, y sigue siendo esa niña que con el tiempo de ventana, la ve que aparece y desaparece en lontananza, y que sabe que hay una montaña que trae sus recuerdos a la mar de la infancia, mientras las palabras asumen su naufragio de inocencia, y la poesía latía a borbotones de lava en el balcón de los gorriones, todo era necesario como reconocer el óxido, la máquina de coser mientras la abuela pedaleaba en su silla de modista, se creaba el mundo y el mundo era de telas y palabras al tiempo que la memoria de la infancia continúa custodiando su isla.
Los textos de Damsi Figueroa Verdugo, son de madera nativa y mueven las plumas de la cabeza como un colibrí, de verde a rojo, de rojo a verde y así con un azul intenso también las palabras se vuelven olorosas como si se humedecieran besos, aunque nada es de capricho, ni siquiera el silencio que a ratos comparte sus insectos, en el ropero del fondo y al fondo del ropero está ese olor a olvido que trae el canto de piedras que se rozan en la orilla del lago, y hay sueños que se mecen en junquillos mientras una hojita pasa y se detiene un rato para seguir navegando y cruzar el cielo trasparente de las telas de arañas, también en el borde del agua se asoman pequeños gestos, como si en algún momento un batracio pequeñito se subiera a esa piedra, pero no ha sido así, no se menciona en los recuerdos, sólo una pluma de ángel que revolotea entre abejas que concentran su miel como palabras para el tiempo que viene y es necesario el silencio, otra vez, para hacerse eco de angustias, que flotan y desde la orilla sucede que pasan basuritas que retumban como truenos, pero no son basuritas sino pedazos rotos de recuerdos, junquillos ya secos, que navegan a tientas para que los guíe algún insecto que se pose en lo nimio, porque que hay inquietud de besos y hay que saber soñar, de lo contrario, se evaporan los rayitos de luz que amanecen en la orilla, pequeñita acaricia sus costados al borde de un oleaje pequeño también, que despierta despeinado y se riza con el viento, aunque es leve, y las palabras hablan a sorbos mientras se pintan el rostro con sangre, y hay una agonía menstrual que se niega a olvidar los silbidos de la muerte.
La hablante de Muerte Natural tiene razón, “Cada día en Chile muere un río” y es tal su tristeza y amargura que su estado de ánimo le hace imposible aceptar el fracaso de la industria, ya no les bastó con la muerte de los cisnes, ahora quieren los contornos, por eso envenenan las aguas, y se reembolsan los dólares mientras nos dejan los dolores, y otros miserables que reciben el mínimo de la paga hacen el trabajo sucio de la tala, y lo nativo desaparece para la industria de la celulosa que devora las montañas con sus seres abominables, que arrastran troncos y ya los nativos no tienen donde esconderse, ya les vienen a quitar el idioma, y el lof queda al descubierto, no hay sombra, el Estado mira hacia otro lado o bien manda más municiones para defender el saqueo, el despojo y la masacre de los siglos, las industrias lo envenenan todo, hasta en la grietas más oscuras ruedan témpanos de sangre y quedan las laderas desnudas, apenas una vísceras de insectos, unos pájaros que se mueren de hambre, y los socios se abrazan con las ganancias del mercado, ahora que los políticos beben su cáliz entre moribundos, y se hacen los santurrones, los que tal vez, más adelante podrían hacer algo, pero no por ahora, porque la mar de salmones requiere saciar el stock de antibióticos, y así, suma y sigue, al norte en los salares, las huellas de neumáticos del Dakar en el desierto florido o en las ruinas de las culturas más antiguas, y se comportan prepotentes como Putin, Bashar al Assad, o Benjamín Netanyahu, justo ahora que el Concejo Municipal de Ñuñoa aprueba restituir el nombre original de “Nueva Ñuñoa” a la calle República de Israel, y así vamos borrando la maldad en nombre de sus Estados, que son diversos como diversos los versos de Damsi Figueroa Verdugo, y esta vez , en el acto poético es una calle la que cambia de nombre por muerte natural. Y la alegoría del castigo, aunque pequeño, pero simbólico porque ya no es sólo una calle, la que atrapa la desventura de los genocidios, pronto vendrá el juicio de los crímenes, aunque la ONU, por ahora haga muy poco, y se hace cómplice de una vergüenza mundial.
Hans Schuster, escritor.