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Ni locura ni utopía. Por Claudio A. Faúndez Becerra

Aparecen hoy múltiples actores políticos de la vieja Concertación y de la desprestigiada Nueva Mayoría, más los de Chile Vamos y otros conglomerados políticos que, ya sabemos, no estuvieron a la altura de las expectativas. Rasgaron vestiduras, clamaron justicia, exigieron que el gobierno adoptara las medidas necesarias para que las manifestaciones de aquel 18 de octubre de 2019, no continuaran en el tiempo.

El origen de aquella movilización masiva de chilenos es conocido. Está, a mi modo de ver, en la desgraciada decisión de meramente administrar el modelo del dictador. Asumieron como parlamentarios, autoridades de gobierno y dejaron que todo siguiera igual, ajustes más, ajustes menos. Se repartieron la torta convenientemente, abultaron sus patrimonios y hoy, cuales políticos impolutos, nos ofrecen ser los redactores de la nueva Constitución, asegurando que, ahora sí, se hará de cara al pueblo.

Esos que hoy se sacrifican dejando importantes cargos parlamentarios o ministeriales, son los que estiraron la paciencia de la gente de a pie, que observó con indignación cómo se coludieron las empresas y fueron protegidas por esas autoridades y parlamentarios. No olvide usted que esos que anunciaron la alegría, luego asumieron en jugosos directorios de empresas, se autoasignaron sueldos, privilegios, desgastes de autos, viáticos injustificados, y un largo etcétera. Y los que querían que el dictador siguiera, recibieron a esos otros con los brazos abiertos.

Ahora, esos mismos se suben al carro de la Democracia, luego de haber afirmado que no tuvieron la capacidad de ver lo que se venía. Condenamos la violencia, dicen hoy, apoyamos las justas reivindicaciones; no olvide usted que un candidato por Evópoli, dirigió maniobras de represión contra los manifestantes, con el evidente propósito de criminalizar la justa manifestación, tratando de identificarlos con los delincuentes que solo acudían a saquear y destruir. En tanto, un senador se sacrifica renunciando a sus privilegios, pero inscribiendo su candidatura sin tener que reunir firmas, como ocurrió con los independientes, quienes tuvimos menos de un mes para alcanzar la meta, producto de una maniobra de los propios partidos políticos que, lejos de facilitar la tarea, pretendía dificultarla al máximo. La ciudadanía, sin embargo, les dio una nueva lección, pues fueron más de medio millón de chilenos los que patrocinaron a diversos candidatos independientes, en otra demostración clara de que los chilenos no quieren la intervención de los partidos en la redacción de la nueva constitución.

De derecha a izquierda, durante treinta años y más, existió connivencia; en otras palabras, nos mantuvieron en dictadura a pesar de la aparente democracia: seguimos con las AFP, isapres, pagando en exceso a los grandes empresarios de las farmacias, a los que no les importa si una persona se muere por no tener sus medicamentos. Levántese más temprano y ahorre en el pasaje del transporte. Compre flores, mire que están baratas…

Las instituciones fundamentales del país se encuentran completamente desprestigiadas, gracias a aquellos que hoy dicen que el reclamo del pueblo es justo. Y ahora pretenden que les creamos que han entendido el clamor popular. Que se entienda bien: el problema no es la existencia de partidos políticos; el problema estriba en los dirigentes (la manida elite), que se apropiaron de aquéllos y ejecutaron maniobras diversas para hacerse del poder político y económico, solo para provecho propio. Es ahí donde se debe hincar el diente para evitar que personajes sin escrúpulos manejen los partidos; la probidad debe ser un obstáculo insalvable para aquellos que buscan el beneficio propio sobre el interés general y colectivo. Permitir que esa elite u otros asociados a los partidos políticos arriben a la Convención será, claramente, permitir que los viejos conglomerados, interesados en que nada cambie, diseñen un ropaje a la medida de sus despreciables intereses.

El cambio que pretendemos es posible. Un país más justo, con inevitable equidad de género, con reconocimiento a los pueblos originarios, con una descentralización y regionalización efectivas, puede lograrse no solamente por el deseo de algunos y algunas. Debe lograrse pues el cambio que Chile requiere, como decía el Ingenioso Hidalgo, no es locura ni utopía, sino justicia.

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